Miedo, ansiedad, frustración... efectos colaterales de la pandemia

No solamente el virus covid-19 se expande a pasos descomunales

CIUDAD DE MÉXICO.

Una investigación de la Facultad de Psicología de la UNAM, próxima a publicarse, revela la radiografía emocional de los mexicanos en el contexto de la crisis sanitaria por el coronavirus y cómo esas emociones causan dificultades para concentrarse, pérdida de sueño e incapacidad para tomar decisiones correctas. Si bien el estudio también registra emociones positivas –como empatía, amor y solidaridad–, advierte que se corre el riesgo de que los síntomas negativos puedan transformarse en un trastorno mental.

No solamente el virus covid-19 se expande a pasos descomunales. Junto a él, un remolino de emociones y sentimientos diversos están ocupando un espacio nada discreto en el escenario de la tragedia sanitaria que padecen México y el mundo.

El alarmante número de fallecimientos, la amenaza real de un contagio masivo, así como la ausencia de una cura inmediata están generando en los mexicanos un conjunto de “emociones negativas” muy intensas y con frecuencia caóticas, las cuales –si se prolongan demasiado– pueden generar diversos trastornos mentales de tipo traumático, ansioso, somático o depresivo.

Pero ¿por qué está emergiendo una pandemia de emociones a la par de una viral? ¿A qué se debe que el miedo, que un sector de la población está experimentando, pueda rebasar su límite y comience a transformarse peligrosamente en pánico (es decir, en un posible trauma psicológico)?

Por otra parte, ¿por qué en ocasiones somos presa fácil de estampidas emocionales que contagian sensaciones o conductas disparatadas, como las compras masivas y tumultuarias de cerveza o de papel higiénico?

Ubicándonos en el extremo opuesto de este espectro emocional, ¿por qué nos reímos de las catástrofes y hacemos de un episodio trágico una oportunidad para los memes y el humor negro en las redes sociales? ¿A qué se debe esta necesidad recurrente y algunas veces obsesiva de los mexicanos de convertir la tragedia en una comedia?

En suma, ¿cuál es la radiografía emocional de México en los tiempos del coronavirus? ¿Cuáles son las emociones más recurrentes que estamos experimentando los mexicanos en el contexto del distanciamiento social promovido por la Secretaría de Salud?

EMOCIONES NEGATIVAS

En una investigación de la Facultad de Psicología de la UNAM –en la que participa el autor de estas líneas como coordinador responsable– se realizó un levantamiento de datos con el que se identificaron poco más de 250 emociones y sentimientos diversos, de los cuales 90 están directamente relacionados con la pandemia y el distanciamiento social.

De ese conjunto se ubicaron 58 “emociones negativas” (ver cuadro anexo), las cuales han estado sistemáticamente presentes en la población durante las últimas dos semanas.

De acuerdo con la investigación próxima a publicarse, las “emociones negativas” fueron divididas en cuatro subconjuntos, según la frecuencia e intensidad reportada por 504 personas de la zona metropolitana de la Ciudad de México que participaron en el levantamiento de datos.

En el primer subconjunto, donde se encuentran los porcentajes más elevados de la encuesta, se ubica la presencia de incertidumbre en la población (reportada por 54% de los entrevistados), así como preocupación, síntomas de ansiedad y una marcada sensación de impotencia ciudadana frente a la enfermedad.

En el segundo grupo, con una presencia ligeramente menor que la anterior, se ubican la percepción de vulnerabilidad, miedo, frustración y aburrimiento derivado del distanciamiento social.

En los dos últimos subconjuntos –en menor grado– se ubican la tristeza, el desá­nimo, la desesperación, una perceptible sensación de fragilidad, soledad, pesimismo y desesperanza.

En la investigación de la Facultad de Psicología también se encontró un dato que resulta revelador: 26% de la muestra, es decir, uno de cada cuatro participantes, presentó “malestar emocional” producido por la pandemia de coronavirus y el distanciamiento social.

Lo anterior significa que un número significativo de personas está presentando dificultades para concentrarse, pérdida de sueño, incapacidad para tomar decisiones correctas y ha experimentado ansiedad o tristeza durante las últimas dos semanas. Si estos síntomas persisten, se advierte en el estudio, es posible que el malestar se transforme en un trastorno mental.

En la investigación también se encontró que el malestar emocional se correlaciona con el conjunto de emociones negativas, particularmente el miedo, la ansiedad, el agobio y la preocupación. Es decir, como país estamos inmersos en un caldo de cultivo psicoemocional de consecuencias imprevisibles.

El Cuestionario General de Salud de Goldberg, uno de los tres instrumentos validados y utilizados en la investigación, fue capaz de identificar la emergencia de fenómenos perturbadores y síntomas psicopatológicos en los participantes, centrándose principalmente en alteraciones básicas y conductas desadaptativas a nivel personal y social.

