LIMA
Pedro Castillo será el primer mandatario de origen campesino en 200 años de independencia y asume el cargo en un momento en que el país sigue azotado por el nuevo coronavirus y luego de semanas de tensión política por acusaciones de su rival de un fraude electoral que no se comprobó.
El triunfo de Castillo es un giro a la izquierda tras 30 años de gobiernos amigos del libre mercado y es recibido con desconfianza por los inversionistas y dudas de algunos analistas sobre el rumbo que llevará su nuevo gobierno.
“No tenemos claras sus principales líneas de política”, dijo Claudia Navas, analista de la firma global Control Risk. “Prevemos que, debido a la situación política del país, Castillo deba mantener una posición mucho más pragmática de lo que él ha anunciado durante la campaña”.
A su juramentación asistirá el Secretario de Educación de Estados Unidos Miguel Cardona, quien también fue profesor de primaria; el rey de España Felipe VI y varios presidentes de Sudamérica, entre ellos los mandatarios de Chile, Sebastián Piñera; de Colombia, Iván Duque; de Ecuador, Guillermo Lasso, de Argentina, Alberto Fernández y de Bolivia, Luis Arce.
Sin sacarse su clásico sombrero, Castillo se reunió de forma breve con el rey de España y con el mandatario de Ecuador y Chile. A la salida de ambos el presidente electo no dio declaraciones.
Sus planes concretos son aún un enigma, pero apoya la reescritura de la Constitución de 1993 para impulsar una presencia más activa del estado en actividades económicas en un país rico en minerales y que es el segundo exportador mundial de cobre, plata y el sexto en oro. El profesor de escuela primaria rural ha dicho que sus prioridades son mejorar la educación, salud y la agricultura.
Ha moderado sus primeras propuestas sobre nacionalizar multinacionales mineras. Su asesor económico, Pedro Francke, afirmó a inicios de mes que evalúan subir los impuestos a las ganancias mineras debido a los altos precios mundiales del cobre, que superan los 10.000 dólares la tonelada.
Su gobierno no tendrá mayoría en el Parlamento unicameral de 130 legisladores que será dirigido por una coalición opositora. Castillo no cuenta con los votos suficientes para iniciar un proceso para cambiar la Constitución y que empieza por modificar un artículo de la actual carta magna para incluir que ésta puede ser reescrita mediante una Asamblea Constituyente.
Recibe un país que apenas ha salido de la unidad de cuidados intensivos por el impacto del virus. Con millones de desempleados, miles de pequeñas empresas quebradas y con el retiro de unos 13.000 millones de dólares de los bancos locales por la incertidumbre política, según cálculos oficiales.
Enrique Castellanos, profesor de economía de la universidad peruana del Pacífico, dijo a la radio local RPP que Castillo debe construir confianza en los empresarios. “La confianza toma tiempo mantener y se va muy rápido”, indicó.
La confirmación de su triunfo en el balotaje del 6 de junio se detuvo por casi mes y medio debido a que su rival la derechista Keiko Fujimori, hija de encarcelado expresidente Alberto Fujimori (1900-2000), pidió anularle miles de votos para revertir su victoria acusándolo de un fraude que nunca pudo probar.
El 19 de julio, luego que el Tribunal Electoral lo proclamó presidente, el profesor de escuela rural dijo en su cuenta de Twitter que llegó el momento “de llamar a todos los sectores de la sociedad para construir unidos, en este Bicentenario, un Perú inclusivo, un Perú justo, un Perú Libre. Sin discriminación y por los derechos y todos y todas”.
Los expertos afirman que es el primer mandatario de origen campesino que llega a la presidencia en 200 años de independencia republicana en un país que fue colonia de España entre 1542-1821 y donde hasta ahora los indígenas reciben casi siempre lo peor de los deficientes servicios públicos de una nación que se jactó de ser la estrella económica de América Latina en el siglo XXI.
Su triunfo no ha sido recibido con agrado por la élite peruana y los empresarios lo miran con desconfianza. El premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, afirmó que Castillo “representa la desaparición de la democracia y la libertad en el Perú”, mientras que Fujimori dijo que su victoria es “ilegítima” y traerá “graves consecuencias en nuestro país”.
A diferencia de otros sindicalistas que antes de llegar a la presidencia fueron diputados, como Evo Morales en Bolivia o Luiz Inácio Lula da Silva, que se postuló tres veces antes de gobernar Brasil, Castillo alcanzó el máximo cargo en su primera apuesta, sin haber ejercido cargos públicos.
En 2017 Castillo lideró la mayor huelga de maestros en 30 años en busca de mejores sueldos y, aunque no logró mejoras sustanciales, se sentó a conversar con ministros, legisladores y burócratas. Así empezó a entender el mecanismo interno de las negociaciones con el poder.
En 20 años los peruanos fueron testigos que la experiencia o los títulos universitarios de sus cinco expresidentes no sirvieron para luchar contra la corrupción, el problema que más preocupa después del coronavirus, según los sondeos. Todos los exmandatarios están investigados por la fiscalía por posibles coimas ligadas a obras de infraestructura de la constructora Odebrecht u otras empresas.
El expresidente de Bolivia Evo Morales, que llegó invitado a la juramentación, se reunió en la víspera con Castillo y más tarde dijo a periodistas que no tenía nada que aconsejar al mandatario electo.
“No hemos estudiado en Harvard, ni en Lovaina, ni en el Comando Sur de los Estados Unidos...la lucha sindical nos ha enseñado qué tan importante es tener una conciencia social pensando en la gente más humilde”.