Tiroteo en Santa Ana al bote de vapor El Comanche, 1852

El 18 de mayo, un día después del incidente, el juez de paz del poblado de Edinburg, E. D. Smith, escribió una carta en Inglés al ayuntamiento de Reynosa, donde le adjuntaba una copia de las declaraciones firmadas por los pasajeros en el vapor; según él, El Comanche era empleado por el gobierno de los Estados Unidos


Iban a dar las dos de la tarde ese día, 17 de mayo de 1852, cuando su esposa le hizo notar que los que llevaban el barco de vapor El Comanche habían disparado un tiro. Feliciano Guzmán estaba ocupado en sus negocios del día, no muy lejos de ese río que tenía tan sólo cuatro años en haberse convertido en la línea fronteriza entre las dos naciones. Desde el siglo XVI, el río se conocía como Bravo o Grande, pero desde entonces México adoptó el primero y Estados Unidos el segundo nombre.

Guzmán era un hombre de 42 años, originario de Guadalajara, que trabajaba en el rancho Santa Ana como labrador para su patrón. Deseoso de investigar a qué objeto le habían tirado los del bote que navegaban para arriba, invitó al vecino Andrés Chapa para que lo acompañara. Lo que observaron les causaría inquietud y, poco tiempo después, una confrontación entre los navegantes y los vecinos del rancho.


Reclamo de los pasajeros

El 18 de mayo, un día después del incidente, el juez de paz del poblado de Edinburg, E. D. Smith, escribió una carta en Inglés al ayuntamiento de Reynosa, donde le adjuntaba una copia de las declaraciones firmadas por los pasajeros en el vapor; según él, El Comanche era empleado por el gobierno de los Estados Unidos. 

El juez describe las circunstancias de un ataque por una partida de hombres en el rancho Santa Ana, en la jurisdicción de Reynosa, donde un oficial al servicio del país vecino y su hijo habían resultado heridos. El testimonio era entregado respetuosamente para su consideración y para que recibiera las atenciones debidas. Los detalles del incidente, decía el juez, podían preguntárseles a los vecinos, Trinidad Flores y Antonio Leal, quienes iban de pasajeros en el bote.

El testimonio adjunto, escrito en español, fue firmado por diez de los pasajeros en Edinburg, incluyendo los dos vecinos de Reynosa, mencionados arriba, el mismo día del incidente. Todos ellos venían en su viaje río arriba desde Brownsville a los embarcaderos en río Grande, Edinburg y San Luis. Estos dos últimos lugares estaban juntos, donde actualmente se encuentra la ciudad de Hidalgo, Texas. 

El poblado al norte de Reynosa se conoció con diferentes nombres: La Habitación, San Luis, San Luisito. En ese año de 1852 se le dio el nombre de Edinburg en honor al poblado irlandés, pero en mayo todavía pertenecía al condado de Cameron, como lo muestra la carta enviada por el juez de paz Smith a Reynosa, la cual se encuentra resguardada en el Archivo Municipal de Reynosa; para septiembre de ese año pasó a ser la sede del nuevo condado de Hidalgo y, para 1885, el mismo poblado sería renombrado Hidalgo, permaneciendo como sede de ese condado hasta 1908.

Del testimonio de los pasajeros se desprende que el vapor El Comanche venía bajo las órdenes del capitán Richard King, quien sería, años más tarde, un empresario ganadero reconocido. Expusieron los testigos que navegaban por la izquierda y por los bancos del río del lado de Texas, cuando ese lunes 17 de mayo, en el punto del rancho de Santa Ana, del lado de México, navegando pacíficamente, se esforzaba el bote al andar a contracorriente. Fue entonces que serían terriblemente sorprendidos por descargas que le dieron al bote desde de lado mexicano mientras se hallaban cerca del mismo. 

Los pasajeros mencionaron que, estaban seguros que el hecho, había sido cometido por una partida de mexicanos, pero que ignoraban el número de participantes. Atestiguaban que, contaron 12 tiros, de los cuales dos, tuvieron repercusión en la persona de Mr. B. Breashear y un niño, que se decía tendría la edad de 4 años. El resto de las balas pegaron en diferentes partes del bote.

El señor Breashear, era un oficial militar estacionado en la ciudad de Río Grande, a donde pasaba, acompañado de su familia, a tomar su puesto. El testimonio con las firmas decía que, no existía una causa, ni provocación, ni insulto, dados por los pasajeros o por algún miembro de la tripulación del bote.


Diligencias en Reynosa

Ese mismo dia 17 de mayo, que hubo el comunicado del incidente en la jurisdicción de Reynosa, el alcalde primero constitucional, Juan José Chapa Guerra, mandó levantar el auto para tomar la información respecto a los hechos: personas que las perpetraron, causas que les motivaron y por consecuencia, citó al encargado del rancho Santa Ana y vecinos de su comprensión.

