Sin abrazos por la pandemia, agoniza el tango en Argentina

En la penumbra de La Viruta Tango Club, resalta una mesa con mantel negro y rojo con dos sillas preparada para comensales a los que espera desde hace 15 meses

En el inmenso salón de baile situado en un subsuelo, varias mesas están apiladas y decenas de sillas desparramadas. Sobre el escenario de la orquesta, un piano cerrado es escoltado por una escalera de madera, varios parlantes desenchufados y celebridades del tango inmóviles en gigantografías en blanco y negro.

En la penumbra resalta una mesa con mantel negro y rojo con dos sillas preparada para comensales a los que espera desde hace 15 meses.


“Flores Negras”, un tango compuesto por Francisco De Caro en los años 20, es el nombre que eligió el bandoneonista y bailarín Nicolás Ponce para el negocio de venta de plantas que abrió en plena pandemia. “Todo se congeló”, describió al referirse a las milongas que organizaba los miércoles; en las que pasaba música y enseñaba a bailar. También formaba parte de un dúo de guitarra y bandoneón que tocaba en vivo.

La esencia del tango, según él, es lo que hace tan difícil practicarlo en el contexto actual. “Un poco el éxito del tango es la corporalidad, el hecho de abrazarse. En la vida uno no anda abrazándose con todos, menos ahora. Esa sensación de abrazo es lo que destaca al tango de otras danzas ”.

La nostalgia por ese abrazo hace que muchos tangueros desafíen las restricciones con milongas clandestinas en lugares cerrados o espacios públicos.

Un sábado reciente una decena de parejas se juntaron a bailar en el Obelisco, emblemático monumento en el centro de Buenos Aires, algunos incluso sin barbijo. “El tango al aire libre es salud, lo peligroso es la quietud”, decía un cartel que pegó sobre la vereda la profesora de baile Luciana Fuentes.

Vestida con una boina gris, pantalones de jean y zapatos de baile con taco alto, Fuentes se dejaba llevar por su pareja de baile casual al ritmo de la música que salía de un parlante.

“No solo tenemos al COVID, yo tengo miedo a que mis músculos un día se olviden de bailar. Lo hago sola con una escoba todos los días en mi casa ”, relató con la voz quebrada. “No soy anti-cuarentena, no pienso que el COVID no existe, tomo mis medidas de precaución, pero no voy a dejar de abrazarme, no voy a dejar de bailar tango en el espacio público”.

En la Viruta, Horacio medita unos minutos sobre qué tango describe lo que está pasando: “Yira, yira” (dar vueltas), de Enrique Santos Discépolo. “Verás que todo es mentira, Verás que nada es amor, Que al mundo nada le importa yira, yira”, recitó.

“Lo que hay es indiferencia, creo resume la pandemia. Uno sale de este subsuelo y el mundo gira. Uno entra a este subsuelo y el mundo acá no está 'yirando' ”, concluyó.