Ciudad de México
Las elecciones en México siempre vienen precedidas de decenas de asesinatos. Matar es la forma de definir el cartel electoral: si un candidato se revela como posible ganador, el adversario le dará dos tiros y asunto arreglado. A veces son asesinados antes incluso de postularse por un partido. El 1 de marzo comienza la campaña presidencial, legislativa y de renovación de puestos en miles de Ayuntamientos, que llevará ante las urnas, el 2 de junio, a un total de 20.375 aspirantes. Las organizaciones que rastrean esta estadística ya cuentan una decena de personas asesinadas por sus vínculos electorales y la campaña no ha empezado. Cuando se lea este artículo, la cifra habrá subido, no hay día que los periódicos no informen sobre nuevas víctimas de una democracia todavía imperfecta.
NO VEN CAMBIOSEn los últimos comicios, de junio de 2021, la consultora Etellekt llevaba la cuenta: al menos 35 aspirantes fueron asesinados, y no se esperan grandes cambios en esta ocasión. Los que matan, o mejor, mandan matar, son políticos o criminales, dos figuras que a veces es una sola. Quieren situar en el ámbito local a gente de su cuerda que les faciliten no solo el mando y el acceso al presupuesto público, sino la delincuencia organizada en esas zonas, razón por la cual estos crímenes se dan sobre todo en ayuntamientos más o menos remotos, pero no siempre. Sin llegar a un magnicidio como el de Luis Donaldo Colosio en 1994, aún sin aclarar quién mandó apretar el gatillo, son muchos los que caen en ciudades pequeñas y saltan a los medios de comunicación.
ASESINATOS SONOROSLa semana pasada, dos crímenes fueron especialmente sonoros, puesto que las víctimas pertenecían a una misma familia y cayeron en el mismo pueblo, Fresnillo, uno de los más violentos del país, en el Estado, terrible también, de Zacatecas. Juan Pérez Guardado era cuñado del senador Ricardo Monreal, una de las figuras políticas más conocidas en México. Fue el 7 de febrero. Cuatro días más tarde, las balas acabaron con la vida de Jorge Antonio Monreal, sobrino del senador y del gobernador de Zacatecas, David Monreal. Los políticos saben a lo que se exponen cuando se presentan a elecciones en México o simplemente cuando trabajan en la Administración pública, sobre todo en algunas zonas más calientes.
Peritos trabajan en la escena del asesinato del subsecretario de Tránsito de Chilpancingo, José Agustín Maldonado.
El resultado de estos crímenes es que el partido que puso la víctima queda sin su candidato más relevante, la gente siente miedo y no hay quien se atreva a no facilitar las cosas al supuesto victimario. No puede llamarse a esto un proceso democrático con mayúsculas. Los partidos políticos y el crimen suelen subsumirse en los lugares remotos. Si un partido tiene las de ganar, el crimen se aliará con ese candidato, o matará al que le haga sombra en sus propósitos, nunca se sabe cuál es la fórmula, explica Álvarez León. "Aparentemente, ganan los dos, hay muchas negociaciones por debajo", dice.
Es difícil decir en México si falta democracia o sobran criminales. Si no se han acostumbrado a una alternancia pacífica o no les dejan, porque a veces ambas cosas son caras de la misma moneda.
Conquista democrática- México avanza en su conquista democrática, que se traduce en comicios casi libres con resultados diversos
- Ya queda lejos el tiempo del partido único, cuando nadie en el mundo se preguntaba quién ganaría las elecciones en el país, porque la respuesta siempre era la misma, el PRI
- Paradójicamente, aquella circunstancia, que se calificó como la dictadura perfecta, engrasaba el sistema de forma que nadie se movía de la fila y los crímenes eran menos
- Con el avance de la democracia, el esquema se descompuso y no son pocos los que se inconforman y recurren a las armas para garantizar el resultado deseado
- Como señalaba el experto Rubén Salazar a este periódico, "México no acaba de digerir la alternancia del poder".