El Tribunal Supremo de Estados Unidos ha derogado este viernes el derecho al aborto. La sentencia pone fin a casi medio siglo en el que las estadounidenses decidieron sobre su embarazo. El fallo afecta a unas 36 millones de mujeres en todo el país, que podrán ver cómo se aprueban vetos y leyes más estrictas en varios Estados conservadores. Pero el fallo deja, sobre todo, varios damnificados en un edificio color rosa y de techo verde en Jackson, Mississippi. La Women’s Health Organization, la única clínica en este Estado de tres millones de personas, era la demandante en el litigio que abre una nueva era de castigo al aborto en el país. Este viernes han sido derrotados por el juez Samuel Alito. “No me verán llorar”, afirmaba tras la sentencia Derenda Hancock, una activista que lleva nueve años defendiendo a las pacientes de la clínica de los fanáticos religiosos.
“No sé qué pasará. Nadie lo sabe muy bien”, contaba Hancock, quien escolta desde 2013 a las mujeres que quieren abortar. “Unos dicen que la clínica debe cerrar sus puertas inmediatamente, otros dicen que tenemos diez días”, explicaba sentada en cuclillas y con aire abatido. Aun cuando la decisión de Washington no se había dado a conocer, ya todos la esperaban en ese sentido y con gran pesar en esta clínica de la capital de Mississippi. Contaban los días desde que el proyecto del fallo fue filtrado a los medios en mayo.
“No habrá piedad para quienes no la han tenido. No hemos tenido piedad en este país. Así que la gente llorará y festejará y después se irá a su casa. Nuestro trabajo aquí ha terminado. No te retiras hasta que el Señor te retira, cristiano. ¡Hasta que el señor te lleva a casa!”, gritaba un hombre blanco y barbado esta mañana a manera de festejo. Es uno de los muchos integrantes de las iglesias evangélicas de la región que habían acudido al centro a exigir su cierre desde hace años.