La autoinmolación con fuego de Julia Martínez (año 1927)

El agente acompañado con los peritos empíricos, Alfredo Isasi y Camilo Pérez, procedió a examinar el cuerpo de la mujer. Observaron que el cuerpo estaba cubierto por una gran llaga y que las quemaduras la habían causado una substancia inflamable. Todo el rostro y el cabello se encontraban quemados. Se concluyó que el efecto de las quemaduras le habían causado la muerte

A las 7 de la mañana del día 28 de septiembre de 1927, el agente del Ministerio Público recibió un oficio del comandante de la Policía Urbana, don Tomás Peña, donde le avisaba sobre una mujer que se había autoinmolado con fuego en la Zona de Tolerancia en esta ciudad. La comandancia había recibido la información de los policías Guadalupe Peña y Nicolás Rodríguez, quienes se encontraban de vigilancia en ese sector de la ciudad.

Los hechos habían sucedido a la una de la mañana de ese día en el salón de baile de la casa de asignación del Sr. Marcelino Cantú. La inmolada era la Sra. Julia Martínez, quien residía en la misma casa de lenocinio. La mujer había vaciado alcohol de una botella en su propia ropa y luego encendido un cerillo.  Esto lo dijo ella misma cuando salió incendiada al salón, los hombres y mujeres presentes pensaron que ella creía que no se iba quemar.

El Sr. Guadalupe Rodríguez fue el primero que trató de apagarla, tanto que resultó con quemaduras en sus brazos y manos. Ambos policías informaron que el propietario de lugar, Don Marcelino Cantú, también trató de sofocarle el fuego.

La mujer pronto se encontró en estado delicado debido a las quemaduras que tenía en todo el cuerpo. El doctor encargado de la salud en Reynosa, Manuel de la Torre y Morali, llegó a atenderla. Estos hechos ocurrieron nueve meses después de que la villa de Reynosa fuera elevada a la categoría de ciudad, cuando los turistas abarrotaban los lugares de esparcimiento debido a la “Ley Seca” en el país vecino.


  • Copia del Acta de Defunción de Julia Martínez de 1927. Registro Civil de Reynosa.
La averiguación

A las ocho de la mañana de ese mismo día, el síndico 1º en funciones de agente del M. P., Manuel J. de Luna, constituyó a su personal en uno de los departamentos de la casa de asignación del Sr. Marcelino Cantú, ubicada en la zona de tolerancia. Ahí, el agente dio fe que encontró a una señora tendida en un catre al “parecer bien muerta.” Varias mujeres presentes en el lugar le expresaron al agente que era la Sra. Julia Martínez, quien había fallecido de las quemaduras pocos momentos antes.

El agente acompañado con los peritos empíricos, Alfredo Isasi y Camilo Pérez, procedió a examinar el cuerpo de la mujer. Observaron que el cuerpo estaba cubierto por una gran llaga y que las quemaduras la habían causado una substancia inflamable. Todo el rostro y el cabello se encontraban quemados. Se concluyó que el efecto de las quemaduras le habían causado la muerte. El agente de Luna acordó con las mujeres del lugar para que ese mismo día se le diera sepultura al cadáver en una fosa común en el cementerio de esta ciudad.

Según la libreta de registro que tenían en esa casa de lenocinio, Julia tenía 20 años de edad y era una mujer soltera originaria de Guadalajara, Jalisco. En el cuadernillo consideraba ese lugar como su residencia, pero no incluía los nombres o direcciones de su familia y sus compañeras tampoco pudieron aportar datos al respecto. Enseguida el M. P. libró oficio al Juez de Registro Civil en esta ciudad para que levantara el acta de defunción de la occisa.


Las declaraciones

Entre el 28 y 29 de septiembre de 1927, el agente Manuel J. de Luna le tomó las declaraciones a 8 testigos presenciales que estuvieron en la casa de asignación, cuando se incendió la Sra. Julia Martínez en el salón de baile del Sr. Marcelino Cantú. Éste era un comerciante de 43 años de edad originario de Reynosa. A la una de la mañana de ese 28 de septiembre, Marcelino se encontraba sentado en una mesa al lado de uno de los ventanales del salón de baile. En ese lugar se encontraba platicando con Magdaleno Sosa, cuando escuchó los gritos desaforados de una mujer. 

Al dirigirse al lugar donde salían los gritos, observó que en uno de los cuartos sobresalían chispas por la parte del techo, por lo que le habló a su hermano Juan Cantú, para que corriera al lugar donde provenían las llamas. En eso que se arrancaba el hermano para ver lo que sucedía, entró corriendo por la puerta al oriente del salón la Sra. Julia Martínez con su ropa ardiendo en llamas. La escena sorprendió a muchos de los concurrentes en el salón, por lo que algunos se salieron del lugar asustados.

