La versión del Festival de Rock y Ruedas de Avándaro que atizó hace 50 años la clase política mexicana con el fin de desprestigiarlo, señalándolo como una "concentración juvenil de drogas y sexo", se desploma ante las evidencias reunidas por Federico Rubli, quien asistió al mítico encuentro como reportero del semanario México Canta los días 11 y 12 de septiembre de 1971.
Aquella experiencia la nutriría después con investigaciones en torno a acervos documentales, entre ellos el de la Dirección Federal de Seguridad (DFS).
Sus hallazgos se refrendan en Yo estuve en Avándaro, libro con imágenes de Graciela Iturbide y prólogo de Luis de Llano que reedita Trilce a propósito del medio siglo del festival. Para esta edición -la primera es de 2016- se añade una introducción de Justino Compeán, uno de los organizadores, además de presentar el título en un solo volumen, en lugar de dos.
Iturbide, además de sus fotografías, aporta su testimonio. Entonces estudiaba cine en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, al mismo tiempo que asistía a su maestro, Manuel Álvarez Bravo. Jorge Fons, realizador, y Luis Carrión Beltrán, director de la empresa cinematográfica Marco Polo, la habían invitado a filmar las carreras de autos que se celebraban año con año en la localidad mexiquense.
"Llegamos a Avándaro, donde nos encontramos con el festival de rock. Yo llevaba rollos de fotografía blanco y negro, y curiosamente de color -generalmente yo no uso color-. Las carreras de coches se suspendieron por la gran cantidad de jóvenes rockeros y por la abundante lluvia () La verdad yo no conocía absolutamente nada de música, de rock, pero el espectáculo me impresionó y me dediqué a tomar fotografías de todo lo que veía", recuerda en el volumen.
"Sigo sin saber nada sobre música rock; las imágenes que vi me entusiasmaron, nunca nunca antes había estado en un festival de música; guarde estos rollos, que por suerte no se perjudicaron. Así, azarosamente mis imágenes son un testigo de que estuve en Avándaro".Encuentro desvirtuado El denominado Festival de Rock y Ruedas, o simplemente Festival de Avándaro, convocó en la localidad a alrededor de 300 mil asistentes y duró dos días, pero sus efectos perdurarían por décadas tras desvirtuarse por intereses políticos y derivar en censura.
"Creo que se empezó a desvirtuar desde el inicio, cuando las autoridades vieron una oportunidad para sacar raja política, y al que más benefició esta campaña de desprestigio y de censura que se desató contra el rock mexicano a raíz de Avándaro, si tratamos de encontrar a alguien, debió haber sido el entonces Secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia", explica Rubli en entrevista.
La hipótesis de este historiador del rock mexicano apunta a que dicho político halló en Avándaro una oportunidad para desacreditar al entonces Gobernador del Estado de México, Carlos Hank González.
"En ese momento era un político joven, carismático, muy proclive a las tendencias juveniles, y aunque apenas iniciaba la Presidencia de (Luis) Echeverría, ya se estaba hablando de manera velada sobre quiénes pudieran ser sus posibles sucesores en 1976. Y Moya Palencia, como Secretario de Gobernación, se sentía el heredero, pero también estaba subiendo mucho la estrella política de Hank González, aunque hay que señalar que en ese momento todavía no podía ser candidato presidencial porque era hijo de padres extranjeros; la Constitución se modificó años después, pero sí había en ese momento un movimiento que trataba de modificarla para habilitarlo como candidato", refiere el también economista.
Al señalar que Hank González autorizó y dio el permiso para el evento tildado de concentración juvenil de sexo y drogas, "lo cual fue totalmente falso", ataja Rubli, Moya Palencia propinaba un golpe político al Mandatario mexiquense.
Pero el golpe fue sobre todo para el rock nacional, cuya censura y persecución desde entonces se tradujo en un retroceso.
"Estaba en una etapa de creación muy importante, porque por primera vez las agrupaciones creaban un rock original -antes fueron muy famosos los covers en español, refritos de los grandes éxitos de Estados Unidos e Inglaterra- inscrito en la tradición psicodélica y de rock ácido de la época, pero con rasgos propios de México, por ejemplo: las secciones de metales. Empezó a ser apoyado por las compañías disqueras, por la radio, por la televisión; se organizaban grandes tocadas en salones, sobre todo en la Ciudad de México.
"Entonces era un movimiento que estaba en una ebullición muy promisoria, inclusive con proyección internacional", rememora.Rezago de una década A ese primer movimiento mexicano de rock original en inglés -considerado entonces el idioma del género- se le denominó la "onda chicana", con exponentes de Monterrey, Guadalajara, Reynosa, Puebla y la capital, entre otras ciudades.
