La narcocultura sienta sus reales entre tsotsiles, tzeltales y choles

Camionetas nuevas, de lujo, con cristales polarizados; hombres que visten sombrero y botas piteadas; fiestas con disparos al aire de armas de grueso calibre, narcocorridos... La influencia de la narcocultura está cambiando aceleradamente los valores en Chiapas

“Voy a cantar un corrido, quiero que me escuchen bien, yo no soy de Sinaloa, tampoco de Monterrey, soy de los Altos de Chiapas, sangre chamula también. Orgulloso mexicano, indígena al cien por cien…”, dice un narcocorrido interpretado por la banda Los Cárteles de San Juan, de esta región tsotsil. Puede encontrarse en YouTube

Otro narcocorrido dice: “No nada más en Durango existen hombres chingones, en el estado de Chiapas también hay vatos cabrones; usan botas y sombreros y traen sus buenos fogones. No le temen a la muerte y mucho menos al diablo, cuando se quieren matar, se matan como los perros, y no se rajan con nadie”.

Desde el norte de San Cristóbal de Las Casas y toda la región Altos de Chiapas, pasando por Chamula, Chenalhó, Pantelhó, Simojovel, Chilón y Yajalón, la narcocultura sentó sus reales entre los pueblos tsotsiles, tzeltales y choles. 

La migración de miles de indígenas al norte del país y a Estados Unidos provocó un rebote entre los pueblos y comunidades mayenses, donde ahora se pueden ver suntuosas casas que contrastan con la pobreza del entorno.

Camionetas nuevas, de lujo, con cristales polarizados; hombres que visten sombrero y botas piteadas. Fiestas con disparos al aire de armas de grueso calibre como cuernos de chivo, se videograban y se suben a las redes sociales. 

Ante las políticas públicas fallidas acumuladas durante años, la migración se volvió común en esta región de los Altos de Chiapas, donde a diario salen los camiones “tijuaneros”, que a precio accesible llevan hasta 50 personas desde la frontera sur hasta la norte. 

Abundan los tianguis de vehículos lujosos. Algunos tsotsiles de los Altos hacen negocios con armas, otros con drogas o autos robados que llegan de otras regiones del país y de la entidad. Otros más trafican con madera de la tala ilegal o con productos piratas. 

También hay pobladores que incursionan en el redituable tráfico de migrantes y en los últimos años innovaron en la producción local de pornografía, que se vende en los locales clandestinos de los mercados en el norte de San Cristóbal de Las Casas