Cronista Municipal de Reynosa
El 15 de septiembre de 1931, Alfredo Isassi, el oficial de barandilla de la Comandancia de Policía de Reynosa, informó que acababan de recibir noticias por teléfono de la Oficina de Migración en el puente internacional. Desde ahí avisaban que a unos cuantos pasos en el río Bravo había aparecido flotando un cadáver de un desconocido. Manifestaban que no se podía identificar a la persona por su estado de descomposición.
Manuel A. de la Viña, quien era el síndico del ayuntamiento con funciones de Agente del Ministerio Público, pasó al lugar donde se encontraba el cadáver para dar fe y practicar las diligencias necesarias para reconocer la causa de muerte. Eran las 18 horas, cuando de la Viña estableció al personal de esta agencia, nombrando a los señores Andrés F. Vargas y Alfredo Isassi como peritos.
Encontrándose en la ribera del río Bravo del Norte, en las inmediaciones del Puente Internacional en lo que era el potrero del Sr. Medardo González, dieron constancia del ahogado. A todas las personas que se encontraban presentes no les fue posible identificarlo, debido al mal estado en que se encontraba el cadáver.
Lo describían como un hombre de color trigueño, complexión regular y de seis pies de estatura. El occiso vestía pantalón plomo rayado, camisa celeste, camisetas de rayón, choclos negros con tacones de hule, calcetines cafés y rayados y cinto de baqueta de 1.5 pulgadas con hebilla cuadrada. Cuando revisaron el cuerpo, presentaba tres golpes contundentes en la región occipital de la cabeza o de la nuca más o menos del lado derecho. Dos peritos y el agente concluyeron que le habían dado los golpes con algún objeto de fierro o un palo. Después de quedar sin vida lo habían arrojado a las aguas de río Bravo.
Debido a que el individuo presentaba tres golpes, el personal presumía que se había cometido un delito de los que la Ley perseguía de oficio.
El norteamericano John Massey Gatling
Seis días después del hallazgo del cadáver, el gendarme municipal Rafael Guevara, puso en conocimiento a la Agencia del Ministerio Público sobre un norteamericano que se había presentado en la Comandancia de la Policía de Reynosa. Éste podría aportar datos sobre el hallazgo del ahogado que se había publicado en el semanario “El Observador”, el cual se editaba en esta ciudad.
John Massey Gatling no hablaba el idioma español, por lo que el Agente del Ministerio Público designó como intérprete al Sr. Julio L. Santos, Jr. Fue a través de este conducto, que el norteamericano fue protestado e instruido para que aportara sus generales. Este personaje era un agricultor de nacionalidad estadounidense, un hombre casado que contaba con 41 años de edad, oriundo de San Agustín, Texas. En ese entonces estaba avecinado en el poblado de Mission, Texas.
John M. Gatling explicó que el cadáver era de su trabajador, el mayordomo de su plantación que tenía en Mission, Texas. El extranjero manifestó que el difunto llevaba en vida el nombre de Manuel Chávez, el cual tenía dos años de estar a su servicio en ese lugar. Manifestó que el domingo 13 de septiembre lo habían visto borracho en Reynosa, Federico Rodríguez, quién era otro de sus trabajadores y también compañero de Chávez.
El americano lo sabía por otro de sus trabajadores, Rafael Martínez, quién se lo contó Rodríguez. Tenía la seguridad que el difunto era Chávez, porque ese lunes no volvió a su trabajo y también porque se encontraba desaparecido desde esa fecha que lo habían visto en Reynosa.
El extranjero reveló que Chávez cargaba un llavero suyo y usaba un anillo o “tumbagita” en el dedo chiquito (meñique). Cuando le enseñaron los objetos, el norteamericano aseguró que no había lugar a duda que el individuo ahogado era el expresado Manuel Chávez. John M. Gatling declaró sobre el finado Chávez que era soltero y que tenía unos 32 años de edad. Un ciudadano estadounidense originario de Fort Davis, Texas. El padre del difunto vivía en el Paso y un hermano en Kansas City.
El americano dijo que no sabía quién lo hubiese matado, explicando que había venido a Reynosa a dar esa información para que supieran quien era el difunto. Pero principalmente venía a recoger el llavero, debido a que las llaves le hacían falta para abrir el lugar donde estaba la herramienta en su rancho y así como la llave para encender “el truck”. Explicó que él se encargaría para que Rafael Martínez y Federico Rodríguez proporcionaran información sobre el caso. Procuraría hacer las pesquisas en el otro lado, por si alguien supiese del citado crimen.
El negocio del difunto Chávez
Aunque el expediente relacionado con el caso de la muerte de Manuel Chávez se encuentra incompleto en la Serie de Causas Criminales del Archivo Municipal de Reynosa (AMR), se logró reconstruir parcialmente los sucesos de este caso. Por lo menos unos seis individuos aportaron sus declaraciones ante el Agente del Ministerio Público, Manuel A. de la Viña, sobre los hechos de ese septiembre de 1931.
Según esas declaraciones, Manuel Chávez andaba con otro individuo también del lado americano entre las once y once y media de la mañana del día domingo 13 de septiembre, en el centro de Reynosa. Tal vez su acompañante era su compañero de trabajo de la plantación en Mission, Texas, Federico Rodríguez. Allí se juntaron con los señores Álvaro Gómez y Leopoldo Alonso, vecinos de esta ciudad de Reynosa, de 18 y 21 años de edad respectivamente. Estos conocían de vista a Chávez y solo se referían a él por los apodos que le daban cada uno de ellos: “Picado de Viruela” y “Chocolatito”.
