No había trascendido solicitud de EU para extraditar al capo

Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, huyó de la prisión de máxima seguridad de El Altiplano 16 días después de que Estados Unidos pidiera formalmente su extradición.

Washington, D.C.El dato, que no había trascendido hasta ahora y que hizo público la procuradora general, Arely Gómez, arroja más confusión sobre la fuga del siglo. El Chapo, al igual que el resto de narcotraficantes, se resistía con uñas y dientes a ser confiando en una prisión estadounidense y someterse a un proceso legal allí. En su rechazo, demostrado por los recursos de amparo que presentó ante hipotéticas extradiciones, pesaba no solo el miedo a un juicio de más dureza, sino la mayor seguridad de los penales.La posibilidad de que la extradición hubiese sido concedida inmediatamente era escasa. El Gobierno de Peña Nieto ha reducido su cifra notablemente respecto a su antecesor, Felipe Calderón, que la practicó con intensidad durante la guerra contra el narco. La postura oficial del actual Ejecutivo ante el caso de Guzmán Loera era que cumpliese primero su pena en México. “Yo puedo aceptar la extradición, pero en el momento en que yo diga. El Chapo se tiene que quedar aquí a cumplir su condena y después lo extradito. Unos 300 o 400 años después. Falta mucho”, llegó a decir el anterior procurador general, Jesús Murillo Karam.Estados Unidos solicitó la entrega de El Chapo para su procesamiento en la Corte Federal para el Distrito Sur de California por delitos de narcotráfico. Otros cinco tribunales estadounidenses tienen causas abiertas contra el líder del cártel de Sinaloa. Una de ellas le imputa el blanqueo de 14.000 millones de dólares a través de centenares de empresas.La fuga de la prisión desbarata por el momento esta posibilidad y deja al Gobierno mexicano en pésimo lugar. Su resistencia a facilitar las extradiciones, pero sobre todo su incapacidad para asegurar la custodia de su preso más peligroso ha levantado todo tipo de sospechas. La huida, mediante un túnel de 1.500 metros que desembocó en la propia ducha del preso, ha puesto en evidencia, como admite el Ejecutivo, que contó con la ayuda de funcionarios penitenciarios. Algo que ya ocurrió en su primera fuga en 2001 del penal de máxima seguridad de Puente Grande (Jalisco). En aquella ocasión se escapó oculto en un carro de ropa sucia. Para lograrlo, corrompió a 62 funcionarios, incluido el director de la prisión.