Pandemia obliga a un Acción de Gracias muy diferente en EEUU

Vivian Zayas no puede evitar mirar las fotografías del Día de Acción de Gracias de 2019

Vivian Zayas no puede evitar mirar las fotografías del Día de Acción de Gracias de 2019, cuando su madre cocinó una gran olla de arroz con frijoles y entonces se sentó al borde de la mesa. Eso fue antes de que nadie escuchara sobre el nuevo coronavirus y antes de que el COVID cobrara la vida de la costurera retirada. Ana Martínez murió a los 78 años el 1 de abril cuando se recuperaba de una operación en la rodilla en un hogar de ancianos.

Este jueves la familia se alistaba para tener su cena tradicional de pavo, boniato, habichuelas y arroz con frijoles, pero Zayas va a retirar una silla de su mesa en su casa en Deer Park, Nueva York, y va a colocar en su lugar la andadera de su madre, como recordatorio.

“Es un doloroso Acción de Gracias. Uno ni siquiera sabe si debe celebrar”, dice Zayas. “Es un tiempo solitario”.

Los estadounidenses están celebrando el feriado el jueves en medio de una pandemia que no afloja y que ha causado la muerte de más de un cuarto de millón de personas en Estados Unidos.

Pavos y pasteles seguirán saliendo de los hornos, el fútbol americano seguirá en las pantallas, las familias aún agradecerán y conversarán animadamente sobre política, pero este feriado ha sido alterado grandemente luego de meses llenos de dolor y penurias: muchas celebraciones llevan la carga de la muerte de seres queridos, otras han sido canceladas o reducidas, ante el aumento de las infecciones.

Llamadas por Zoom y FaceTime se han vuelto típicas para conectarse con familiares que no quieren viajar. Muchos menos voluntarios están ayudando en las cocinas para pobres o centros comunitarios. Un departamento de salud en Utah ha estado entregando cajas de comida a residentes que están infectados con el virus y no pueden ir de compras. Un hogar de ancianos en Nueva York está ofreciendo visitas en auto para familiares de residentes que no desean pasarse el feriado a solas.

“Los feriados son más duros”, dijo Harriet Krakowsky, una residente de 85 años del Hogar Hebreo en Riverdale, Nueva York, y quien extraña las grandes celebraciones de Acción de Gracias de años previos y que ha perdido a vecinos y amigos en la pandemia. “Yo lloro, pero lo supero. Tenemos que seguir”.

En un Día de Acción de Gracias normal, Kara McKlemurry y su esposo se habrían ido en auto desde su casa en Clearwater, Florida, a visitar familiares en uno de dos sitios: la casa de la familia del esposo en otra parte del estado o la casa de familiares de ella en Alabama. Este año, McKlemurry le informó a su familia que no habría visitas, debido a la pandemia. Y cuando los padres de su esposo ofrecieron visitarlos, la pareja dijo que mejor no.

Ella y su esposo no querían infectar a nadie ni contraer el virus.

No todo el mundo siguió ese ejemplo. Millones de estadounidenses compraron boletos para volar a alguna parte para el feriado, atestando aeropuertos pese a ruegos de las autoridades de evitar viajes y reuniones.

Aun así, McKlemurry, de 27 años, quería hacer algo único para marcar este feriado inusual, algo que les dejara saber a todos que ella y su esposo se sentían afortunados este año.

Así que, una semana antes del Dia de Acción de Gracias, armada con bolígrafos de colores y pegatinas de lechuzas con bufandas, ella escribió notas de gratitud para cada miembro de la familia.

“Estamos muy agradecidos que estés en nuestras vidas”, escribió en una tarjeta con un dibujo, “aunque no podamos estar juntos este año para los feriados”.

En Washington, la capital, el centro de convenciones está vacío, a diferencia de años previos, cuando los voluntarios trabajaban para servir cenas a unas 5.000 personas. En la era del distanciamiento social, ese evento auspiciado tuvo que ser reinventado.

