CIUDAD DE MÉXICO
Este 5 de noviembre tendremos la elección presidencial más importante para Estados Unidos y para el resto del mundo. México tiene una oportunidad histórica para ser verdaderamente el socio principal de Estados Unidos si Kamala Harris es electa. Por el contrario, veríamos la peor política de Estados Unidos hacia México si Donald Trump vuelve a la Casa Blanca.
Trump hizo de México y la antimexicanidad no sólo su lema de campaña, sino el eje de sus políticas públicas racistas y extremistas. Recordemos que comenzó su campaña en 2015 diciendo que los mexicanos somos violadores, que sólo llevamos drogas y que somos criminales.
Con un lenguaje abiertamente fascista, Trump ha dicho que la comunidad migrante está “envenenando la sangre del país”.
En una entrevista reciente, anunció que, si vuelve a la Presidencia, se propone bombardear la frontera norte de México para combatir a los cárteles de la droga.
Esto ha alimentado un odio antimexicano en Estados Unidos que se ve reflejado en varios aspectos, desde la calidad de vida de la comunidad migrante y mexicoamericana, hasta políticas públicas de exclusión en todo el país.
El ejemplo más terrible fue el tiroteo ocurrido en 2019 en un Walmart de la ciudad fronteriza de El Paso, Texas. Esta tragedia no fue un caso aislado, sino un reflejo brutal de la violencia antimigrante que ha crecido desde el gobierno de Trump. Un supremacista blanco recorrió más de mil 100 kilómetros hacia la frontera con México para arrebatar la vida a 23 personas, además de herir a más de una veintena.
En 2022, según un reporte del FBI, los crímenes de odio contra latinos, principalmente mexicanos, aumentaron un 21 por ciento en comparación con los dos años anteriores. De junio a julio de 2018, los ataques contra latinos crecieron en más del 50 por ciento, coincidiendo con el momento más crítico de la ley “tolerancia cero” impulsada por Trump, que cruelmente forzó la separación de familias en la frontera.
Trump es culpable de todo esto. Los datos reflejan su perniciosa influencia política y demuestran su intención de seguir violando los derechos humanos en caso de ser reelecto, tal como lo deja claro el llamado “Proyecto 2025”, un siniestro programa de gobierno diseñado por la ultraconservadora Fundación Heritage.
En cambio, Harris viene del estado donde viven más mexicanos en todo el país, California, y ha trabajado de cerca con la comunidad latina en avanzar políticas de inclusión y respeto. En un radical contraste con Trump, Harris apoya la representación de la comunidad mexicoamericana en los espacios de poder. Se estima que aproximadamente 4.1 millones, o el 39 por ciento de los migrantes indocumentados en Estados Unidos provienen de México.
Otro tema central en la política binacional es el tráfico de drogas y armas. La administración Biden-Harris ha reconocido la responsabilidad de Estados Unidos en el tema del contrabando de armas hacia México.
Unas 200 mil armas son traficadas a México cada año, con un valor de 127 millones de dólares, que terminan en manos de organizaciones criminales. Detener el llamado “río de hierro” es la única postura moralmente correcta para fomentar una relación binacional basada en la cooperación y no en la humillación y la extorsión, que es lo que Trump ha hecho e impulsará más drásticamente de ser reelecto.
La agenda migratoria ha sido secuestrada por Trump y su movimiento irracional y extremista “Hacer a América grande de nuevo” (Make America Great Again, MAGA por sus siglas en inglés). Durante la reciente convención republicana, se imprimieron pancartas para los asistentes que pedían “Deportación Masiva”, un slogan de su campaña.
Trump promete la deportación masiva de 11 millones de inmigrantes indocumentados y la expansión del muro fronterizo.
Por el contrario, Harris ofrece conversaciones racionales y soluciones reales sobre migración. Sería la primera Presidenta de Estados Unidos hija de inmigrantes y su empatía y entendimiento del tema se reflejarían sin duda en su gobierno. Harris fue una de las voces centrales para impulsar en el Congreso la legalización de inmigrantes y los llamados dreamers, los migrantes que viven indocumentados en Estados Unidos desde la infancia.
Harris también pidió al Congreso investigar a Trump por su política de separación de familias. Recientemente, ya como candidata a la Presidencia, hizo un llamado a la reforma migratoria y la legalización de indocumentados.
En Mi Familia Vota, la organización que encabezo, negociamos con el Presidente Biden y la Vicepresidenta Harris una serie de órdenes ejecutivas para otorgar beneficios de salud para los dreamers y para dar alivio migratorio a las parejas indocumentadas de ciudadanos estadounidenses.
Elegir a dos mujeres por primera vez a la Presidencia de ambos países no implica solo un cambio simbólico. Es una oportunidad histórica para dejar atrás a las sociedades patriarcales, siguiendo a otros países donde ya han dado ese paso crucial. México y Estados Unidos, liderados por mujeres, podrían ser la vanguardia en la igualdad de género.
Juntas podrían elevar la agenda binacional más urgente -salud, economía, educación y seguridad- organizando una sociedad más inclusiva y justa.
Estas elecciones son de grave importancia no solo para Estados Unidos, sino para el resto del mundo. Donald Trump es una amenaza para México y la comunidad inmigrante mexicana, mientras que Kamala Harris representa una oportunidad única para mejorar sustancialmente la relación bilateral.
México ya hizo historia al elegir a su primera mujer Presidenta. Estados Unidos debe estar a la altura de su vecino al sur del Río Bravo para avanzar juntos hacia una nueva era de cooperación, solidaridad y bienestar entre los dos países.