LAS DOS CHINAS POBLANAS

Exégesis del traje nacional mexicano

”Con la desaparición de la China Poblana se acabó el ángel bueno de las clases desheredadas de la Puebla de los Ángeles, pero del pueblo, siempre grato, siempre noble y siempre grande, conservó la memoria de la santa, la imitó en el vestir, y de ahí el origen de las chinas”., . ¿Quién “inventó” la leyenda de la China Poblana? No es ningún secreto. Fue un coronel llamado Antonio Carreón, en su historia de la Ciudad de Puebla. Carreón estaba “avezado en esas flaquezas”, lo que se conoce como falsificaciones históricas.Según apuntes del doctor Nicolás León, no sólo inventó a la China Poblana, princesita del Celeste Imperio, sino también a un religioso dominicano, fray Martín Durán, que trató de introducir a México la reforma protestante y fue sacrificado por la Inquisición, y Don José María Vigil “pulverizó” esa mentira en 1888.Con la de la china encontró el apoyo del mitómano Lic. Ramón Mena, que aceptó como verdades las fantasías (“impudor histórico”, dijo el doctor León) del coronel, que les añadió otras de su cosecha:“Con la desaparición de la China Poblana se acabó el ángel bueno de las clases desheredadas de la Puebla de los Ángeles, pero del pueblo, siempre grato, siempre noble y siempre grande, conservó la memoria de la santa, la imitó en el vestir, y de ahí el origen de las chinas. Ni el propio coronel Carreón se había atrevido a afirmar tales cosas. Sólo sugirió que “tal vez” se debiera a Catarina de San Juan “el origen de las enaguas llamadas castor poblano (tejido de lana rojo) y el apodo de Chinas Poblanas que se da a las hermosas criollas de Puebla”.Catarina de San Juan, fue uno de los singulares personajes de la Puebla virreinal, era una mística y asceta nacida en la India en el 1613 y muerta en “olor de santidad” en la Angelópolis a principios del 1688. Capturada por corsarios portugueses cuando tenía 9 ó 10 años, llevándola a Cochín, en la costa de Malabar (declarando a su confesor que era un puerto muy lejano de su tierra), y fue bautizada por los jesuitas, con el nombre de Catarina de San Juan. En el mercado de esclavos de Manila, la compró el agente del capitán poblano Miguel de Sosa, que llegó a Acapulco en enero de 1625. En Puebla, vivió unos años en la casa del capitán Sosa y de su mujer, Margarita de Chávez; al morir la pareja, Catarina pasó a casa del sacerdote Pedro Suárez, donde llevó una vida casi conventual. Se casó con otro esclavo chino, también procedente de Filipinas, pero “con separación de lechos”, pues entre su cama y la del esposo colocó una imagen de Cristo, y de esa manera conservó su virginidad.Al enviudar se retiró a un “aposentillo en una casa de vecindad.Debido a sus ayunos y penitencias, tenía visiones, “donde recibía la visita de Dios y de los ángeles. En una de sus alucinaciones vio a Cristo sentado a la cabecera de una mesa, pues con exquisitas viandas, y oyó que le decía:“Quiero que comas conmigo”, y rehusó Catarina. “Yo, Señor, de tales mercedes no merezco; ¿qué dirán si saben que una bozal china, que un caballo, ha comido con Vuestra Majestad Divina? Vuestro convite es muy bueno para los justos , no para una bestia y pecadora como yo”. Bastantes años después seguía teniendo sus visiones celestiales, cuentan que hizo profecías, realizó milagros, y a su muerte fue sepultada en la Iglesia de la Compañía.En la lápida de onix de su tumba se lee: “Condidit hic tumulus venerandam in Christo virginem Catharina de San Juan, quan Magore (el mongol) mundo, Angelopolis coelo dedit”.Los poblanos la consideraron santa. Y sus retratos que se multiplicaron recibieron, según la Inquisición, veneración excesiva.A 13 años de su muerte, los inquisidores prohibieron “cualquier retrato del obispo Palafox y de Catarina de San Juan, so pena de excomunión mayor”, pues había fotos en la que aparecían juntos. En un edicto de 1691, el Tribunal de Santo Oficio mandó recogerlas. Aunque hubo el intento de canonizarlos nunca prosperó la causa. Hay una constancia en que la fe en la santidad de Catarina se vuelve más fuerte que la amenaza del Santo Oficio.El historiador  poblano José Miguel Quintana, tiene un retrato grabado por Pedro de la Rosa; en el grabado no se ven precisamente los rasgos orientales que la distinguirían como oriental.Lleva en sus manos juntas un rosario y su atuendo es el sayal descrito por sus confesores: “… no salió de un vestido pardo de lana… el manto con que modestamente se cubría fue siempre el más grosero, el más tosco… Vestía pues, como las monjas capuchinas...”.Personalmente vi en el Museo de la Universidad de Puebla, un traje identificado como el de la “China Poblana”, que parecía de un terciopelo o panilla muy desgastado vaya (avejentado al máximo), parecía ser una gamucilla muy lavada, y por más que le busqué por todos lados, no encontré rastros de que hubiese tenido algún bordado.La siguiente descripción de un español, que yo digo que es más mexicano que el pulque y está fechada en 1855, es de Don Niceto de Zamacois, refiriéndose a las chinas de San Juan, de la Ciudad de México, poblanas, sí, indudablemente, pero en el sentido figurativo que se le da a esa palabra en muchas partes de América hispana, como aldeana, mujer del pueblo, pueblerina, y decía que el traje de la China Poblana: “Enaguas con lentejuelas, hasta la media pierna, dejando ver su pierna sin medias, calzada de una zapato de raso verde, ceñida la estrecha y mórbida cintura por una banda carmesí; mal cubierto el provocativo seno por una camisa de lienzo sutil bordada caprichosamente con sedas de colores… es inútil tratar de identificar”.Pese a la buena voluntad del coronel Carreón y del Lic. Mena, en esa estupenda mezcla de materiales, el humilde traje de la mongolita.El confesor, que ruego me permita omitir su nombre, sabía que la mística había nacido en el Imperio del Gran Mongol, y sin embargo, decía que hablaba como “todas las que son de nación china”, la propia Catarina se definió como una china bozal, china, y de Puebla, esto es, China Poblana, lo que hace fácil el paso, a la identificación con la elegante y salerosa mujer.Pero a pesar de la falta de lógica, la “puntada” del coronel prosperó. Pero veamos, el traje de la china es de finales del Siglo XVIII o principios del XIX, casi dos siglos después de la aparición y llegada a Puebla de la pequeña esclava hindú.El tosco sayal de la religiosa sufrió una metamorfosis, se convirtió en el castor rojo.“BELLO FIRMAMENTO DE LENTEJUELAS DE PLATA”.