México.- Terrorismo es un término complejo. Más que como una descripción de los hechos, suele utilizarse como un arma arrojadiza. No existe una definición universal de terrorismo que opere en el panorama internacional. Pero, a pesar de la ambigüedad en su utilización cotidiana, el término puede resultar útil para entender el mundo si se encuentra una definición precisa que evite cualquier connotación.
Es lo que intentan los politólogos Ignacio Sánchez-Cuenca y Luis de la Calle en La naturaleza del terrorismo (Catarata). Un volumen que podría servir de mascarón de proa a una nutrida colección de lanzamientos editoriales que tratan el tema desde diferentes ángulos: la historia de la violencia política, el estudio de algunos grandes atentados históricos o la recuperación del testimonio de las víctimas.
"Lo que distingue al terrorismo de otros tipos de violencia es que no requiere ni la ocupación de un espacio ni operaciones de larga duración: puede concebirse como una violencia clandestina y efímera", escriben Sánchez-Cuenca y De la Calle. Es una definición sencilla, pero tiene fuertes implicaciones. Por ejemplo, grupos insurgentes con dominio territorial, como la guerrilla de las FARC, Sendero Luminoso, ISIS o Hezbollah, según el citado criterio, no podrían ser considerados terroristas.
El terrorismo, siguiendo este modelo, al no disponer de territorio, actúa mediante las bombas, los tiroteos, los secuestros, y no está capacitado para acciones militares sostenidas en el tiempo o para asediar poblaciones y conquistar terreno. Como se ha dicho repetidamente, "el terrorismo es el arma de los más débiles", y suele surgir precisamente cuando se da una relación de fuerzas muy dispareja. La definición es sencilla, pero contiene sus complejidades: a veces grupos insurgentes utilizan tácticas terroristas, como en esas ocasiones en las que Sendero Luminoso, fuerte en el campo peruano, atentaba en las calles de la capital, Lima. En otras ocasiones son los propios Estados los que caen en esas prácticas: es el caso de los GAL españoles, que hostigaban a ETA en su santuario francés. Así, como terrorista nos podemos referir a un actor (un grupo terrorista) o a una acción (un atentado terrorista).
Pero en todos los casos hablamos de violencia clandestina, a base de bombas y tiroteos por sorpresa, llevados a cabo por agentes encubiertos que tratan de pasar desapercibidos, y no a un poderío territorial apareado a una milicia o guerrilla uniformada y bien armada. Otros criterios comúnmente utilizados para definir el terrorismo, como son el asesinato de civiles o el objetivo de atemorizar a la población, no suelen ser exclusivos de los grupos clandestinos, según han encontrado los politólogos, y se encuentran también en la acción de los Estados, los ejércitos u otros grupos armados. Véase el caso de los bombardeos de Israel en Gaza. "Por supuesto, existe una fuerte asociación entre el terrorismo, por un lado, y el asesinato de civiles y la violencia coercitiva,
por otro. (...) Pero estas asociaciones distan mucho de ser perfectas y no constituyen una base sólida para una conceptualización del fenómeno", concluyen los autores.