México se unió al FMI desde su creación, que se dio a finales de la Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de reconstruir las economías del mundo con un acuerdo entre 45 naciones interesadas en establecer un marco de cooperación económica para evitar crisis como la que provocó la Gran Depresión en la década de 1930.
Tiene su sede en Washington, Estados Unidos, así como su propia moneda, que es un activo de reserva internacional conocido como DEG (Derechos Especiales de Giro), la cual puede complementar las reservas de los países asociados y pueden intercambiarlos de manera voluntaria. Sin embargo, el fondo no se manda solo, ya que la instancia máxima de su estructura organizacional es la Junta de Gobernadores, integrada por un gobernador y un suplente de cada uno de sus países miembro, quien por lo general es el titular del banco central o el ministro de Hacienda.
La junta se congrega una vez al año en el marco de las Reuniones anuales de otoño del FMI y el Banco Mundial (BM). Además, hay un Directorio Ejecutivo que se encarga de supervisar las operaciones cotidianas del fondo, integrado por 24 miembros de los países. El FMI tiene además una directora gerente, en este caso se trata de Kristalina Georgieva, quien es la jefa del personal técnico y presidenta del Directorio Ejecutivo, y quien se apoya de cuatro subdirectores gerentes. Para hacer el seguimiento de las naciones, cuenta con cinco departamentos regionales, los cuales están divididos por continentes: África, Asia y el Pacíco, Europa, Oriente Medio y Asia Central, y el Hemisferio Occidental que abarca todos los países de la América, entre ellos México.