En el acto, el propietario fue sobre la occisa tratando de apagarle la ropa. Le preguntaba sobre lo que le había pasado y quien le había quemado. A gritos despavoridos le contestó que, ella misma se había quemado al vaciarse una botella de alcohol en sus ropas y luego de prender un cerillo. Julia creyó que nada le sucedería. Ella lo hizo con el propósito de asustar a Guadalupe Rodríguez, su amasio, el hombre con quien tenía relaciones.

Pidió que a nadie se culpara del hecho, pues era el resultado de su propia imprudencia. Varios hombres y mujeres presentes escucharon lo que había dicho la mujer, entre estas Lulú García. Cuando había salido al salón venía Guadalupe Rodríguez tras ella, tratando de apagarle las llamas de la ropa. Este resultó todo quemado de los brazos, el velador José M. Aguirre, desde afuera del negocio, observó cuando la incendiada venía corriendo desde su cuarto hasta que entró al salón de baile. Algunos de los presentes lograron apagarla, pero ya tenía todo el cuerpo quemado.

La condujeron al cuarto antes mencionado y se mandó traer al doctor Manuel de la Torre y Morali para que la curara, pero ya sin esperanza de que viviera. Entró en estado agónico, falleciendo momentos después que el doctor la atendió. Los dos policías municipales al oír los gritos llegaron al lugar cuando estaban apagando a la fallecida. Enseguida procedieron a dar parte a la comandancia de policía de los hechos relatados.

También se le tomó declaración a la meretriz Lulú García de 26 años de edad, quien era originaria de H. Matamoros, Tamaulipas, residente en la misma zona de tolerancia. Ella se encontraba en el salón de baile con varias compañeras, entre éstas se encontraba Guadalupe Castellanos. Lulú declaró una historia similar a la del propietario, diciendo que Julia lo había hecho por asustar a su querido Guadalupe Rodríguez con quien acababa de tener un disgusto. Menciona que el amasio venía con una sábana que usó para apagarla, pero aun así salió con quemaduras.

La meretriz Guadalupe Castellanos era una joven de 19 años de edad, originaria del Estado de Sonora y tenía su domicilio en la casa de asignación del señor Marcelino Cantú. Ella andaba bailando cuando entró Julia al salón de baile con las ropas ardiendo. Cuando esta última era atendida en el cuarto, le ratificó que ella misma se había echado la botella de alcohol.

El sr. Guadalupe Rodríguez era un mesero de 28 años de edad, originario de Monterrey, N.L. avecindado en esta ciudad. Él había estado con la occisa platicando en su cuarto, donde ella se disgustó, por lo cual se salió inmediatamente del cuarto; apenas había caminado unos pasos cuando la finada salió con las ropas ardiendo en llamas. El hombre corrió agarrando dos sábanas y se dirigió sobre la mujer tratando de apagarla, al mismo tiempo que salían al salón de baile. El agente del M. P. constató que este declarante tenía los dos brazos y las dos manos con llagas provocadas por las quemaduras.

El perito Alfredo Isasi encontró varios fragmentos quemados del vestido, los cuales fueron colocados en una bolsa de papel como evidencia; asimismo encontró una botella cervecera blanca y vacía en el cuarto de la occisa, la cual olía a alcohol, que se presumía fuera la botella que ella se derramó en su ropa. En el cuarto había una cama, una mesita chica y dos velices, que se encontraban en total orden. Esto demostraba que ella había salido disparada del cuarto al incendiarse.

Otros testigos a quienes también se les tomó declaración fueron el velador de la casa de asignación José M. Aguirre y los policías municipales Guadalupe Peña y Nicolás Rodríguez. Los tres estuvieron presentes durante los hechos, dando una declaración similar a la de los otros testigos.

En el expediente de la Sección de Causas Criminales que se encuentra en el Archivo Municipal de Reynosa (AMR)9, incluye la copia del Acta de Defunción de la señora Julia Martínez, donde se refiere lo ocurrido en dicha casa de asignación. El síndico 1º municipal, suscrito como agente del M. P., concluyó que no había delito que perseguir, ya que Julia Martínez se había causado su propia muerte. El agente de Luna firmó la averiguación con sus testigos de asistencia, Vicente García y Roberto Hernández, archivando el expediente.

 La zona de tolerancia en esos años se encontraba por la calle Cristóbal Colón, entre la calle Francisco Javier Mina y un callejón que se encontraba antes de llegar a la calle Pascual Ortiz Rubio. Por la parte de atrás colindaba con las vías del ferrocarril. Actualmente ese lugar estaría no muy lejos al poniente de la Central de Autobuses de Reynosa.