Desde el arranque en Florida en febrero de 2023 y hasta que su cuerpo aguante tres horas más de concierto por las capitales de Europa y de su país. En el corazón de esta gira de Bruce Springsteen, condicionada por la enfermedad y los achaques de la edad, un mandamiento: este hombre de 74 años canta como un predicador porque, cuando se es adulto, la muerte debe ser contemplada con reverencia para poder celebrar cada instante de la vida. Sus conciertos son esa entusiasmada liturgia y en el eje del repertorio que interpreta cada noche, proclama su testamento: Last Man Standing, el último que sigue en pie. Es él. Cuando la interpreta, la banda deja el escenario por unos instantes; antes de entonarla, recita un breve monólogo en el que cuenta la despedida que motivó su composición (lo lee en la televisión que tiene bajo sus pies y que le sirve por si se olvidase de las letras), en las pantallas se sobreimprime la letra traducida de su discurso y de la canción. Estás rodeado de miles de personas, pero todo está pensado para concentrar la atención en la verdad vital que quiere transmitir.
- Cuenta la leyenda que, al salir de uno de los espectáculos que desde 2017 ofrecía en Broadway, un fan desconocido le regaló una guitarra acústica. Durante meses la tuvo en la sala de estar de su rancho esperando el momento de explorarla.
El show en el Walter Kerr Theatre era un repaso de su vida, en el que mezclaba capítulos de su autobiografía y sus hits, que iban fundiéndose con la historia contemporánea norteamericana hasta desembocar en una plegaria que apelaba al corazón liberal de la nación en los años oscuros de Trump. Era una buena relectura de su obra patriótica: aquel contraste íntimo entre la realidad y el sueño americano. Pero mientras repetía noche tras noche ese formato, que había estrenado en su día en la Casa Blanca, la muerte lo acechaba. Morían compañeros de su banda, morían amigos de infancia. Murió el último miembro de su primer grupo, un vecino del barrio de Freehold en Nueva Jersey. Cogió esa guitarra que había llegado a su casa de manera imprevista. Durante pocos días compuso todas las piezas del disco Letter to You, de 2020.
El rockero que nos hizo vivir con intensidad durante medio siglo ahora se dispone a enfrentarnos a la muerte para no dejar de vivir intensamente. El centro argumental del concierto que verán casi 300.000 personas en España son los recuerdos de juventud en Last Man Standing. Esa canción, junto a otras dos más de ese disco menor, de senectud, y que reflexionan sobre la relación de los vivos con los muertos: los fantasmas de Ghosts y la carta de Letter to You. Pero todo el espectáculo, incluso cuando se proyectan imágenes de sus camaradas desaparecidos (Clarence, Danny), es una celebración madura de la vida, como escribió Carlos Marcos la madrugada del jueves. Están los orígenes y está el aullido de las frustraciones en el lamento del lobo de The River. Está la alegría. El público de las primeras filas que aparece en las pantallas lo transmite con su sonrisa cómplice. A medida que avanzaba el concierto, la pareja que tenía a mí lado se abrazaba cada vez con mayor alegría, porque no hay mejor forma de vivir la vida que a través del amor. Y al salir ya con las luces encendidas, inesperadamente, me encontré con un amigo y nos abrazamos porque necesitábamos compartir la experiencia de saber que, gracias a la música, sabemos que estamos vivos.