Los Ángeles, California
Decir que Naomi Watts es la única estrella en “The Desperate Hour” es un poco engañoso. Ella es prácticamente la única persona en la película, sí, pero se podría argumentar que su iPhone es su compañero de reparto.
Watts pasa la mayor parte de “The Desperate Hour” tecleando furiosamente, escuchando, consultando, pidiendo o de alguna otra manera pegada a su celular mientras el aparato cobra una enorme importancia.
Perdida en el bosque, el teléfono es su único vínculo con el mundo.
Watts interpreta a Amy Carr para quien se acerca el primer aniversario de la muerte de su esposo. Ella tiene una hija pequeña y un hijo adolescente taciturno y deprimido. Va a correr 5 millas (8 kilómetros) al bosque y entonces se entera de que hubo un tiroteo en la escuela local. El meollo de la película es una hora desesperante en la que no sabe qué está pasando mientras vive la angustia.
TEMORES QUE SE ACUMULAN
Como ejercicio de actuación es intrigante, casi sin compañeros de reparto y casi todas las escenas desarrollándose en tiempo real. Como película, no tanto: Tras un comienzo pesado y plácido, pasa de primera velocidad a quinta y nunca baja el ritmo mientras los temores se acumulan.
Resulta que ver una hora de Watts respirando pesadamente mientras corre y se pone más frenética, con los ojos siempre muy abiertos, no es tan divertido. En algún momento el personaje de Watts se tuerce el tobillo y esto la obliga a cojear el resto del camino. Quizá ustedes hagan un gesto exasperado. Es un cojeo de método.
El director Phillip Noyce utiliza cada truco disponible para mantenernos interesados. Hay tomas altas en picada de Watts corriendo entre árboles coloridos y tomas de ella mirando hacia arriba desde el sendero. La cámara a veces gira alrededor de su rostro como una avispa y se intensifica una música tenebrosa.
De alguna manera “The Desperate Hour” podría ser visto como un comercial de 84 minutos del iPhone, mientras nuestra heroína cambia de FaceTime a televisión en vivo TV, contactos rápidos, escucha música con los audífonos earbuds, abre las aplicaciones como Lyft o Instagram, revisa ubicaciones en su mapa satelital o se apoya en la calma robótica de Siri. (“Comenzando ruta. Toma el sendero Rosewood por media milla”, le dice).
ANTITECNOLÓGICA
Pero en otros sentidos la película es totalmente antitecnológica, revelando que el aparente orden prometido por esas filas de aplicaciones coloridas en la pantalla de tu casa es sólo una ilusión. La interrumpen llamadas no deseadas, se pierde la conexión, el GPS puede fallar, la televisión en vivo necesita memoria, se llenan los buzones de voz y a veces simplemente nadie contesta.
En algún momento Watts grita de pura frustración — un sentimiento que cualquiera que es dueño de un teléfono reconocerá. “Por favor permanezca en la línea para hablar con nuestros operadores cuando estén disponibles”, dice una de las grabaciones que la pone al límite. En otra escena esos tres puntitos que señalan que alguien está escribiendo un mensaje de texto desaparecen maliciosamente.
La crisis le demuestra a Carr quienes son realmente sus amigos. Un mecánico de autos resulta ser heroico, pero una amistad que está pasando por la misma situación revela su falta de empatía. Los operadores del 911 son increíbles, quizá demasiado increíbles. “Quizá yo sea sólo una voz al otro lado de la línea, pero estoy aquí para usted”, le dice uno. “Usted hizo lo que cualquier otra mamá habría hecho”.