La consecuencia lógica, señala Rubli, era un festival de rock como el organizado en 1969 en Woodstock, en el estado de Nueva York. Pero Avándaro, en lugar de catapultar a esta música, la hizo retroceder al menos una década.
"Abruptamente, con Avándaro, debido a esta campaña de desprestigio armada desde las más altas esferas del poder, el rock cae en una etapa de prohibición, de censura y de represión, y la mayoría de los músicos de rock que, por ejemplo, habían actuado en Avándaro, deciden dejar el País; se van a Estados Unidos para nunca más volver. Muchos desarrollaron allá muy buenas carreras como músicos y productores", relata el también autor de Estremécete y rueda: Loco por el Rock & Roll.
Las disqueras, pues, cerraron sus puertas, los eventos se cancelaron, lo mismo que los espacios para presentarse, y el género perdió fuentes de trabajo.
"Es cuando el rock tiene que huir a la clandestinidad. En la Ciudad de México escapó a lo que se conoció como los hoyos funky de la periferia, lugares muy insalubres, poco aptos para tener eventos de rock, y todo eso repercutió en que el rock de la onda chicana como movimiento cultural y musical se viera totalmente frenado", asegura Rubli.
Una represión que, añade, duró más o menos una década.
Es a inicios de los 80 que empieza a reabrirse género en español, impulsado también desde Argentina y España, y paulatinamente comienza a reinsertarse de nuevo en la vida.
"Fue un golpe muy fuerte, porque con esta represión y censura viene un punto de inflexión, el rock se va por otro camino y abandona la tendencia tan ascendente que traía", señala Rubli.
Tras varias notas publicadas, a Rubli le indicaron en el semanario para el que cubrió el evento olvidarse de éste, y por ende del rock, pues buscaban evitarse problemas con Gobernación. Pero, a 50 años, Yo estuve en Avándaro no sólo reivindica al género, sino también a quienes lucharon para mantenerlo, puntualiza el autor del libro.
"Los músicos jóvenes hoy pueden acudir con la mayor naturalidad a grandes eventos de rock, como Vive Latino o los conciertos en el Foro Sol u otros lugares", señala. "Los jóvenes, leyendo este libro, pueden aprender que no todo fue siempre tan fácil y que una generación previa, a la que pueden pertenecer sus abuelos o sus padres, tuvo que luchar a contracorriente para que el rock, a lo largo de las décadas de los 80 y de los 90, después de Avándaro, abriera brecha y pudiera alcanzar lo que tenemos hoy día".La chica misteriosa Las investigaciones de Rubli en el Archivo General de la Nación (AGN) le permitieron descubrir, entre otros datos, la identidad de la joven bautizada como la "Encuerada de Avándaro".
"Estaba tocando el tercer grupo de la noche -fueron once- y en el costado izquierdo de la improvisada tarima, casi un andamio, había unos camiones de mudanzas, y sobre estos personas, entre ellas una chica que comenzó a desnudarse. Hubo mucha algarabía. La retiraron; no se supo quién era. Luego fue bautizada como la célebre 'Encuerada de Avándaro''", evoca.
Unas semanas después del festival, el editor de la revista Piedra Rodante, Manuel Aceves, publicó una entrevista inventada con la supuesta mujer, Alma Rosa Gómez López, regiomontana de 16 años, que, según esta historia, se habría presentado en la redacción para revelar su identidad.
Este nombre fue incluso referido en libros de escritores como José Agustín y Carlos Monsiváis, pero las averiguaciones de Rubli en los archivos de la DFS revelaron que en realidad se llamaba Laura Patricia Rodríguez González; tenía 18 años y era originaria de Guadalajara.
Las autoridades la localizaron para saber si profesaba ideas contrarias al régimen, de acuerdo con un oficio hallado por Rubli con fecha del 18 de septiembre.
"Esto suena ridículo hoy, pero en ese momento era relevante para la Dirección Federal de Seguridad", recuerda el autor.
"En fin que la localizan y le hicieron un interrogatorio, y la conclusión dice que no representa un riesgo para el régimen, puesto que es una persona que vive del vicio y del sexo en la Zona Rosa"....Y alistan festejos Avándaro, Cuando el rock mexicano perdió la inocencia, que publica Ediciones del Lirio con texto de Luis de Llano Macedo, uno de los organizadores del festival, se suma a la conmemoración por los 50 años del mítico encuentro.
Un título que el autor prevé presentar el 11 de septiembre en el Estado de México, justo el día del aniversario.
Por su parte, Ricardo Ochoa, vocalista y guitarrista de Peace & Love, grupo que participó en el festival, organiza un programa de actividades alrededor de la efeméride, que puede consultarse en www.festivalavandaro.com.
También hay planes en la Ciudad de México para reunir en el foro Indie Rocks a músicos que formaron parte del cartel. Los detalles se informarán próximamente.