BRATISLAVA, Eslovaquia
Francisco llegó al palacio presidencial con un semblante bueno y descansado en la segunda jornada de su periplo de cuatro días que dio inicio en Hungría y concluiría en Eslovaquia, en su primera gira internacional desde que le efectuaron en julio a una cirugía intestinal.
“Sigo vivo”, dijo el papa en broma cuando un periodista italiano le preguntó cómo se sentía cuando caminaba por una rampa a su ingresar a la catedral para reunirse con sacerdotes y monjas de Eslovaquia. Ahí también hizo varios chistes en un indicio de su buen ánimo.
Francisco, de 84 años, continúa recuperándose de la operación en la que le retiraron 33 centímetros (13 pulgadas) de colon debido a lo que el Vaticano describió como un severo estrechamiento del intestino largo. Parece estar en buena forma aunque el domingo utilizó un carrito de golf para desplazarse durante una jornada difícil en Budapest, donde limitó su andar y pronunció varios discursos sentado.
El lunes en Bratislava, el papa dijo a Zuzana Caputova, la primera mujer presidenta de Eslovaquia, que la pandemia de coronavirus ha sido la prueba más grande en la historia reciente y de la que debe aprenderse una lección para el futuro.
“Nos ha enseñado qué fácil es, aun cuando estamos todos en el mismo barco, retraernos y pensar sólo en nosotros mismo. Por el contrario, partamos hacia la cuenta de que todos somos frágiles y nos necesitamos unos a otros”.
En un mensaje al pueblo eslovaco escrito en el libro de honor del palacio, Francisco escribió que llegaba como peregrino a Bratislava y oraba porque el país pudiera convertirse en un “mensaje de fraternidad y paz en el corazón de Europa”.
Como parte de sus visitas a diversas partes en Eslovaquia, Francisco pasará el lunes en Bratislava, donde una actividad importante de su visita será su asistencia a una reunión en el monumento al Holocausto, construido en el lugar en el que una sinagoga fue destruida por el régimen comunista en la década de 1960.
El domingo, exhortó a cristianos y judíos a que trabajen juntos para frenar el aumento del antisemitismo en Europa. “Es un fusible que no debemos permitir que se queme”, agregó.
Eslovaquia se independizó de Checoslovaquia el 14 de marzo de 1939 y se convirtió en un Estado títere de los nazis en el que el político y sacerdote católico romano Jozef Tiso fue presidente del país.
Durante el régimen de Tiso, el país adoptó estrictas leyes antijudías y deportó a unos 75.000 judíos a los campos de exterminio nazis donde perecieron unos 68.000 de ellos. Tiso fue sentenciado a muerte y colgado en 1947.
En la actualidad, unos 5.000 judíos viven en Eslovaquia, un país mayoritariamente católico de 55, millones de habitantes al que gobierna una coalición de cuatro partidos de centro-derecha.
Apenas la semana pasada, el gobierno se disculpó formalmente por las leyes raciales que despojaron a los judíos locales de sus derechos civiles y humanos, les impidieron acceder a la educación y autorizaron la transferencia de sus propiedades a propietarios no judíos.
Con motivo del 80mo aniversario del “Código Judío” impuesto el 9 de septiembre de 1941, el gobierno dijo el 8 de septiembre en un comunicado “sentir hoy día una obligación moral de manifestar públicamente su pesar por los crímenes cometidos por el régimen pasado”.
El código era considerado una de las leyes antijudías más severas impuestas en Europa durante la guerra.
En Eslovaquia existe el Partido Popular Nuestra Eslovaquia, de extrema derecha, que ha tenido miembros en el Parlamento eslovaco desde 2016.
El partido defiende abiertamente el legado del Estado títere nazi eslovaco de la Segunda Guerra Mundial. Sus miembros hacen el saludo nazi y quieren que Eslovaquia se salga de la Unión Europea y la OTAN.