Los geólogos suelen recordar que los humanos sabemos más del espacio exterior que del corazón de nuestro propio planeta. Tendemos a pensar que la Tierra funciona como un sistema compacto de sincronización perfecta, pero no es así, como acaba de recordar un nuevo estudio que ha confirmado que el núcleo interno de la Tierra se ha frenado en los últimos años. Estas son las preguntas y respuestas básicas sobre qué se ha descubierto y cómo afecta a la vida diaria de las personas.
El hallazgoDesde 2009, la velocidad de rotación del núcleo interno, una esfera de metal de 1.200 kilómetros de radio situada en el centro de la Tierra, se ha ralentizado. Lo mismo sucedió a principios de la década de 1970 y después su velocidad volvió a acelerarse. Lo que esto demuestra es que el núcleo interno no gira exactamente al mismo ritmo que la corteza, la capa más exterior del planeta donde habitamos los humanos y que tiene un radio mucho mayor: 6.378 kilómetros. Es posible que el núcleo siga un ciclo de fluctuaciones que puede abarcar unas siete décadas.
¿Quiere decir esto que el núcleo del planeta se ha parado? Xiaoming Song, autor principal del estudio, lo explica así: “Cuando miramos la Tierra desde el espacio, el núcleo interno gira casi al mismo ritmo que el manto y la superficie, en dirección este y en un ciclo de 24 horas. Ya sabíamos por estudios previos que la velocidad de rotación del núcleo interno no es exactamente igual. En nuestro nuevo estudio, usando la superficie de la Tierra como punto de referencia, inferimos que el núcleo interno rotó hacia el este y más rápido que la corteza desde mediados de la década de 1970 hasta 2009. Desde entonces, el núcleo interno se ha detenido y ahora gira un poco hacia el oeste, es decir, más lento que la superficie”.
El efectoEl impacto de este fenómeno a nivel planetario es muy, muy pequeño. La Tierra completa un giro de 360 grados sobre sí misma cada día. Las diferencias detectadas por el estudio son del orden de 0,1 grados por año. Esta asincronía puede afectar a la duración del día, pero de forma imperceptible para los humanos. Los autores del estudio calculan que el día puede ser una milésima de segundo más largo o más corto que hace unos 50 años, dependiendo de la velocidad de rotación del núcleo. Estos efectos no tienen ningún impacto directo en la vida de los terrícolas, pero sí pueden obligar a ajustar los relojes atómicos más precisos del planeta, introduciendo segundos bisiestos, por ejemplo.
El efecto observado puede causar mínimas deformaciones en la corteza terrestre, lo que podría influir a su vez en el nivel del mar, según Song. Además, los efectos en el campo magnético de la Tierra podrían tener un impacto en el clima, argumentan los autores del estudio. Pero por el momento estos efectos son solo una hipótesis que ahora habrá que confirmar con más estudios, según destaca Maurizio Mattesini, geofísico del CSIC especialista en la estructura interna de la Tierra.
La Tierra se frena
El núcleo de la Tierra es uno de los lugares más desconocidos y violentos que pueden imaginarse. La esfera metálica sólida del núcleo interno flota en un descomunal océano líquido de hierro fundido y otros metales, el núcleo externo. Su comportamiento está gobernado por dos grandes fuerzas. Primero, la fuerza de gravedad generada por la rotación de la corteza y el manto arrastra consigo al núcleo. Además, la rotación del núcleo sólido dentro del núcleo líquido genera un poderoso campo magnético que influye en la velocidad de rotación. La interacción de estas y otras fuerzas explica que el núcleo interno gire a una velocidad ligeramente mayor o menor que la corteza y que a su vez esto tenga un impacto en el campo magnético.
La Tierra gira sobre sí misma cada vez más despacio. En parte se debe a que la subida y bajada de las mareas ocasionada por la fuerza de gravedad de la Luna genera un rozamiento que frena a la corteza. Estas fuerzas de gravedad también hacen que la Luna se aleje de la Tierra a un ritmo constante de unos 3,8 centímetros al año, lo que también frena la corteza terrestre. En este caso, los efectos son también muy, muy pequeños: dentro de 100 años, un día será 1,4 milésimas de segundo más largo. Aunque se aleje, lo más probable es que la Luna nunca escape de la fuerza de atracción terrestre, al menos no antes de que dentro de unos 7.000 millones de años el Sol agonizante arrase la Tierra.
Un futuro lejanoHace 4.500 millones de años, nuestro planeta era un amasijo de partículas líquidas y gaseosas a alta temperatura, pero sin apenas consistencia. A lo largo de millones de años el planeta se fue enfriando. Los compuestos más pesados como el hierro se hundieron hacia las zonas más internas para formar el núcleo, mientras en las partes más superficiales quedaron los minerales que constituyen el manto y la corteza.
Nadie sabe exactamente cuándo se formó el núcleo, aunque las estimaciones más recientes apuntan a que sucedió hace 1.000 millones de años, explica Puy Ayarza, directora del Departamento de Geología de la Universidad de Salamanca. Cada año, parte de los metales líquidos del núcleo externo se solidifican y engrosan el núcleo interno, cuyo radio crece un milímetro al año. Llegará un momento en el que todo el núcleo líquido se solidifique y desaparezca el campo magnético de la Tierra, lo que sí supondrá un apocalipsis para la vida en el planeta. En cualquier caso, recuerda Ayarza, esto no sucederá hasta dentro de miles de millones de años.
La geóloga aporta otro ejemplo de la magnitud de estos fenómenos. En diciembre de 2004, un terremoto de magnitud 9,2 en Sumatra y el consiguiente tsunami causaron miles de muertes en Asia. “Aquel terremoto hizo que la Tierra vibrase durante cuatro meses. Incluso se desplazó un poco su eje de rotación. Sin embargo, nadie se enteró de ello. Se trata de cambios imperceptibles. Del mismo modo, la oscilación del núcleo interno ya ha pasado y volverá a pasar sin que lo notemos”, resalta.
El nuevo estudio ha abierto nuevas vías de investigación para entender mejor el comportamiento de la Tierra y su futuro. Pero también deja muy claras las limitaciones de la tecnología humana para conseguirlo. Casi la única forma de entender cómo funciona el núcleo interno, a más de 5.000 kilómetros de profundidad, es estudiar terremotos que atraviesan el planeta. Según Song, geólogo del Instituto de Geofísica Teórica y Aplicada de la Universidad de Pekín, en China, ahora quedan dos grandes cuestiones que abordar. La primera es construir modelos informáticos capaces de simular con precisión los ciclos de varias décadas que el núcleo de la Tierra parece estar siguiendo, todo un reto para la computación actual. Además, hacen falta más datos de terremotos que atraviesen la Tierra por completo. El registro actual solo abarca hasta mediados de la década de 1960, dice Song.