Cumpliendo con el deseo que Carlos Marín expresó antes de fallecer el pasado 19 de diciembre en un hospital de Manchester por las complicaciones derivadas del Covid, los restos mortales del artista fueron velados en el madrileño tanatorio de San Isidro, a donde se acercaron, además de numerosos admiradores, sus familiares más cercanos y el amor de su vida, Geraldine Larrosa.
Completamente destrozada por haber perdido al hombre con el que compartió 16 años de su vida y con el que siempre mantuvo una estrecha relación, la artista conocida como Innocence confesaba sin poder contener las lágrimas a su llegada a la capilla ardiente que, a pesar de no haber trascendido públicamente, habían retomado su relación durante la pandemia y tenían planeado volver a pasar por el altar. Algo que, desgraciadamente, ya no sucederá.
Después de esta despedida pública al cantante, ayer martes por la mañana Carlos ha sido incinerado en la más estricta intimidad por expreso deseo de su familia.