Ni hay un umbral seguro de ingesta de alcohol ni existe un tipo de bebida alcohólica menos perjudicial que otra. “El único consumo sin riesgo es el cero”. Así de tajante se muestra Iñaki Galán, investigador del Centro Nacional de Epidemiología (CNE) del Instituto de Salud Carlos III, quien ha realizado un estudio de 1.500 investigaciones sobre el alcohol para llegar a esta conclusión y advertir sobre lo erróneo de los mensajes sobre uso “moderado” o “responsable”, el lema que acompaña a todos los anuncios de estos productos. “Lo que sabemos por la ciencia es que siempre hay riesgo”, advierte.
“No soy ningún fanático intransigente. A la conclusión se ha llegado tras dos años de trabajo con investigaciones publicadas durante dos décadas y el resultado es que no hay un consumo de alcohol sin riesgo”, asegura Galán tras publicar su estudio en la Revista Española de Salud Pública.
En el camino ha hallado unos 3.000 estudios que detallan supuestos beneficios de determinadas bebidas alcohólicas en el organismo, pero el investigador añade que son muestras experimentales en escenarios o circunstancias que no existen en la vida real. “Los mecanismos de acción de las bebidas alcohólicas relacionados con los potenciales efectos beneficiosos, extraordinariamente complejos debido a las numerosas vías involucradas, incluyen un aumento de la concentración de colesterol HDL, una disminución de la actividad plaquetaria y del fibrinógeno, así como un incremento de la sensibilidad a la insulina”, admite el estudio.
Sin embargo, según destaca Galán, los perjuicios son mayores y se generan desde consumos mínimos: “Las bebidas alcohólicas contienen elementos que son considerados carcinógenos de primer nivel y eso es irrefutable”. La Agencia Internacional de la Investigación sobre Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) así lo certifica y coincide con el análisis español en que “no existe un límite seguro de exposición”. “Está fuera de duda que el consumo de alcohol puede producir, como mínimo, los siguientes tipos de cáncer: de boca, esófago, garganta (faringe y laringe), hígado, intestino grueso (colon y recto) y mama”, confirma el Código Europeo contra el Cáncer.
Además, los supuestos beneficios se pueden obtener por vías más eficaces y no dañinas. “La ingesta media de naranjas (35 gramos por día) o manzanas (41 gramos al día) aportarían concentraciones similares de polifenoles a las de una ingesta media de vino (36 mililitros), mientras que la ingesta media de pan (100 gramos al día) la duplicaría”, desvela el estudio.
Como fuente de resveratrol, con un potencial efecto antiinflamatorio, tampoco es válido el vino, ya que, según la investigación, “la dosis efectiva derivada de la ingesta de este producto no podría alcanzar nunca un efecto preventivo y la mayor parte de los efectos atribuidos a este compuesto provienen de investigación in vitro y experimentación animal, por lo que se necesita una mayor evidencia en humanos”.
Los daños se generan desde niveles mínimos de consumo y sus efectos perduran. Un reciente estudio de la Universidad de Finlandia Oriental descubrió que los cambios en el perfil de metabolitos del suero sanguíneo son visibles años antes de que un individuo sea diagnosticado con alguna de las enfermedades relacionadas con el alcohol, responsables del 5% de la morbilidad mundial, según la OMS.
Tampoco es válido que el alcohol forme parte de la dieta mediterránea y contribuya a los efectos beneficiosos de la misma. El estudio recuerda que la Mediterranean Diet Adherence Screener o la Mediterranean Diet Serving Score incluyen el consumo de un vaso de vino o cerveza al día como “importantes componentes de este patrón alimentario”. Sin embargo, según la investigación del equipo de Galán, “dos estudios que evaluaron la relación de este patrón de consumo de alcohol con el patrón de la dieta mediterránea encontraron una débil asociación”.
Por lo tanto, para Galán y el equipo que ha revisado los estudios (Lidia Segura, de la Agencia de Salud Pública de Cataluña; Javier Álvarez, de la Universidad de Valladolid, y Marina Bosque, de la Universidad Oberta de Cataluña), la conclusión no varía: ningún alcohol es menos perjudicial que otro y los mensajes de “moderación” y “uso responsable” no son más que, según señala el investigador del CNE, lemas que promueve la industria.
Y esa labor promocional a favor del consumo de alcohol tiene sus efectos. Un estudio realizado por un equipo de científicos del Centro de Investigación de Prevención del Instituto del Pacífico (California) concluyó que “la exposición a las campañas de comercialización del alcohol está asociada con el consumo del mismo por parte de los jóvenes”. El trabajo resalta que la exposición a estrategias promocionales del alcohol es efectiva y se ha observado “en las últimas cuatro décadas, en países de todos los continentes y con muestras pequeñas y grandes”.
Galán insiste una y otra vez en las conclusiones del estudio, en especial ante los mensajes de que un consumo moderado de ciertas bebidas no es perjudicial: “Si las personas toman alcohol, se suele recomendar que no sobrepasen ciertos umbrales: 20 gramos por día en hombres y 10 en mujeres, lo que equivale a dos medias copas de vino, un chupito o una caña. Pero los resultados señalan que no hay un nivel seguro. Lo mejor, en cuestiones de seguridad para la salud, es no consumir alcohol alguno, ya que no es posible recomendar una u otra bebida para manejar estos umbrales o un consumo moderado”.