BRUSELAS
Barnier dijo que tras nueve meses de negociaciones, restaba alcanzar un acuerdo en las normas de competencia y derechos de pesca, sin mencionar ya la cuestión de los mecanismos legales para resolver futuras disputas, un tema que también había lastrado las conversaciones.
“Aún no se han resuelto dos condiciones”, dijo a su llegada para una reunión informativa con los 27 miembros de la UE sobre el estado de las conversaciones. Se esperaba que más tarde el lunes continuara los contactos con su homólogo británico, David Frost. “Este acuerdo aún es posible”, añadió.
Ambas partes seguían al borde de una ruptura sin acuerdo, pero se han comprometido a hacer un último intento antes del 1 de enero, cuando termina el periodo de transición tras la salida de Gran Bretaña el pasado 31 de enero.
El primer ministro británico, Boris Johnson, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, abandonaron un plazo límite que se habían impuesto y prometieron dar “un paso más” para buscar un acuerdo que evite caos y costes para el comercio transfronterizo con el año nuevo.
Barnier está dispuesto a aceptar comercio con Gran Bretaña sin cuotas ni aranceles, pero sólo si respetan las normas y regulaciones que han hecho tan exitoso el mercado único de casi 500 millones de consumidores. “Competencia libre y justa, libre y justa, equitativa y abierta, ambas van juntas”, dijo Barnier.
Johnson, sin embargo, dice que no quiere que las empresas británicas se vean limitadas por las restricciones de la UE, especialmente si tuvieran que adaptarse de forma progresiva a los estándares del continente en un futuro.
Sobre la pesca, Barnier exigió “un acuerdo que garantice un acceso recíproco, insisto, recíproco a los mercados y aguas”. Señaló que al igual que los pescadores de la UE quieren seguir faenando en aguas británicas, la industria pesquera británica es muy dependiente de sus exportaciones al bloque de 27 países.
Johnson ha hecho de la pesca y del control británico sobre sus aguas una demanda clave en la larga campaña para abandonar la UE. Han pasado cuatro años y medio desde que los británicos decidieron por una ajustada mayoría abandonar el bloque y, como decía el lema electoral, “recuperar el control” de las leyes y fronteras británicos.
Johnson dijo durante el fin de semana que el resultado “más probable” sería que los dos bandos no lograran alcanzar un acuerdo y comerciaran según los términos de la Organización Mundial del Comercio, lo que implicaría aranceles y barreras burocráticas.
Tras la sesión informativa de Barnier a embajadores de los miembros de la UE, un diplomático del bloque dijo que “ahora podría haber una estrecha senda visible a un acuerdo, si los negociadores pueden salvar los obstáculos que quedan en los próximos días. Se han hecho algunos progresos en las negociaciones durante los últimos días”. El funcionario habló bajo condición de anonimato porque las conversaciones seguían en marcha.
Exportadores e importadores afrontan declaraciones aduaneras, comprobaciones de mercancías y otras trabas. Los ciudadanos de la UE ya no podrán vivir y trabajar en Gran Bretaña -aunque eso no afecta a los más de 3 millones que ya están allí- y los británicos ya no podrán trabajar o retirarse de forma automática en la UE.
Si no hay acuerdo, el golpe sería mucho mayor. El gobierno británico ha reconocido que una salida caótica probablemente provocaría atascos en los puertos británicos, desabastecimiento temporal de algunos productos y subidas de precios en alimentos básicos. Se aplicarían aranceles a muchos productos británicos, por ejemplo del 10% en elos autos y del 40% en el cordero, lo que perjudicará a la economía británica, ya afectada por la pandemia del coronavirus.