El enfoque creativo de Patricia Urquiola

La transformación en el arte y diseño con Patricia Urquiola

"Todas las revoluciones terminan necesitando un opuesto"

Patricia Urquiola no proyecta tendencias ni sorpresas formales, sino que repiensa la forma de producir, actualiza la artesanía e investiga la fabricación de nuevos materiales sostenibles

Aunque lleva más de media vida en Milán, fue el Cantábrico de su infancia lo que enseñó a esta arquitecta cómo los espacios cambian a lo largo del día. En su discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, Patricia Urquiola (Oviedo, 63 años) defendió el diálogo frente al manifiesto. "Me he sentido profundamente asturiana, ibicenca y madrileña. A Milán llegué con todas esas almas. Y todas al 100%. Qué regalo aterrizar con 22 años en un lugar sin saber quién eres y sabiendo que eres todo eso. Lo híbrido no rebaja la intensidad. Hay tiempo para desarrollar la voz fuerte de cada uno".

Sostiene que somos mezcla. "Si elimináramos todo lo que nos rodea: objetos, mascotas, ropa, no encontraríamos ni a la persona. Uno está siempre en transformación". Y piensa que lo difuminado explica mejor la vida. Por eso habla de lo imperfecto como escuela para progresar sin borrar. "La perfección no me interesa. Me interesa la transformación. Esta frase de Judy Chicago es lo que he ido descubriendo en la vida. Lo que me mueve".

Pregunta. Lo impuro, lo híbrido, lo imperfecto. ¿Es lo mismo?

Respuesta. Cada término tiene su alma. Lo impuro no me interesa igual que no me interesa lo puro. Me interesa el contagio entre lo puro y lo impuro. Ahí está el tema.

P. ¿La arquitectura y las artes se enseñaban desde una pureza utópica?

R. Asociamos la pureza a lo virginal, que está por hacer, y a lo perfecto. Y eso solo puede ser aspiracional. El espesor histórico del diseño es corto. Es una disciplina nacida entre guerras, rodeada de problemas. La limpieza tiene que ver con el mundo racionalista, con la urgencia, con la necesidad de respuesta y con el deseo de partir de cero, para borrar y mejorar. Pero siempre se parte de algo. Por eso me parece más justo hablar de transformación.

P. Comenzó a estudiar Arquitectura en Madrid, pero se graduó en Milán.

R. Allí Arquitectura y Diseño se estudiaban en la misma escuela. Un proyectista podía idear un edificio o una taza. Pero en Madrid, en los ochenta, ya se hablaba de mezcla y posmodernidad. Se mezclaban claves del pasado y en Milán la mezcla era con el futuro: con la preocupación por el planeta. Los profesores eran gente que enseñaba a dudar.

P. La Academia suele defender certezas.

R. La certeza, si existe, no me interesa. Los razonamientos que me han ayudado son imperfectos pero precisos.

P. Defiende la función emocional.

R. Es lo que despierta una empatía en quien lo usa. La función de un objeto es siempre un servicio, pero se parte de un problema. Diseñar es rediseñar.

P. ¿Qué hace que los objetos cambien?

R. En clave contemporánea un objeto necesita crear empatías distintas. Las empatías son funciones emocionales. Achille Castiglioni, que dirigió mi tesis, y Tomás Maldonado, que fue mi profesor, hablaban de la función fantasía.

P. ¿Reñida con lo útil?

R. No. Pero arriesgada. En 1957 Castiglioni hizo un taburete con un sillín de bicicleta, un tubo rosa y un tentempié porque entonces el teléfono estaba siempre en una pared y para hablar había que ponerse de cara a la pared. Ofrecía una función no tanto funcional como emocional. Sottsass en sus escritos se refiere a la belleza de los objetos que tienen la función de provocar un estado de conciencia. Tocan al usuario. Lo alteran.

P. Como directora artística de la empresa Cassina le encargó a Virgil Abloh un mueble y le hizo un bafle.

R. Siendo arquitecto y diseñador de moda, venía del mundo de la música donde el principal mueble es el equipo de música. Le interesaba esa idea. Y propuso un objeto negro que es el mueble multiuso Modular Imagination.

P. ¿Cómo hacer para que un mueble no pierda vigencia?

R. Exige casi un cambio de lógica conseguir que un mueble permanezca en el tiempo. Las casas no son museos y los muebles que entran deben poder respirar, dialogar con nuestra vida.

P. ¿Cómo evitar la museización de la casa?

R. En los setenta, Italia estaba llena de grandes artesanos que hacían muebles de época. Que una empresa como Cassina decidiera recuperar a los maestros de los años treinta o cuarenta dio un paso: sacar los objetos de los museos y llevarlos a la vida. Lo importante no es ni siquiera si tienes el original o una copia, la clave es esa convivencia con objetos con memoria de otra época. Cada mueble significativo tiene hijos y nietos.