Persistente Covid en hospitalizados

Presentan una variedad de ‘autoanticuerpos’ hasta seis meses después de recuperarse

Justyna Fert-Bober y la doctora Susan Cheng están entre los investigadores del Centro Médico Cedars-Sinai de Los Ángeles que descubrieron que algunas personas que habían tenido Covid-19, incluidos casos asintomáticos, presentan una variedad de esos “autoanticuerpos” hasta seis meses después de recuperarse. Algunos son los mismos encontrados en personas con enfermedades autoinmunes.

Otra posibilidad es que diminutos coágulos sanguíneos sean un factor en el Covid persistente. Muchos pacientes de Covid-19 desarrollan niveles elevados de moléculas inflamatorias que fomentan unos coágulos anormales. Eso puede provocar coágulos en todo el cuerpo que provocan infartos cerebrales, ataques cardiacos y peligrosas obstrucciones en piernas y brazos.

En su laboratorio en la Universidad de Stellenbosch, Sudáfrica, la científica Resia Pretorius ha encontrado microcoágulos en las muestras de sangre de pacientes de Covid-19 y en personas que después desarrollaron Covid persistente. También encontró altos niveles de proteínas en el plasma sanguíneo que impedían la desintegración normal de esos coágulos.

Ella cree que estas anomalías persisten en muchos pacientes tras la infección inicial de coronavirus y que reducen la distribución de oxígeno a las células y a tejidos de todo el cuerpo, lo que provoca la mayoría, si no todos los síntomas asociados al Covid persistente.

Aunque no hay una lista cerrada de síntomas que definan este mal, los más habituales son fatiga, problemas de memoria y razonamiento, pérdida de gusto y olfato, insuficiencia respiratoria, insomnio, ansiedad y depresión.

Algunos de estos síntomas podrían aparecer en un principio durante una infección inicial, pero continuar o reaparecer un mes o más tarde. También pueden aparecer otros nuevos que se prolongan durante semanas, meses o más de un año.

Como muchos de los síntomas pueden presentarse con otras enfermedades, algunos científicos cuestionan si el coronavirus es siempre el detonante. Los investigadores confían en que su trabajo ofrezca respuestas definitivas.

El COVID persistente afecta a adultos de todas las edades y también a niños. Los estudios muestran que es más prevalente entre personas que fueron hospitalizadas, aunque también afecta a una parte significativa de los que no lo fueron.

Cuando la auxiliar de vuelo retirada Jacki Graham tuvo COVID-19 al principio de la pandemia, no estuvo tan mal como para ir al hospital. Pero meses más tarde, sufría insuficiencia respiratoria y taquicardias. No tenía gusto ni olfato. Se le disparó la tensión.

En otoño de 2020 estaba tan agotada que después de su yoga matutino tenía que volverse a la cama.

“Soy una madrugadora, de modo que levantaba y me forzaba a mí misma, pero después ya no podía hacer nada más ese día”, dijo Graham, de 64 años y residente de Studio City, California. “Hace seis meses, le habría dicho que el COVID me había arruinado la vida”.

Hogan, la enfermera de Nueva York, tampoco fue hospitalizada por COVID-19 pero se ha debilitado desde su diagnóstico. Su esposo, un veterano discapacitado, y sus hijos de 9, 13 y 15 años enfermaron poco después y sufrieron fiebre, dolor de estómago y debilidad durante aproximadamente un mes. Luego, todos parecieron encontrarse mejor hasta que aparecieron nuevos síntomas.

Los médicos de Hogan creen que anomalías autoinmune y un desorden preexistente del tejido conectivo que provoca dolor en las articulaciones podrían haberla hecho propensa a desarrollar el mal.

 

POSIBLES RESPUESTAS

No hay tratamientos específicos aprobados para el COVID persistente, aunque algunos pacientes obtienen alivio de analgésicos, medicamentos para otros problemas de salud y fisioterapia. Pero podría haber más ayuda por llegar.

La inmunobióloga Akiko Iwasaki estudia la esperanzadora posibilidad de que la vacunación contra el COVID-19 pueda reducir los síntomas del COVID persistente. Su equipo en la Universidad de Yale colabora con un grupo de pacientes llamado Survivor Corps en un estudio que implica vacunar a pacientes no vacunados de COVID persistente como posible tratamiento.

Iwasaki, que también es investigadora del Instituto Médico Howard Hughes, que apoya al Departamento de Salud y Ciencia de Associated Press, dijo que realizaba ese estudio porque grupos de pacientes habían registrado mejoras en los síntomas de COVID persistente de algunas personas tras recibir las vacunas.

Una de las participantes del estudio, Nancy Rose, de 67 años y residente en Port Jefferson, Nueva York, dijo que muchos de sus síntomas habían remitido tras la vacuna, aunque aún tenía brotes de fatiga y pérdidas de memoria.

Dos estudios publicados hace poco, uno estadounidense y otro israelí, ofrecían pruebas preliminares de que vacunarse antes de infectarse de COVID-19 ayudaría a impedir la enfermedad persistente o al menos reducir su gravedad. Los dos estudios se hicieron antes de que apareciera la variante ómicron.

Ninguno se ha publicado en una revista con revisión de pares, aunque expertos externos dicen que los resultados son alentadores.

En el estudio israelí, unos dos tercios de los participantes recibieron una o dos dosis de Pfizer, y los otros se quedaron sin vacunar. Los que habían recibido dos dosis eran al menos la mitad de propensos que el grupo sin vacunar a reportar fatiga, dolor de cabeza, debilidad muscular y otros síntomas habituales del COVID persistente.