Va el PRI por supervivencia en el Edomex

´Para muchos analistas esta es la verdadera prueba de fuego para el priismo, no las elecciones presidenciales´

"Adiós al PRI". Ese fue el titular en la primera página del periódico La Jornada el lunes 3 de julio de 2000. "Fox tira al PRI", reseñaba Reforma, por su parte, apenas unas horas después del triunfo de Vicente Fox, el primer presidente que sacó al Partido Revolucionario Institucional de la residencia oficial de Los Pinos, tras un dominio político ininterrumpido de más de siete décadas. Milenio Diario hablaba tras la jornada electoral del "fin de la hegemonía", así con el sujeto tácito, pero para el martes 4 de julio ya no se guardaba nada: "PRI: estalla la crisis". La Crónica de Hoy ya lo había decretado antes: "Se acabó la era del PRI".

Dulce María Sauri, la entonces dirigente nacional de la formación tricolor, recuerda todavía la noche en que se expidió el acta de defunción del partido político más dominante en la historia de México. "Nos mataron cuando perdimos la presidencia, todos nos daban por muertos", cuenta Sauri, "decían que íbamos a explotar en mil pedazos". La política, de 71 años y con más de cuatro décadas de militancia priista, sigue su relato de forma solemne y lanza metáforas mortuorias para romper con la tensión: "Pero como no nos morimos, nos dieron nueva fecha de caducidad: el 1 de diciembre".

A pesar de todo, llegó la toma de posesión de Fox y el PRI seguía ahí. En las elecciones intermedias de 2003, se llevó la mayoría en la Cámara de Diputados. Y para 2006, en la conclusión de otra carrera por la presidencia y pese a caer hasta el tercer lugar, las voces que pronosticaban su deceso se mesuraron. "Ya no se dijo que íbamos a morir, solo se dijo que el PRI estaba lastimado", recuerda Sauri. En 2012 volvieron a la presidencia, sin advertir que iban a ser arrollados por el actual partido en el Gobierno, Morena, en 2018. Ahora, 23 años después de la "primera muerte" del tricolor ha vuelto a sonar la marcha fúnebre. De hecho, se ha escuchado durante años.

Esta vez, sin embargo, es diferente. Porque aún en sus horas más bajas, casi al punto del desahucio, había mantenido zonas del país en que su poder era inexpugnable. En estos últimos años, los peores años, aquel mito se ha derrumbado y esos bastiones han caído poco a poco: Hidalgo, Oaxaca, Guerrero, Sinaloa, Campeche... Desde la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia, el PRI ha competido en 23 elecciones estatales para gobernador y ha ganado solo una: en Durango. Cuenta con los dedos de una mano los Congresos locales en los que es mayoría. Y dos de los tres Estados en donde todavía gobierna irán a las urnas en dos semanas: Coahuila y el Estado de México.

NOTORIAMENTE FRAGMENTADOS

Envuelto en escándalos de corrupción, notoriamente fragmentado, lejos de sus bases, arrastrando los peores resultados de su historia y bajo el cuestionado liderazgo de Alejandro Alito Moreno, el antiguo partido hegemónico sale a defender dos feudos en los que nunca ha perdido. Parte como favorito en Coahuila, pero se mantiene abajo en las encuestas en tierras mexiquenses, la entidad con más votantes del país, más de 12,5 millones. Ahora, 23 años después de su derrota más amarga, la fuerza incombustible, la maquinaria de operar elecciones, el viejo partido del régimen se asoma una vez más al abismo. "El PRI se está jugando la vida en el Estado de México", afirma el politólogo Enrique Gutiérrez, profesor de la Universidad Iberoamericana y de la Universidad Nacional Autónoma de México.

  •