Realizan funeral de Joan Sebastian a puertas abiertas

Música de banda a todo volumen, comilona para invitados y vecinos e innumerables condolencias y anécdotas acompañaron a Joan Sebastian en el primero de cuatro días de su despedida de cuerpo presente, en el Rancho Cruz Grande.

Como lo marca la tradición de su pueblo natal, Juliantla, y de las rancherías y haciendas aledañas, en el funeral sonaron piezas folclóricas nacionales y de la autoría de El Poeta del Pueblo, a cargo de la banda que lo acompañó en sus giras.Desde la madrugada de ayer, el picadero donde entrenan los caballos fue acondicionado como capilla ardiente. El velorio reunió ahí a familiares y amigos, cerca de la habitación donde el músico dio el último suspiro el lunes a las 19:15 horas, rodeado de sus hijos, luego de pelear contra un cáncer de huesos por 16 años.El mejor homenaje que le puede hacer la gente es no olvidarlo. Que ponga sus canciones y que los niños que nazcan este año, o en cinco más, conozcan su música, dijo Federico Figueroa, hermano y quien fungió como su manager y gerente de negocios ecuestres. A quienes llegaron muy temprano, la familia les ofreció chilaquiles, frijoles y café. Parientes, empleados del lugar, visitantes, prensa... todos compartieron tortillas y pan dulce servidos por decenas de meseros. De comida hubo guisados, tortillas recién hechas, gorditas, aguas y refrescos. Eso sí, a la hora de pasar ante el féretro no podían usar cámaras.En taxi, autobús, coches y hasta caballo llegaron cientos de vecinos de Guerrero, Morelos y el DF a despedirse. Entraron formados, muchos con ramos de flores, y varios le dieron la bendición y se persignaron ante el féretro.José Manuel Figueroa, primogénito de Joan, llegó de madrugada.Julián, hijo de José Manuel Figueroa Figueroa (nombre real de Joan) y Maribel Guardia, y en cuyos brazos murió el cantante, permaneció muy cerca del ataúd, al igual que José Manuel y Sergio Goyri. La costarricense llegó pasadas las 16:30 horas, con su marido, Marco Chacón.Al pie del cajón, al intérprete de Tatuajes le pusieron su guitarra favorita.Al cierre de esta edición, se calcula que 3 mil personas habían dado el último adiós; había comida para el doble.