JERUSALÉN.
Una alianza de partidos árabes en Israel acabó por romperse el jueves, creando la posibilidad de que un pequeño partido islamista pudiera tener la clave para que el primer ministro Benjamin Netanyahu permanezca en el cargo y evite ser enjuiciado bajo cargos de corrupción.
La alianza de cuatro partidos árabes Lista Conjunta, que obtuvo un récord de 15 escaños en las elecciones celebradas el año pasado, acabó por dividirse durante la noche: tres de ellos competirán juntos, mientras que la Lista Árabe Unida, un partido islamista liderado por el parlamentario Mansour Abbas, competirá por su cuenta.
Uno de los principales motivos de la división fue la apertura de Abbas a trabajar con Netanyahu u otros líderes israelíes para abordar problemas de larga data, como la delincuencia y la vivienda en la comunidad árabe de Israel, que representa alrededor del 20% de su población.
Se espera que el partido de Abbas gane sólo algunos escaños en el Parlamento de Israel, la Knéset, pero en una elección reñida en la que el ganador debe reunir una coalición de 61 escaños, podría emerger como un inesperado hacedor de reyes. Las encuestas muestran que el Likud de Netanyahu ganará la mayor cantidad de escaños, pero que se quedará un poco por debajo para obtener una coalición gobernante. Incluso un par de asientos pueden ser suficientes para marcar la diferencia.
“Teniendo en cuenta el estancamiento político, cualquier partido árabe podría desempeñar el papel de equilibrio... a cambio de beneficios para la sociedad árabe”, opinó Arik Rudnitzky, investigador del Instituto de Democracia de Israel. “Esta es la principal consideración política del movimiento islámico”.
Más tarde el jueves, dos candidatos de izquierda, el alcalde de Tel Aviv, Ron Huldai, y el miembro de la Knéset Ofer Shelah abandonaron la contienda electoral. Huldai, el antiguo alcalde de la metrópolis secular del país, había lanzado un partido nuevo con gran fanfarria a fines del año pasado. Se espera que su partida ayude a los partidos de izquierda Laborista y Meretz a consolidar su apoyo.
En el lado opuesto del espectro político de Israel, el partido religioso sionista unió fuerzas con Poder Judío, una pequeña facción compuesta por los herederos del difunto rabino Meir Kahane, cuyo ilegalizado partido Kach defendía la expulsión forzosa de palestinos y el establecimiento de una teocracia judía. Los dos partidos se unieron en un intento por juntar votos y superar el umbral electoral del 3,25%.