El día 24 de mayo de 1852, compareció el encargado de la comprensión de Santa Ana, Justo Olivares, quien dijo que nada sabía sobre el particular, hasta entonces, que se le preguntaba. El segundo en declarar ese día fue Juan Galván, un hombre casado de 46 años de edad, dedicado al campo; y como todos los interrogados decían que eran de R.C. A. R. (de Religión Católica Apostólica y Romana). Este fue, el primero en explicar que algunos hombres del rancho, les habían hecho fuego a los pasajeros del vapor, por la razón de no haberles querido pagar una vaquilla, que poco antes le habían dado muerte, para subirla al bote. 

Feliciano Guzmán, acompañado de Andrés Chapa, fueron los primeros en ir a ver lo del disparo y se acercaron al río, desde donde observaron que, en el plan de un recodo estaba atracado el bote y tenían una vaquilla blanca muerta. Luego la alzaron los del mismo vapor y se fueron por el canal, a su destino. Esa fue la razón por lo que se dirigieron, Feliciano y Andrés, hacia arriba, a ver si les era posible recabar del capitán del vapor, el valor de la vaquilla, pero nada consiguieron, pues la embarcación, se cruzó velozmente al otro lado del río.

Ambos regresaron al rancho, invitando a Francisco Pérez y a Valentín Pozuelos. Los cuatro, ensillaron sus caballos y subieron a reclamar el valor de la vaquilla. Otro de los que declaró ante el alcalde Chapa, fue don Hermenegildo García Galván, un labrador del lugar de 41 años de edad, quien no participó en el tiroteo. Explicó que como a las dos de la tarde de ese lunes 17, pasaron por su rancho, Feliciano Guzmán, Andrés Chapa, Francisco Pérez y Valentín Pozuelos, diciéndole que se dirigían a alcanzar al vapor comanche, a reclamar al capitán, la vaquilla.

Hermenegildo, se quedó en su rancho y poco tiempo después, escuchó un tiroteo; después regresaron, informándole que su objeto, había sido reclamar el valor de la vaquilla y que, luego que fueron descubiertos por los del vapor, les dispararon un tiro. Por lo que se vieron obligados a regresarles cinco tiros. 

Uno de los tiradores fue Andrés Chapa, un viudo de 22 años de edad, originario de San Antonio de Béjar, en Texas. Explicó, al igual que sus compañeros, que alcanzaron el vapor, entre los ranchos de los Alacranes y el de Santa Ana. Ahí notó que los del bote dispararon un tiro, que iba dirigido a Andrés Chapa. Por lo que los cuatro hicieron fuego, sin lograr que el vapor se detuviese.

Valentín Pozuelos era otro de los labradores de esa jurisdicción, de 25 años de edad y originario de Morelos. Él manifestó que, les habían contestado con cinco tiros, después que le habían tirado otro a Chapa desde el bote, el cual siguió su rumbo; pero no sabía sobre el resultado del tiroteo.

El cuarto acompañante, Francisco Pérez Martínez de 28 años de edad y originario de Tula, narró que, él y sus compañeros, habían contestado la agresión con solo cinco tiros, debido a que eran las únicas municiones que llevaban. Reveló que, después que el vapor se pasó de largo, los cuatro se regresaron a sus quehaceres en el rancho.

El último en comparecer en Reynosa, fue Prisciliano Domínguez, a quien le habían mandado un oficio de queja, para que se presentara. Este tenía 21 años de edad, estaba casado y era natural de Reynosa. Explicó que, él no se hallaba presente cuando el acontecimiento, pero que el miércoles que fue a su rancho, el encargado de justicia le informó de la tripulación del comanche, que habían matado una vaquilla blanca, de su propiedad. 

Sabía que el capitán no pagó y por cuyo hecho, su sirviente Andrés Chapa y los que le acompañaban, trataron de reconvenir el hecho; y el resultado fue el tiroteo a que se refiere este juicio. También dijo que, estaba informado que no era la primera vez que los capitanes de los vapores que recorren el río, se surtían de la carne necesaria, en la manera que lo hizo El Comanche. Por esto Prisciliano, ponía en conocimiento de la autoridad correspondiente, para prevenir tiroteos, resultados que eran de esperarse.

Richard King contaba con una formación como barquero de río; en esos tiempos cuando en los negocios no existía la responabilidad social y lo importante era tan solo contar las ganancias. En esa década de los años de 1850, era uno de los socios del monopolio de barcos de vapor que surcaban en el río Bravo, manejados por la M. Kenedy and Company. Entre sus socios se encontraban Mifflin Kenedy, Charles Stillman y James O´Donnell; personajes que se convirtieron en los principales terratenientes en la parte sur de Texas. La compañía de botes de vapor tenía un contrato con el ejército de Estados Unidos para acarrear suministros y personal entre Brazos Santiago y el fuerte Ringgold, en Río Grande.


El empresario Richard King. Museo Bullock.