“Mamma mia, mamma mia, en medio del mar bailaremos mientras en el cielo brilla una estrella y luce la luna”. ¡Ojalá! La Danza de Rossini, que forma parte de sus Soirées musicales, fue uno de los éxitos de su tiempo y aún hoy es una tonadilla muy popular. Lleva el ritmo de la tarantela, la danza en 6/8, 12/8 o 4/4 que se suponía curaba la picadura de una venenosa araña natural del sur de Italia. El temido tarantismo era más común en los meses de verano, y traía consigo depresión, melancolía, catatonia y dolores por todo el cuerpo. Se trataba con música: al sujeto envenenado se lo hacía bailar a unos ritmos frenéticos, que interpretaban los del pueblo con sus panderetas, violines, castañuelas, acordeones y armónicas. El enfermo tenía libertad para aullar además de brincar, hasta que el veneno se expulsaba del cuerpo en virtud del retumbe desenfrenado.
Ottorino Respighi recuperó la tarantela de Rossini para su ballet La Boutique fantasque, una historia de amor entre bailarines de cancán en una tienda de juguetes que estrenó Diaghilev en el teatro Alhambra de Londres en 1919; Frédéric Chopin se inspiró en la misma pieza para su Tarantella op. 43 en La bemol mayor. No es raro encontrar aires tarantelescos en composiciones para escena o en piezas de piano, como en las Gazebo Dances de John Corigliano.
Quizá las arañas no sigan picando como acostumbraban desde la Edad Media hasta el siglo XIX, y la depresión estival tenga en nuestros tiempos otros orígenes, pero la tarantela sigue interpretándose en las regiones de Apulia, Basilicata, Calabria, los Abruzos, Molise, Campania y Sicilia (los que los del Norte llaman “terroni”). En la fastuosa boda de Connie Corleone, en El Padrino, los emigrados sicilianos se acuerdan de su isla a ritmo de tarantela. La fadista Amalia Rodrigues, en su disco de versiones italianas A una terra che amo, incluyó una célebre tarantela (“Vamos a la costa a ver cómo sale la luna llena”) también famosamente interpretada por Roberto Murolo, el emperador de la canción napolitana.
Los temas de la tarantela son los propios de las canciones populares. Las letras suelen ser autorreferenciales y hablan de noches de luna, de raptos de amor, de pescadores y personajes populares y hacen una invitación permanente a unirse al baile. A pesar del ritmo danzante, y como se trata de una tradición que señala las cosas del mundo, a veces aparece una nota amarga, el lamento por la dureza y los desengaños de la vida.
Entre los numerosos grupos que interpretan tarantelas hay formaciones musicales que investigan en los fondos del folclore y que han recuperado piezas antiguas para su repertorio, muchas veces mezclados con ritmos e instrumentos aún más meridionales, como hace el grupo Tamburi del Vesuvio, de Nando Citarella, o que, con planteamientos de música culta, conectan la tarantela con las tradiciones renacentistas y barrocas, como hace el grupo L’Arpegiatta en la emocionante versión de la Tarantella del Gargano que cierra esta lista: “¿Cómo debo hacer para amar a esta mujer? / De rosas debo hacer un bello jardín, / un bello jardín alrededor para que caiga enamorada, / de piedras preciosas y de oro fino / y en el centro pondré una hermosa fuente / de la que mane el agua, / e la que mane el agua. / Encima pondré un pájaro. / Un pájaro cantor / cantaba y reposaba / y decía: Bella / por ti me he transformado en pájaro / para dormir a tu lado, bella mujer. / Me han hecho enamorarme / tu caminar y tus palabras. / Si tú, bella, no te hubieses ido / no me habría enamorado. / Ah, ¿qué quiere este tormento de mí? / Tu madre lo sabe y quiero decírtelo a ti también”.