Antes del feriado, los organizadores entregaron a 20 organizaciones sin fines de lucro 5.000 bolsas, cada una con accesorios invernales, desinfectante de manos y una mascarilla, así como 5.000 cajas que incluían un sándwich de pavo, condimentos, ensalada de papa, una galletita y cubiertos.

De principio a fin, el Día de Acción de Gracias es diferente este año para Jessica Franz, una enfermera que trabaja de noche en el Olathe Medical Center, en un suburbio de Kansas City, Kansas.

Para empezar, Franz, de 39 años, celebra sin su suegra, Elaina Franz, quien falleció a causa del COVID-19 el 10 de noviembre, apenas un día antes de su cumpleaños 78. En años previos, la suegra, que era menonita, preparaba un banquete para sus hijos y nietos. En el trabajo de Franz, en un año típico, los empleados llevaban comida de sus casas para compartir.

Nada de eso sucederá este año.

La familia va a realizar las festividades con ayuda de Zoom y FaceTime. Ha sido duro para sus hijas, de 2, 8 y 11 años. La hija del medio fue expuesta al coronavirus en su escuela y está en cuarentena hasta el 3 de diciembre y su hija mayor está sufriendo con la idea de una celebración tan reducida.

“Tuvimos una buena conversación, que fue: ‘Este año pudiera ser diferente y eso está bien. Es solo un año. Si las cosas son diferentes y eso significa que podemos ver a el resto de la familia el año próximo, está bien’”, dijo Franz.

La reunión de Acción de Gracias en la casa de David Forsyth en el sur de California, en tanto, tiene un tono único este 2020: pruebas rápidas de coronavirus a la entrada para determinar quién sí entra.

El costo es de 1.000 dólares por 20 pruebas, que consisten de un pinchazo en un dedo y poner una gota de sangre en una placa. Diez minutos después, los resultados muestran si la persona es negativa, positiva o tiene anticuerpos.

Normalmente, entre 15 y 20 personas acuden a las cenas de Acción de Gracias de la familia en Channel Islands Harbor, pero este año, solamente habrá ocho: Forsyth, su esposa, los cuatro hijos adultos de ésta y las compañeras de dos de ellos.

Su esposa comenzó a cocinar el martes. Planea servir una sopa fría de pepinos de entrada y varios aperitivos. Los hijos llevarán platos adicionales. El pavo es el plato principal. Pudiera haber champán.

Forsyth no ha visto a su familia mucho durante la pandemia, pero quería celebrar el feriado con las precauciones debidas.

“La gente está tratando de llevar una vida normal”, dijo. “Pero, como sabes, con la segunda ola ahora no es una mala idea estar preparados”.

Kerry Osaki añora ver a sus nietos, sin mascarillas, y abrazarlos, pero en lugar de ello él y su esposa están celebrando a solas.

La madre de Osaki, Rose, de 93 años y que vivía con la pareja en el condado Orange, en California, murió por el virus luego que los tres se enfermaron.

Al fallecer la madre, Osalim de 67 años y su primo decidieron no reunirse como es usual en el feriado. Su esposa, Lena Adame, normalmente se pasa el feriado cocinando pavo con sus familiares, pero algunos se contagiaron del virus en sus trabajos, así que la pareja decidió no hacer eso tampoco.

“Ha sido un año largo y a veces triste”, dijo.

En Ogden, Utah, Evelyn Maysonet salió al portal de su casa el martes por la mañana para encontrarse con cajas llenas de comida enlatada, postres y un pavo. Della ha estado en aislamiento con su esposo y su hijo desde que los tres dieron positivo de coronavirus.

No han podido salir a comprar comida, así que se alegraron mucho al recibir el paquete del departamento de salud y la oportunidad con ello de mantener lo que más aprecian.

“Siempre que tengas una vida y estés vivo, aprovéchalo al máximo con tu familia”, dijo Maysonet.

Los periodistas de The Associated Press Tamara Lush, Jennifer Sinco Kelleher, Sophia Eppolito y Amy Taxin contribuyeron a este reportaje.