Muchos esperaban el martes que Francisco Sagasti se convierta en símbolo de la esperanza.
“En mis 63 años nunca he visto un buen presidente”, dijo Víctor Mezzarina, que trabaja en el centro de Lima cambiando la moneda peruana, el sol, por dólares. “Espero que éste sea diferente.”
Perú está saliendo de su peor crisis política en dos décadas. La decisión del Congreso de derrocar al popular expresidente Martín Vizcarra la semana pasada provocó protestas generalizadas. El sucesor, un político poco conocido y cultivador de arroz, duró apenas seis días, pero había esperanza de que Sagasti guiara a Perú de nuevo por el camino correcto.
El centrista de 76 años pasó las primeras horas, después de haber sido votado el lunes como jefe del Congreso, visitando los hospitales donde se recuperaban los manifestantes heridos y prometiendo hacer todo lo que estuviera a su alcance para restaurar la confianza en el gobierno.
“Haremos todo lo posible para devolver la esperanza”, dijo.
Sagasti, ingeniero de profesión, asumirá la presidencia de Perú porque Merino no tenía vicepresidente, lo que lo convierte en el siguiente en la línea. Es un respetado académico cuyos trabajos incluyen un libro titulado “Democracia y buen gobierno”. En 1996 fue uno de los rehenes del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru en la residencia del embajador japonés en Lima.
Una biografía en el sitio de internet de Sagasti dice que trabaja mientras escucha música clásica, ha estado casado tres veces y guarda un pedazo de cartón de una caja de agua mineral con las firmas de sus antiguos captores en una pared.
“Fue una experiencia interesante”, dice de su cautiverio en el texto.
Sin embargo, para muchos peruanos es un relativo desconocido, uno más en la constante sucesión de presidentes que ha provocado frustración, confusión y ansiedad. El hombre que los peruanos eligieron en 2016 --Pedro Pablo Kuczynski-- se suponía que estaría en el poder hasta 2021. No obstante, los escándalos de corrupción y los choques con el Congreso han llevado al poder a tres y con Sagasti serán cuatro los líderes que hayan dirigido el país antes que expire el mandato.
“Para mí son todos iguales”, dijo Ernesto Minaya, un lustrabotas de 52 años. “No lo conozco.”
Los cuadras que rodean el palacio legislativo estaban en calma el martes por la tarde, aunque en las cercanías había varios autobuses llenos de policías antidisturbios en espera. En ciudades de todo el país, los peruanos rindieron homenaje a dos jóvenes que murieron en las protestas, pero no hubo clamores fuera de las puertas del Congreso contra el próximo presidente.
Sagasti votó en contra de la expulsión de Vizcarra, una medida que probablemente le gane al menos algo de apoyo de los que salieron a las calles a protestar. A diferencia de Vizcarra, también tiene un partido que lo representa en el Congreso. Los analistas creen que el Congreso seguirá tratando de obstaculizar cualquier reforma importante, en particular para combatir la corrupción, pero le será más difícil destituirlo.
Los legisladores utilizaron una cláusula del siglo XIX para destituir a Vizcarra por “incapacidad moral”, acusándolo de aceptar sobornos hace años cuando era gobernador. Vizcarra niega las acusaciones. El Tribunal Constitucional está evaluando si el Congreso actuó legalmente. Su fallo no es retroactivo, pero podría tener influencia en el futuro.
Para muchos la crisis fue una muestra flagrante de por qué el sistema político de Perú necesita una reforma. El Congreso está lleno de pequeños partidos políticos fracturados. Muchos de los políticos tienen poca experiencia y cerca de la mitad están siendo investigados, pero también ejercen un enorme poder y pueden derrocar al presidente con una mayoría de dos tercios de los votos.
Los peruanos han perdido la confianza en los políticos en un país en el que todos los expresidentes vivos están siendo investigados o han sido acusados de corrupción.
Al leer los titulares de la prensa sensacionalista el martes, Ana Lizardo, de 61 años de edad, dijo que se sentía cautelosamente optimista en cuanto a que Sagasti podría ser una ruptura con el pasado.
“A mi edad he visto muchos presidentes y todos han sido corruptos”, dijo. “Espero que él sea mejor”.