Cynthia acudió el 22 de abril a las oficinas del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM) y horas más tarde la encontraron desnuda frente a la central de Samalayuca, en Ciudad Juárez. Había sido drogada y violada. La dejaron tirada al creer que estaba muerta. Sobrevivió. La abogada Wendy Herrera fue despedida de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) después de sufrir una década de acoso y abuso sexual por parte de tres directivos del mismo sindicato. Sofía, ingeniera y supervisora, lidia desde hace dos años con el hostigamiento sexual de uno de sus compañeros; se sienta a dos metros de ella, todos oyen los insultos y los chistes, todos ven los ataques, todos lo saben, pero nada cambia. Las tres mujeres han denunciado penalmente ante la Fiscalía la violencia sufrida dentro de la CFE. Son la punta del iceberg. Los expertos y las víctimas son unánimes: la violencia sexual está normalizada dentro de una de las empresas públicas más importantes de México. Y nadie le pone freno.
La CFE es un emblema nacional protegido por el Gobierno. Fundada en 1937, tiene una plantilla de unos 100.000 empleados, donde el 75% son hombres y la mayoría es personal sindicalizado. La empresa alberga uno de los sindicatos más poderosos del país, junto al de Pemex, el de ferrocarrileros y telefonistas: el SUTERM, liderado por Víctor Fuentes, de 86 años. “En el sindicato las relaciones entre hombres y mujeres son absolutamente asimétricas. Como eran hace 70 años. Las mujeres están sometidas a discriminación, acoso sexual y laboral”, afirma la investigadora de la UNAM María Xelhuantzi.
Wendy Herrera fue directora jurídica del SUTERM, lideró el área de Transparencia y formó parte de la Comisión de Justicia. Retrata un ambiente “de pesadilla” en el que las mujeres deben saludar con un beso en la boca a sus jefes del sindicato y pueden ser “elegidas” para acompañar a Fuentes a cenas o eventos. “Si el señor quería darte una nalgada, te tenías que aguantar. Llega un punto en que lo normalizas, ya ni lo piensas, eso es lo grave”, relata Herrera, “él me decía muchas veces que yo era pobre porque quería, que todo podía cambiar si me acostaba con él”. Xelhuantzi, autora de una quincena de libros sobre el sindicalismo mexicano, corrobora estas prácticas: “En la CFE es todavía completamente regular el hecho de que las mujeres tienen que corresponder con ciertos favores sexuales para entrar a trabajar o para conseguir ascensos”.
Las mujeres hablan de lenguaje sexista, miradas lascivas, chistes ofensivos, insinuaciones sexuales, tocamientos y hostigamiento, de forma diaria y a todos los niveles. La alarmante situación es reconocida por la propia Unidad de Género de la CFE, creada en 2019 por el actual director de la compañía Manuel Bartlett: “El acoso sexual está indebidamente normalizado en muchos centros de trabajo”, dice a este periódico su titular, Nimbe Durán.
Desde su departamento, compuesto únicamente por seis trabajadoras, han tratado de convertirse en un espacio de resistencia: dan cursos de capacitación, orientan a las mujeres que se atreven a denunciar y emiten opiniones ante las instancias que dirimen los casos; pero su intervención es limitada, ellas no sancionan, no deciden. Ahí se bloquea el proceso. A Sofía —nombre ficticio— la acompañaron en abril a declarar a la gerencia y a la Unidad de Responsabilidades, que son quienes determinan los castigos, por el acoso sexual que sufría de un compañero. La empresa todavía no ha tomado acciones, así que sigue sentada al lado de su agresor cada día. Durante la espera, los ataques se han agravado: “¿Tengo que esperar a que me viole para que hagan algo?”, pregunta.
En lo que va de 2022, la Unidad de Género ha acompañado los casos de 36 mujeres acosadas, en todo 2021 fueron 41. Nimbe Durán interpreta este aumento de las denuncias como que está creciendo la confianza para alzar la voz: “Sí tenemos un problema de acoso sexual, que ya no se esconde, que ya no se tapa, buscamos hablarlo y solucionarlo”. Para que eso ocurra, la investigadora María Xelhuantzi cree que lo primero es acabar con la inmunidad que gozan los líderes sindicales y que se trasmite como un “pacto patriarcal” hacia el resto de los empleados. También cambiar una raíz arraigada en la CFE: “Hay una cultura electricista donde el trabajador varón entra ahí y sabe que puede cometer abusos, tocar mujeres, violar mujeres y no le va a pasar nada porque está protegido”.
Cynthia, violada entre tres trabajadores
El viernes 22 de abril por la tarde, un amigo invitó a Cynthia a una reunión en las instalaciones de la CFE en Samalayuca, a unos 40 kilómetros de Ciudad Juárez. Era un tipo de convivio que solía organizarse con frecuencia en el sindicato. Al llegar a las oficinas del SUTERM sección 162, el hombre que había llevado a la joven alegó que tenía que irse. La dejó con tres trabajadores del sindicato. Ya había oscurecido. Le sirvieron algo de beber y se empezó a sentir vulnerable. Antes de perder el conocimiento llegó a escribir a quien la había traído: “¿Qué onda con tus compas?”. “Él la juzgó de loca y no volvió a por ella”, relata su abogado Luis Flores a EL PAÍS, que considera que la joven fue drogada con alguna sustancia.
Unas horas más tarde, Cynthia estaba tirada entre unas tapias al lado de las instalaciones. No sabía cuánto tiempo llevaba ahí. Tenía heridas y magulladuras, morados los ojos. Había sido violada vaginal y analmente. Encendió su teléfono y pidió auxilio. El 24 de abril presentó la denuncia ante la Fiscalía de Chihuahua. Cuando fueron los peritos cinco días más tarde su ropa seguía allí.
De momento, el Ministerio Público ha lanzado una orden de aprehensión contra uno de los tres hombres, a quien se identifica como el autor material de la violación. Sigue prófugo y en paradero desconocido. “Todavía falta aclarar la participación de los otros individuos que estaban en esas oficinas”, especifica Flores. La defensa de los trabajadores alude que Cynthia estaba borracha, drogada, que ella quería mantener relaciones sexuales.
Detalle de las manos de Wendy Blanca Herrera Romero, abogada y exdirectora jurídica del SUTERM