Cd. de México, México
Wideline, su esposo Nglade y sus hijos Wensley, Kervin, Ruth y Deborah, de 18, 17, 11 y 10 años de edad, respectivamente, llegaron a Tapachula, Chiapas, apenas el pasado 27 de julio. Detrás de ellos, está un recorrido de 11 años residiendo ilegalmente en República Dominicana (2003-2014), siete más en Brasil (2014-2021) y un viaje en este 2021 por Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Honduras y Guatemala para buscar mejorar su futuro. Con un español de acento portugués, Wideline narró desde el interior de la carpa que esperaron tres meses en Chiapas para obtener sus residencias, pero al no lograrlo, decidieron migrar nuevamente, ahora rumbo al centro de México.
"Nuestro plan es llegar aquí (Ciudad de México) para encontrar residencia, pero si no, nos vamos para la frontera. La mejor opción es conseguir documentos, porque no tenemos ayuda, trabajar un poco y más adelante ver cómo podemos entrar a Estados Unidos", dijo Wideline a Grupo REFORMA.
"Es difícil conseguir documentos. En Oaxaca, cuando íbamos a entrar nos dijeron que ahí no nos iban a querer, pero cuando pasamos, nada de eso, todos bien, gracias a Dios, agradecemos a ese pueblo, y en Veracruz igual, no digo que no hubo problemas, pero ese problema de policías, es su orden, hacen su trabajo y, al final, ellos nos ayudan". Su esposo Nglade, menos expresivo y distraído jugando memorama en la colchoneta con sus hijos, coincidió en que su mayor temor era ser rechazados o agredidos por los habitantes del sureste del País, pero, al contrario, fueron recibidos de buena manera en sus traslados. "Teníamos mucha presión cuando llegamos a Oaxaca, miedo al pueblo, pero nos recibieron bien", dijo el padre de familia.
A unos pasos de esta familia, Elizabeth, su esposo y su primo, todos originarios de Escuintla, Guatemala, también tienen como meta llegar a la frontera de México con Estados Unidos, pero para quedarse a trabajar en Tijuana. "Estuvo duro el trayecto de ayer, pero gracias a Dios ya estamos aquí. Nos gustaría descansar dos o tres días, queremos ir a Tijuana, trabajar de lo que sea", expresó. En Guatemala, vendían ropa y otros artículos, pero, afirmó, lo acumulado de las ventas por semana no les alcanzaba para dejar de preocuparse por no poder comprar comida. "El frío aquí es menos, de lo que hemos pasado ya. Todo está bonito, nos han apoyado, nos han dado comida, ropa, colchas, camas, además de mi familia, hay otros chapines acá, desde Tapachula, juntos.
No hay nada de trabajo en Escuintla", comentó. Afuera de esta carpa, ayer había otros viajeros hondureños, nicaragüenses, costarricenses y también guatemaltecos que despertaron entre carpas, lonas y un equipo de servicios médicos listos para realizar pruebas Covid, aplicarles vacunas y darles consultas gratis.
En un recorrido, se observaron que, mientras la mayoría de familias dormía dentro de las carpas blancas, los hombres solteros tenían sus propios espacios en corredores y zona de pastos. Bastaron unas horas para que la mañana del lunes este espacio, ubicado cerca de la Basílica de Guadalupe, registrara trueques de mercancías, baños con tinacos casi a ras de suelo y hasta cortes de cabello. Keneth Jonathan Castro, de Costa Rica, explicó que con 40 pesos por corte de cabello le alcanza para costear sus traslados en esta caravana que desde octubre abandonó Chiapas. "Todavía sigo aprendiendo, eh, todavía, me falta, pero que la gente vea que queremos trabajar, yo pienso que 40 pesos no es caro, afuera está más caro, y hacemos un beneficio aquí, cómo ves el corte, sigo aprendiendo, eh", expresó el centroamericano mientras movía sus tijeras al ritmo de reguetón. De acuerdo con autoridades capitalinas, se prevé que esta caravana se albergue por lo menos tres días más en este sitio de la Alcaldía Álvaro Obregón, a la espera de obtener un diálogo con autoridades capitalinas y de Gobernación federal.