MIAMI, Florida
El 12 de octubre fue detenido por elementos del Sheriff de Riverside, California, un hombre armado con un rifle de alto calibre, una pistola y una escopeta cerca de donde el candidato republicano, Donald Trump, estaba por iniciar un mitin político, lo que da cuenta de la violencia política en Estados Unidos, que no para y sigue.
Estados Unidos enfrenta una de las fases más polarizadas y divididas de su historia política reciente. Los discursos extremistas, las divisiones partidistas y los eventos traumáticos como los dos intentos de asesinato sufridos por Trump y el asalto al Capitolio en 2021 serían suficientes para ejemplificar la situación.
Si bien la violencia política no es un fenómeno nuevo en la Unión Americana, su visibilidad y frecuencia parecen haber alcanzado un punto crítico.
“Tenemos posturas muy distintas”, comenta a EL UNIVERSAL el politólogo Pablo Salas, desde Florida; “mientras Kamala subraya la importancia de la unidad y el discurso responsable, Trump adopta una postura más defensiva, enfocándose en proteger a su base y desviando la atención hacia los movimientos de los demócratas que él llama de izquierda, como responsables de la violencia”.
En medio de estas afrentas, baste considerar que con sólo dos meses de diferencia, Trump ha sido blanco de dos intentos de asesinato durante su campaña presidencial.
El primer atentado ocurrió el 13 de julio pasado, durante un mitin en Butler, Pennsylvania, donde un francotirador disparó a Trump a 150 metros de distancia, de acuerdo con las investigaciones, rozándole la oreja derecha. Aunque el disparo no fue letal, el incidente provocó una rápida evacuación y reforzó las medidas de seguridad en sus futuros eventos. El atacante murió en la escena a manos de francotiradores del Servicio Secreto.
El segundo intento sucedió dos meses después, el 15 de septiembre, mientras Trump jugaba golf en su club en West Palm Beach, Florida. Un hombre armado con un rifle fue visto por los agentes del Servicio Secreto ocultándose en la vegetación cercana al campo de golf, aparentemente esperando la oportunidad para atacar. Los agentes actuaron rápidamente, disparando al sospechoso, quien dejó el arma y huyó, pero fue detenido más tarde. No se reportaron heridos en este segundo incidente y el FBI está liderando la investigación para determinar los motivos del ataque.
“Pero muchas veces son los propios políticos quienes, conscientes o no, alimentan la violencia política. Y un vehículo frecuente para ello son las redes sociales, que constantemente permiten la proliferación de discursos de odio y teorías de conspiración, que terminan teniendo un grado importante de responsabilidad”, señala Salas. En este contexto, el 6 de enero de 2021 marcó uno de los momentos más dramáticos en la historia reciente de Estados Unidos, cuando una turba de simpatizantes de Trump irrumpió en el Capitolio en un intento de detener la certificación de los resultados de las elecciones presidenciales de 2020.
El asalto al Capitolio dejó cinco muertos y cientos de heridos. Para Harris, este ataque fue un golpe directo a la democracia. En un discurso conmemorativo del evento, Harris describió: “Lo que vimos ese día no fue simplemente un ataque a un edificio. Fue un ataque a la libertad, a la supremacía de la ley y a nuestro sistema electoral. Fue un intento de revertir el orden democrático”. Harris ha vinculado la violencia política con la desinformación y la creciente desconfianza en las instituciones, subrayando la necesidad de restaurar la fe en el sistema democrático y el respeto por las normas constitucionales.
La reacción de Trump al asalto al Capitolio ha sido más ambigua. Inicialmente, emitió un mensaje en el que pedía a sus seguidores que abandonaran el Capitolio, pero lo hizo con un tono que fue percibido como indulgente hacia los asaltantes, Trump escribió “los amamos, son muy especiales”. Aunque más tarde condenó el ataque, sus comentarios reflejaron una postura contradictoria hacia los eventos de ese día. Para muchos, el apoyo implícito a quienes participaron en la insurrección alimentó la narrativa de que Trump había incitado el ataque, un argumento que se convertiría en el eje de su segundo juicio político.
Antes del asalto al Capitolio, hubo otras manifestaciones de violencia. Durante el ciclo electoral de 2020, una bomba fue descubierta en una sede del Departamento de Elecciones en Nashville, Tennessee. Aunque el artefacto no llegó a detonar, reflejó la creciente hostilidad hacia el proceso electoral. En agosto de 2017, en Charlottesville, Virginia, se produjo un enfrentamiento entre manifestantes de extrema derecha, incluyendo grupos neonazis y supremacistas blancos, así como contra manifestantes que se oponían a su presencia. El punto álgido de la violencia fue cuando un neonazi arrolló con su coche contra manifestantes, matando a una mujer llamada Heather Heyer.
Tras el asalto al Capitolio y la negativa de algunos republicanos a respaldar las afirmaciones infundadas de fraude electoral de Trump, varios de ellos, como Liz Cheney y Mitt Romney, enfrentaron amenazas de muerte. Cheney fue destituida de su cargo en el liderazgo republicano por su oposición a Trump.
Las tensiones internas dentro del Partido Demócrata también han generado enfrentamientos verbales y amenazas de violencia. Figuras como Alexandria Ocasio-Cortez y otros miembros del ala progresista del partido han recibido amenazas de muerte y acoso constante, por parte de extremistas de derecha como de sectores más moderados dentro de su propio partido que critican sus políticas radicales.
Dentro del propio Partido Republicano, los conflictos también han surgido en relación con las milicias de extrema derecha, como los Proud Boys y los Oath Keepers. Además, en octubre de 2022, Paul Pelosi, esposo de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, fue atacado en su casa por un hombre armado con un martillo que buscaba a Nancy Pelosi. El atacante, motivado por teorías de conspiración de extrema derecha, irrumpió en la casa y golpeó a Paul en la cabeza, dejándolo gravemente herido. Más allá del asalto al Capitolio, la violencia política en el siglo 21 ha tomado formas diversas, con incidentes protagonizados tanto por grupos de extrema derecha como de extrema izquierda. Un informe de Reuters publicado en 2021 reveló un aumento significativo en los actos de violencia política entre 2020 y 2021, un fenómeno impulsado en gran medida por la creciente polarización política y la desinformación que circula en las redes sociales. Según el informe, aunque tanto grupos de derecha como de izquierda participaron en actos de violencia, los grupos de extrema derecha estuvieron involucrados en un mayor número de incidentes.
Los datos indican que los grupos de derecha han estado detrás de muchos de los incidentes violentos, incluidos aquellos que culminaron en el asalto al Capitolio.