En el patio interior, con domo de lámina, hay tres torres de colchonetas apiladas y cobijas y mochilas. Hay cuartos con 80 literas.
La Casa de Acogida, Formación y Empoderamiento para Mujeres y Familias Migrantes y Refugiadas (Cafemin), en la colonia Vallejo, cerca de la Basílica de Guadalupe, tiene capacidad para 80 personas. Alberga ahora a más de 600.
"Hoy hemos recibido ya siete núcleos familiares", comenta la encargada de comunicación del albergue de la orden religiosa de las Hermanas Josefinas, Samantha Hernández Cerón.
Son las once de la mañana, y los adultos, mujeres venezolanas en su mayoría, esperan el desayuno en una hilera de mesas, toman algún taller o salen a trabajar o a buscar trabajo. Los niños, en tanto, corretean entre las mesas del patio, pintado con motivos religiosos y familiares.
"En abril llegamos a tener 800", recuerda la hermana Soledad Morales Ríos.
"Desde hace un año advertimos que toda esta gente necesita un lugar digno, que la sociedad civil estamos haciendo lo nuestro, pero no somos suficientes y el gobierno tiene que poner lo que a él le toca, pero no ha habido respuesta".
Los vecinos de la calle Florencio Constantino, junto al Metro Misterios, bloquearon el Circuito Interior con dirección a la Central del Norte a las siete de la mañana. Los migrantes se quedan a dormir afuera del albergue, sobre las banquetas, bloquean las salidas, entorpecen el tráfico, ensucian las jardineras, acusaron.
"No hay condiciones dignas, necesitamos que respondan las autoridades", dijo Pamela Simunovi, la representante.
Más de 100 granaderos y algunos venezolanos y peruanos, con niños en los brazos, observaban el bloqueo.
La manifestación duró dos horas, hasta que les prometieron una cita con la Secretaría del Gobierno de la Ciudad de México para el lunes. Debido al descontento, la Cafemin canceló desde la noche anterior un convivio para el domingo.
Omar Márquez, un exmilitar venezolano de 48 años que trabaja en la cocina del albergue, explica que hace medio año escuchó que Estados Unidos dejaba pasar a todos los que llegaran con sus familias. Desde entonces, entrenó a caminar mañana, tarde y noche a su familia: su esposa y a sus dos hijos, una muchacha de 16 años con hipertiroidismo, y otro de 12 con miopía avanzada.