Algunas de las respuestas emocionales identificadas en el estudio de la UNAM coinciden con las halladas en investigaciones de otras epidemias del mundo, como los casos del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS) en Taiwán; la influenza H1N1 en China, Australia y Estados Unidos; casos de ébola en Liberia, Senegal y Sierra Leona, y experiencias del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS) en Corea del Sur, entre otras.

Los anteriores trabajos, sin embargo, se realizaron en contextos de cuarentena de carácter obligatorio, a diferencia de lo que está ocurriendo en México, donde únicamente existe un confinamiento voluntario.

La revista The Lancet publicó la semana antepasada un artículo titulado “El impacto psicológico de la cuarentena y cómo reducirla: una revisión rápida de la evidencia”. Ahí se identificaron 3 mil 166 investigaciones de distintas partes del mundo sobre los impactos psicoemocionales de las cuarentenas, de los cuales sólo se eligieron las 24 más consistentes.

La mayoría de las investigaciones revisadas en The Lancet coinciden en un punto neurálgico: vivir una pandemia de manera directa puede tener múltiples efectos psicológicos, entre ellos la formación de trastornos diversos, como ansiedad generalizada o estrés postraumático e, inclusive, comportamientos suicidas.

Las escenas perturbadoras que se están observando en los hospitales de España e Italia están mostrando escenarios apocalípticos donde, además de los médicos especialistas, los psicólogos están figurando como profesionistas de primera línea.

En estos países europeos los psicólogos clínicos y sociales están actuando en tres distintos frentes: asisten emocionalmente a los pacientes diagnosticados con coronavirus que se encuentran en las instalaciones de los hospitales, atienden a los familiares más afectados emocionalmente y cuidan la integridad psíquica de los médicos y enfermeras que son rebasados por tanto dolor y sufrimiento humano. Este es, seguramente, un posible escenario que nos espera en México.

RESILIENCIA

Pero no todas las respuestas emocionales encontradas en el estudio de la UNAM fueron desalentadoras. También se identificaron 32 “emociones positivas”, como empatía, amor, solidaridad, gratitud y compasión. Este conjunto de “emociones positivas” estuvieron presentes en más de la mitad de los participantes, con prevalencias que oscilan entre 53% y 64%.

En un sector significativo de los consultados también se encontró una elevada capacidad de adaptación a la pandemia y un alto puntaje en tres dimensiones de la inteligencia emocional: atención, claridad y regulación emocional, lo cual constituye un importante elemento de resiliencia de los participantes.

Con porcentajes ligeramente más bajos emergieron otras emociones, como tolerancia, esperanza, optimismo, paciencia, serenidad y diversión. Pese a los tiempos difíciles, una tercera parte de los encuestados (33%) rescató la alegría y la diversión como mecanismos de afrontamiento eficaces.

Bajo esta perspectiva, pueden resultar comprensibles el cúmulo de memes, chistes y bromas relacionadas con el covid-19. Vivimos en una cultura lúdica donde todo es susceptible de burla, incluyendo las desgracias propias y ajenas. En este sentido, ¿es malo reírse del dolor y de las desgracias? ¿Por qué nos mofamos de cosas de las que se supone no debemos reírnos? ¿Qué hay detrás de una broma oscura sobre las muertes por coronavirus? ¿Cuándo resulta aceptable reírse de las tragedias de los demás?

Aunque es común apelar a la catarsis como elemento liberador o mecanismo de defensa frente a determinadas tragedias, en estos tiempos ya puede resultarnos una categoría insuficiente para comprender en su totalidad el fenómeno de la risa. Aun así, el humor sigue figurando como una de las mejores formas colectivas de escapar al dolor de las desgracias.

No obstante, Peter McGraw, Lawrence Williams y Caleb Warren, psicólogos especialistas de la Universidad de Colorado y expertos en lo que ellos denominan “ciencia del humor”, afirman que es necesario un “alejamiento múltiple” para que la risa aparezca. Tras años de estudios y experimentos diversos, los psicólogos identificaron cuatro tipos de “distanciamiento” imprescindibles para que el humor prospere y se viralice.

El primero es el denominado “hipotético”, donde la gente celebra los chistes o memes antes de que las desgracias hayan ocurrido, porque justamente son escenarios hipotéticos y posibles, pero no seguros.

La segunda tipología se refiere a la “distancia temporal”, es decir, cuando los chistes o memes son graciosos para las personas, pero únicamente después de que transcurrió un tiempo significativo después de la tragedia, es decir, cuando la herida ya está cerrando.

La “distancia geográfica” es la tercera categorización de McGraw, la cual señala que las personas más alejadas de las tragedias que no están viviendo “en carne propia” el evento, son las que más celebran los chistes.

Y, por último, el “distanciamiento social”, el cual se presenta cuando la gente ríe y acepta el chiste porque no pertenece al grupo de los directamente afectados.

El estudio de Peter McGraw, en suma, corrobora empíricamente la famosa ecuación de los grandes mordaces satíricos de todos los tiempos: “el humor es igual a tragedia más tiempo”.