Ciudad de México
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien tiene como frase emblemática “por el bien de todos, primero los pobres”, es uno de los que menos gasto social destina en América Latina al combate de la pobreza en términos proporcionales: apenas 10.4% del PIB.
Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) correspondientes a 2020, Brasil y Chile, que tienen gobiernos de orientación conservadora, invierten el doble que México en desarrollo social, con el equivalente a 22.5% y a 20.2% del PIB, en formarespectiva.
En la región, sólo Honduras, Guatemala y Haití tienen un gasto social menor que el de México como porcentaje del producto nacional.
De acuerdo con las cifras de la Cepal, la inversión más alta que se ha hecho en México para combatir la pobreza no ha ocurrido en este gobierno, sino en el pasado, en el bienio 2015-2016, cuando el gasto social llegó a 11.6% del PIB.
Máximo Jaramillo-Molina, doctor en ciencias sociales por el Colegio de México, dice a Proceso que, contrario a lo que hicieron otros gobiernos de la región frente a la pandemia de Covid-19, el de López Obrador optó por no incrementar de manera sustancial el gasto social para paliar el impacto de la crisis en millones de familias vulnerables.
El director del Instituto de Estudios sobre Desigualdad (Indesig) explica que hay una creencia generalizada, derivada del discurso del presidente a favor de los pobres, de que en este gobierno el gasto social ha llegado a extremos nunca antes vistos, “pero esto no es así”.
Un estudio del investigador indica que durante los tres primeros años de este sexenio (2019-2021) el gobierno ejecutó un gasto de 3.51 billones de pesos en los programas sociales del Bienestar, mientras que en los tres primeros años del sexenio anterior (2013-2015) el gasto en los programas del gobierno de Peña fue 6.9% mayor al totalizar 3.75 billones de pesos.
De acuerdo con el académico, las cifras, estimadas en millones de pesos a precios constantes de 2021 a partir de datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), indican que “el supuesto de que López Obrador desarrolla la política social más ambiciosa de la historia del país es un mito”.
La realidad, señala, es que el gasto que ejerció el gobierno federal en programas sociales el año anterior (1.18 billones de pesos) es 8% menor que el máximo histórico alcanzado en 2015, que fue de 1.26 billones de pesos, esto a pesar de que en 2019, primer año de la actual administración, el presupuesto de programas sociales federales subió 7% respecto a 2018, y aunque cayó en 2020, en 2021 volvió a aumentar 1.3% y se espera un nuevo incremento en las ejecuciones de este año.
Sólo los recursos del programa de Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores aumentarán 76% en 2022.
Jaramillo-Molina afirma que el significativo aumento presupuestal a las pensiones para adultos mayores, que se han semiuniversalizado, se ha hecho a costa de drásticas reducciones a otros programas.
“Hubo una recomposición en la que se quitó mucho presupuesto a programas que no eran de transferencias monetarias pero que sí beneficiaban a los hogares más pobres, como Prospera y los destinados a las áreas rurales y a los pueblos indígenas. Muchos programas sociales (28 en 2021) desaparecieron o se fusionaron”, indica el especialista en equidad social de la London School of Economics and Political Science.
Sostiene que la universalización de programas sociales, como las pensiones a adultos mayores, es una vía para atacar la inequidad, “siempre y cuando no se haga con presupuesto que le quitas a otros programas”.
CONFERENCIA MAÑANERA
En su conferencia matutina del pasado miércoles 2, López Obrador dijo que si bien por la pandemia del covid-19 hay menos crecimiento económico (el PIB acumuló una contracción de -3.4% en los primeros tres años de gobierno), hoy en México “hay más igualdad, ahora le está llegando más a los pobres que antes”.
En realidad, en el actual gobierno las ayudas sociales están llegando menos a los pobres y más a las clases medias y altas, según datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) que realiza cada dos años el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
En el trabajo ¿Primero los pobres?: Cambios recientes en el impacto de las transferencias monetarias sobre la pobreza en México, Jaramillo-Molina señala que esos datos muestran que los aumentos de las transferencias monetarias directas en este sexenio han beneficiado “sobre todo, a los hogares menos pobres, mientras que los más pobres reciben menos que antes”.
Condicionaban transferencias
- Al hacer una comparación de los programas del Bienestar y los que se aplicaron en los sexenios pasados –desde Solidaridad con Salinas hasta Prospera con Peña, pasando por Progresa con Ernesto Zedillo y Oportunidades con Fox y Calderón-, el director del Indesig dice que estos últimos se caracterizaban por condicionar las transferencias
- “De hecho, se les criticaba por esa idea neoliberal de que las personas pobres necesitan ciertos condicionamientos (como educarse y hacerse chequeos de nutrición y salud) para que puedan romper el ciclo de la pobreza y dejen de depender del Estado”, explica Jaramillo-Molina
- En su momento, indica, se propuso crear un ingreso básico universal para que los hogares pobres recibieran transferencias monetarias sin ninguna condicionalidad, con montos que dependerían del tamaño de la familia, del número de hijos menores de edad y de las labores del cuidado de las mujeres
- “Pero este gobierno –asegura– no dio ese paso porque no hay dinero o porque no quiso ampliar significativamente el gasto social. Lo que hizo fue semiuniversalizar las pensiones, pero quitando recursos a otros programas”
- Esto, señala el doctor en ciencias sociales, no quiere decir que los programas anteriores fueran más eficientes que los actuales –de hecho no lo eran, a juzgar por los deplorables resultados en la lucha contra la marginalidad social–, pero sí llegaban a más personas pobres