CIUDAD DE MÉXICO .-Para José Manuel Sánchez Ron, quien se describe a sí mismo como un "antiguo físico teórico reconvertido en historiador de la ciencia", todo escritor tiene un guion, o línea maestra, que guía su obra.
La idea que dirige la suya, la que subyace en su concepción del universo entero, queda elocuentemente descrita en el título de uno de sus libros: La vida de la ciencia y la ciencia de la vida (Nórdica).
Compuesto por 25 ensayos breves, el volumen de Sánchez Ron (Madrid, 1949), quien también es miembro de la Real Academia Española (RAE), esboza, nada menos, que su visión del mundo.
Las teorías sobre el origen del cosmos, las biografías científicas de grandes pensadores, las maravillas del cerebro humano y lo más actual de la inteligencia artificial forman parte de esta manera de concebir la realidad.
"En esa visión mía del mundo desempeña un papel muy importante la ciencia, que nos ha librado de mitos, situándonos en un lugar humilde del conjunto del Universo: 'polvo de estrellas somos, y polvo cósmico seremos' y, como nos enseñó Charles Darwin, parientes cercanos o lejanos de otros seres que pueblan o han poblado la Tierra", explica Sánchez Ron, en una entrevista por escrito.
"Pero al mismo tiempo he procurado que mi visión del mundo no sea ajena a valores como la solidaridad, la compasión y la justicia. La ciencia no puede, no debe ser el juez último que dirige nuestras acciones y decisiones", advierte también.
Entre las cavilaciones sobre los universos paralelos y la física cuántica, el efecto de la música en el cerebro y su íntima relación con las matemáticas, y sobre la fascinante estructura química del agua, Sánchez Ron ofrece al lector sus certezas y sus dudas.
"Somos los improbables hijos de alguna estrella, cenizas de su muerte, la némesis que restituyó el desorden primigenio desbaratado miles de millones de años atrás por la fuerza de la gravedad", abre, por ejemplo, un capítulo.
Como académico de la lengua, los textos que conforman el libro se ofrecen con pulcritud y belleza.
"La prosa que pretendo utilizar debe ser sencilla, al alcance de cualquiera, pero elegante a la vez y, es muy importante, sin renunciar a mostrar sentimientos", explica Sánchez Ron.
"Como dije en mi discurso de entrada en la RAE, allá en 2003, con lo que escribo querría 'romper el corazón de mis lectores', que sientan que la ciencia tiene que ver con ellos, con lo más profundo de la condición humana".
La mayoría de los capítulos -cada uno ilustrado por Alberto Gamón-, fueron publicados originalmente en la revista El cultural, pero han sido revisados y colocados de tal forma que se miren como una unidad, con un hilo conductor entre uno y otro.
"Que los temas de los sucesivos capítulos llevasen desde el comienzo del Universo al mundo que está llegando, el que la Inteligencia Artificial y la Robótica condicionarán la vida de los humanos. Quería construir una pequeña historia del camino que condujo a la aparición del Homo sapiens desde el Big Bang hasta el futuro cercano previsible", detalla.
Son textos que, según su autor, pertenecen más bien al terreno del ensayo.
"En primer lugar debo decir que no considero que lo que escribo en libros como éste pertenezca al, sin duda respetable, género de la divulgación científica, sino al del ensayo", expone.
"Ensayo que utiliza, por supuesto, la ciencia. La 'divulgación científica' ayuda a que nos demos cuenta de lo que somos, dónde estamos, así como a entender los fenómenos que tienen lugar en la naturaleza y los objetos que manipulamos, pero yo pretendo ir más allá, construir, como decía antes, una visión del mundo informada por todo 'lo humano'", declara.
Figuras notables
Como historiador de la ciencia, José Manuel Sánchez Ron se detiene en su recorrido, que va desde el origen del Universo hasta la inteligencia artificial, a reflexionar sobre las aportaciones hechas por algunos de los grandes científicos de la historia.
Los primeros pensadores en los que repara, en capítulos sucesivos, son Galileo Galilei, Nicolás Copérnico e Isaac Newton, cuya obra contextualiza y pondera en alcances e importancia.
"Bueno, no creo que compartan 'estatura' como científicos. Ni Copérnico ni Galileo fueron científicos del calibre de Newton, aunque la obra de Galileo es, ciertamente, notable; introdujo procedimientos para hacer ciencia que serían explotados y profundizados por Newton, que, entre otras virtudes, era mucho mejor matemático que Galileo", calibra.
"En cuanto a Copérnico, su gran mérito fue "poner en el disparadero" la Revolución Científica -el período de los siglos 16 y 17 en el que sentaron las bases de la ciencia moderna- con su defensa del sistema heliocéntrico, el Sol, y no la Tierra, en el centro del Universo, el pequeño universo entonces conocido", desarrolla.
Charles Darwin también tiene un capítulo propio y, como un acto que reconoce la desigualdad que todavía persiste en el mundo, Marie Curie y Rachel Carson, dos científicas cuya obra debe reconocerse sin cortapisas, tienen un sitio protagónico.
De esta última, por ejemplo, destaca la importancia de sus estudios sobre el DTT y sus efectos nocivos para la vida en el planeta.
"(Carson), al igual que Marie Curie, fue mucho más que una heroína y un ejemplo para las mujeres: dejó un legado que sirvió y sirve para todos, independientemente de su sexo", escribe Sánchez Ron.
Crisis irreversible
Como no podía ser de otra forma para alguien que da importancia a la ciencia de la vida, José Manuel Sánchez Ron repara constantemente en dos temas: la crisis climática y el daño humano hacia el mundo natural.
Se trata, de acuerdo con el autor, de los problemas más urgentes a los que nos enfrentamos como humanidad.
"Sin duda. Soy de los convencidos que el cambio climático ya es irreversible, que hemos traspasado la frontera y que lo único que podremos hacer es reducir algo su intensidad y prepararnos para convivir con él. Pero ya durante la segunda mitad del presente siglo se manifestarán algunas de sus efectos en la vida de la humanidad", lamenta.
"En cuanto a la pérdida de biodiversidad, es algo que nos empobrece y que, además, en no pocos casos tiene graves consecuencias, en por ejemplo la agricultura", apunta.
En el capítulo que cierra el libro, "Carta al robot que cuidará a mis nietos", el autor realiza, de manera lúdica, una reflexión al estilo de Isaac Asimov sobre el futuro no sólo de la inteligencia artificial, sino de la humanidad entera.
Un capítulo que responde una pregunta fundamental: "¿Qué es lo que más le emociona y lo que más le preocupa del porvenir?".
"El cambio climático y pérdida de biodiversidad ya mencionados, pero también que ensimismados, abducidos por las máquinas inteligentes -y cada vez serán más inteligentes- perdamos algunas de las características que hicieron al Homo sapiens lo que es", responde en entrevista.
"Que no nos preocupemos por pensar para responder preguntas, y dejemos las respuestas a dispositivos inteligentes, a la Inteligencia Artificial. Y, en particular, que confundamos información -que suministran fácilmente las poderosas y ubicuas máquinas como nuestros teléfonos inteligentes- con conocimiento", concluye.
Al final, La vida de la ciencia y la ciencia de la vida, tiene para su autor una misión fundamental.
"Si las páginas que siguen ayudan a alguien a ser más consciente, a no engañarse, habrán cumplido con creces su propósito", según desarrolla en el prólogo.