Megan Rapinoe ganó algo más que el título del Mundial femenil. Salió ilesa del intercambio de golpes con Donald Trump. La afición la idolatra.
"Megan Rapinoe me representa", lanza Eric Beers, uno de los miles de aficionados de aficionados que acudieron al Lincoln Park de Chicago, en donde se proyectó la Final del Mundial femenil contra Holanda.
En la sede en donde en unas horas se disputará la Final de la Copa Oro entre el anfitrión y México, la mañana se la robaron las jugadoras estadounidenses que, comandadas por Rapinoe, le dieron el cuarto campeonato del mundo a su país.
Las playeras de Megan abundaban. Mensajes de apoyo. Bastaba con que las cámaras la enfocaran para que se desatara la euforia. Sus compatriotas no están exentos a la polémica que abrió la futbolista al declarar que no iría a la "fucking White House". Donald Trump sugirió primero ganar el torneo. Ya lo ganó.
"Estoy tan emocionado, ella es increíble. Ella es una gran jugadora de futbol, una gran persona. Si ella tomo esa decisión de no ir (a la Casa Blanca) está bien", agrega su fan Eric Beers.
El equipo de Estados Unidos femenil tiene una convocatoria digna de envidia. Es el consentido en la nación. Por eso tiene eco la demanda a la US Soccer por tratos discriminatorios, por eso se escucha la voz de Megan Rapinoe cuando lamenta que la FIFA haya autorizado el mismo día Finales de Copa Oro y Copa América.