Los paisanos del otro lado buscaban a Carlos Navarro y a Matías Lugo para hacer un negocio relacionado con el contrabando de licor. En esos años todavía estaba la “Ley Seca” en el país vecino, que prohibió la venta de bebidas alcohólicas entre los años de 1920 y 1933. Aunque en el estado de Texas se extendió la prohibición por más años. Los cuatro compañeros estuvieron en una cantina que mencionó Gómez como “El Obrero” y Alonso como “La Astoria”. Ahí Gómez se puso a jugar al billar con “Picado de Viruela”, mientras tomaban. Después de dos horas, como a la una de la tarde, los paisanos americanos se encontraron con Carlos Navarro y Matías Lugo, con quienes se saludaron íntimamente. El grupo cruzó la calle para ir enfrente a la cantina “El Tamaulipeco”, a tomar unas copas. Este lugar se encontraba en una de las esquinas de la calle Hidalgo.
Estando tomando, “Picado de Viruela” (Chávez) sostenía la conversación con Lugo, indicándole que esa noche quería pasar una carga de licor para el lado americano. Lugo lo sacó para la calle donde estuvieron conversando reservadamente. Más tarde salió Carlos Navarro y se unió a ellos, donde permanecieron hablando a solas los tres. Como a las cuatro de la tarde, el grupo salió de “El Tamaulipeco”. Lugo y Navarro disque se fueron hacia el Puente Internacional con los mexicoamericanos, mientras que Álvaro y Leopoldo se retiraron a sus domicilios.
Los contrabandistas
Matías Lugo y Carlos Navarro con frecuencia contrataban a Santiago Vázquez para que les ayudara a pasar al lado americano mercancías de licores. Este último era un hombre casado originario de Reynosa, de 36 años de edad. Aunque los documentos no especifican, Santiago probablemente tenía algún esquife para cruzar la mercancía. Esa noche del 13 de septiembre, entre las ocho y las nueve, cruzaron tres cajas de licor que traían en costales. Después de colocar a los dos contrabandistas y la mercancía al otro lado del río, Santiago retornó a su domicilio en Reynosa.
El lunes 16 de septiembre, los dos hombres fueron de nuevo a verlo a su casa para que los ayudara a cruzar el río de nuevo. Esta vez iban sin mercancía. Le manifestaron a Santiago que iban a cobrar la carga que habían llevado, pues aún se la debían. Le dijeron que al regresar le gratificarían su trabajo por pasarlos.
Carlos Navarro el inculpado
Navarro se quedaba en el domicilio del Sr. Alonso Caballero, en la esquina de las calles Matamoros con Canales en Reynosa. El primero hacía poco más de tres meses que radicaba en Reynosa por no tener un pasaporte para residir en Texas. Caballero explicó que Navarro era un recomendado de sus familiares, al cual le brindaba todas las atenciones. Pero tenía menos de un mes que no se presentaba en la casa de Caballero.
El día 23 de septiembre, el Sr. Santiago Vázquez cruzó a Carlos Navarro y a Matías Lugo por el punto llamado Las Ladrilleras, un vado no autorizado donde daba vuelta el río. Por este camino salían a los cruceros de las carreteras del lado americano, desde donde se dirigieron a McAllen, Texas. El señor Demetrio González los contrató, llevándolos a pizcar algodón a la ciudad de Rio Grande. Después de dos semanas de trabajo, el sábado 3 de octubre por la mañana, fueron arrestados por cinco empleados del servicio de migración de los Estados Unidos.
Los echaron al carro, conduciéndolos a ambos a McAllen, donde dejaron a Lugo. Mientras que a Navarro lo trajeron a las oficinas de Migración en Hidalgo, Texas. Ahí lo estuvieron interrogando con respecto a la muerte de Manuel Chávez, pero les dijo que no sabía nada. Lo condujeron a la cárcel del Condado en Edinburg, donde permaneció hasta que lo deportaron para México.
De acuerdo con un oficio fechado el día 7 de octubre de 1931 en la Sección de Juzgados del AMR, el Presidente Municipal Lauro Herrera informaba sobre la deportación de Carlos Navarro y su detención en la Cárcel Pública de Reynosa. El día 6 de octubre, personal de migración de los Estados Unidos se presentó ante el Presidente Municipal de Reynosa, explicando que había sido deportado por infringir las leyes de migración de ese país y como sospechoso del homicidio de Manuel Chávez. En una nota del día 5 de octubre, el Heraldo de Brownsville había anticipado la presencia de este personaje en la cárcel de Reynosa.
El día 7 de octubre de 1931, el Agente del Ministerio Público, Manuel A. de la Viña, amplió las declaraciones de Carlos Navarro, quien explicó que no sabía si Manuel Chávez se dedicaba al comercio de licor. El Agente manifestó, después de practicar todas las diligencias contundentes al esclarecimiento de la responsabilidad de Navarro en el asesinato de Chávez, que no existían méritos suficientes para que continuara su detención. A las 19 horas fue puesto en libertad hasta que se presentaran nuevos datos que tuviesen méritos para su reaprehensión.