NUEVA YORK
Las mesas al aire libre salvaron a miles de restaurantes neoyorquinos de la quiebra cuando se vieron obligados a cerrar durante la pandemia de COVID-19.
Pero cuatro años después de un experimento que transformó el paisaje urbano de Nueva York, dotándolo por un breve tiempo de un ambiente de cafés al aire libre tan vibrante como el de París o Buenos Aires, la era de las mesas en el exterior ha llegado a su fin.
El fin de semana venció el plazo que tenían los restaurantes para elegir entre acatar la estricta normativa que regirá las terrazas al aire libre o desmantelarlas por completo, y miles de ellos optaron por derribar las estructuras de madera que habían colocado en las calles durante los primeros días de la pandemia.
Menos de 3.000 restaurantes han solicitado permisos para colocar mesas en la calle o en la acera bajo el nuevo sistema, una fracción de los 13.000 establecimientos que participaron en el programa temporal de Restaurantes Abiertos desde el 2020, según datos de las autoridades neoyorquinas.
El alcalde Eric Adams dijo que las nuevas pautas abordan las quejas de que las mesas exteriores se habían convertido en imanes para las ratas y el desorden, al tiempo que crean un sencillo proceso de solicitud que permitirá a los restaurantes tener mesas exteriores de manera permanente.
Pero muchos propietarios de restaurantes dicen que las normas tendrán el efecto contrario, ya que eliminarán un vestigio de la pandemia que les había brindado la inusitada libertad de convertir las áreas de estacionamiento en extensiones de sus locales sin pagar alquiler y sin demasiada burocracia.
"Han encontrado un término medio para hacer una cosa y decir otra", afirma Patrick Cournot, cofundador de Ruffian, una vinoteca de Manhattan. "Esencialmente, nos han dejado fuera".
Durante los primeros días de la pandemia de COVID-19, las destartaladas estructuras de madera parecían brotar en las calles de Nueva York casi de la noche a la mañana.
Con sus banquetas abarrotadas y sus calles llenas de tráfico, la ciudad nunca había sido conocida por sus restaurantes al aire libre. Pero cuando se les prohibió a los clientes reunirse en espacios cerrados durante meses, la ciudad les dio luz verde a los restaurantes para ampliar sus locales a las aceras y calles.
Las sencillas terrazas para sentarse al aire libre pronto fueron sustituidas o ampliadas para convertirse en construcciones más elaboradas que han permanecido en pie mucho tiempo después de los días de sana distancia y comestibles desinfectados. Los restaurantes agregaron macetas, luces, flores y calefacción para que la gente pudiera cenar al aire libre incluso cuando ya hacía frío.
Bajo la nueva normativa, estas estructuras deben ajustarse a unos lineamientos de diseño uniformes, y pagar por la tramitación de la licencia y por el metraje que abarcan, lo cual podría ascender a miles de dólares al año, dependiendo del tamaño y la ubicación del local.
Pero el cambio más significativo, según muchos restaurantes, es la obligación de desmontar las terrazas que están sobre la calle entre diciembre y abril de cada año.
Para Blend, un restaurante de fusión latina en Queens que en su día ganó un premio Alfresco por su "ejemplar" terraza exterior, eso es un obstáculo.
"Entiendo que quieran mantener la coherencia y todo lo demás, pero es demasiado trabajo tener que desmontarlo cada invierno", afirma el gerente Nicholas Hyde. "No somos arquitectos. Somos gerentes de restaurantes".
Los 60 asientos al aire libre del Blend "nos salvaron de la quiebra" durante la pandemia y siguieron siendo muy utilizados por los comensales, ya que "desde el COVID-19 sólo quieren pasarla bien al aire libre", dijo Hyde. Pero después de estudiar los nuevos requisitos, decidieron desmontar la estructura que tenían en la calle y optaron, en su lugar, por solicitar un lugar sobre la acera que pueda permanecer todo el año.
Según las autoridades neoyorquinas, de los 2.592 restaurantes que han solicitado acogerse al nuevo programa, aproximadamente la mitad quitará las terrazas de la calle y optará por colocar mesas en la acera.
Karen Jackson, una maestra, tenía la intención de almorzar el martes en una mesa exterior, en Gee Whiz, en Tribeca, uno de los restaurantes que retiraron sus terrazas exteriores antes de la fecha límite.
Jackson dijo que tiene sentimientos encontrados, recordando cómo tomar café al aire libre en una terraza exterior era una de las pocas opciones de entretenimiento disponibles cuando inició la pandemia.
"Algunas eran realmente bonitas", pero otras eran poco atractivas y estaban infestadas de ratas, dijo Jackson.
"Desgraciadamente, creo que los lugares con más dinero pudieron construir terrazas bonitas pero los lugares que estaban pasando apuros no pudieron", afirmó.
Andrew Riggie, director ejecutivo de la asociación gremial NYC Hospitality Alliance, dijo que la ciudad debe analizar por qué tan pocos restaurantes que cuentan con mesas exteriores han decidido acogerse al programa, y considerar lo costoso que será desmontar, almacenar y reconstruir las terrazas cada año.
Las solicitudes para construir terrazas en la calle también deben someterse a una revisión por parte de juntas locales, las cuales han protagonizado algunos de los debates más encarnizados sobre los restaurantes que ofrecen mesas al aire libre. Los detractores se han quejado de que las terrazas exteriores restan espacio para el estacionamiento de los vehículos, contribuyen al ruido excesivo y atraen plagas.
En el Lower East Side hay una hilera de terrazas exteriores que pertenecen a un restaurante de sushi, una cafetería, un restaurante mexicano y un restaurante filipino.
Paola Martínez, gerente de Barrio Chino, el restaurante mexicano, reconoce los problemas con la basura y los conflictos con los habitantes del vecindario: en una noche especialmente ajetreada, un vecino enojado arrojó vidrios a la terraza desde una ventana de arriba, dice. No obstante, su restaurante ha solicitado permiso para dejar su terraza sobre la calle.
"Atrae a mucha más gente a la zona", afirma. "Ha sido genial para el negocio".
Las autoridades neoyorquinas afirman que los restaurantes que no hayan cumplido el plazo pueden solicitarlo en el futuro, mientras que aquellos que no lo hayan hecho y no hayan retirado sus terrazas exteriores pronto deberán pagar una multa de 1.000 dólares diarios.
Cournot sintió alivio al ver cómo los contratistas demolían con una palanca su otrora animada terraza exterior. Dijo que las terrazas habían llegado a simbolizar un periodo increíblemente difícil, cuando un compañero de trabajo murió a causa del virus y la caída de las ventas casi llevó a la quiebra a su vinoteca de East Village.
"Cuando la gente dice que es el final de una era, considero que es el final de una era especialmente terrible para los restaurantes neoyorquinos", afirmó Cournot. "Al igual que cualquier otro tipo de trauma colectivo que se experimenta por un tiempo prolongado, las cosas buenas que llegamos a sentir, colectivamente, son un poco como un espejismo".