La diputada de origen indígena se mueve en el recinto con la seguridad de alguien que no es permanentemente cuestionada al interior de su partido; con la energía de una legisladora que no lleva casi un año sin subir a la tribuna del salón de plenos porque ha sido bloqueada por la agrupación que ayudó a formar y a construir en su estado natal.
La diputada de Morena desde 2018 es la oveja negra de una familia que sigue las instrucciones del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, con los ojos cerrados.
Sus compañeros morenistas la juzgan hasta por tener en su oficina un cuadro azul (color distintivo del partido conservador mexicano, el Partido Acción Nacional), aunque Parra Juárez lo haya comprado a una artista que sufrió violencia de género.
La diputada se ha ganado la afrenta del resto de la bancada mayoritaria en la Cámara de Diputados porque no sólo ha criticado las iniciativas que el mandatario federal ha elaborado en los últimos cuatro años para darle más poder y más recursos a los militares: ha votado en contra de todas y cada una de ellas.
Además, la legisladora de la llamada Sierra Negra de Puebla, donde se localiza el Pico de Orizaba (uno de los volcanes más importantes del país), cuestiona al presidente por otros tres aspectos: el respeto a la división de poderes, el combate a la corrupción y la protección de los derechos humanos.
Para ella, López Obrador, líder máximo de Morena, no ha cumplido estas tres promesas que hizo durante 18 años de campaña. Al contrario, asegura que el mandatario es cómplice de los funcionarios cercanos a él y sus familiares que han sido señalados por actos de corrupción.
En este tema en particular, Parrita, como la conocen en su pueblo, indica que otra gran culpable de que no se emprendan acciones es la Auditoría Superior de la Federación, la cual vigila desde una comisión de la Cámara de Diputados.