La memoria espirituosa de Espiridión de Luna, 1868

José María al darse cuenta que venía ebrio no puso ninguna atención, siendo que le repitió que lo iba a matar en voz alta al entrar por la puerta del solar. Al acercarse Luna le habló señalándole, por usted lo digo, porque es un ladrón. En eso el agresor montó la pistola de seis tiros, pero José María observó que no tenía “cápsul(a)”. Pero de nuevo vio que le dirigía otro que sí tenía y entonces se le abalanzó de frente para no dejarlo disparar el tiro.

Desde cosa de las 10 de la mañana del día 6 de septiembre de 1868, el celador José María García había denunciado ante el portero de la presidencia de Reynosa a Espiridión de Luna, por haberlo amagado con una pistola. Éste le había dado un golpe con la misma sobre la mejilla izquierda de la cara y parte de la nariz.

El alcalde 1º Constitucional, Florentino Zamora, no actuó con su personal de asistencia hasta el día siguiente, aunque el parte se lo había pasado el portero a partir del día anterior. Desde entonces, Espiridión había sido aprehendido y detenido en la cárcel. Fue en el día 7 de septiembre, que el alcalde 1º pidió a José María expusiese bajo protesta su queja del agravio que se había cometido en su contra.

 

El denunciante 

José María García era un hombre soltero de 32 años de edad, quién tenía el cargo de celador del resguardo aduanal en Reynosa. Explicó ante el Juez, que el día anterior domingo había estado componiendo unas rodadas (sic) de carretón en la casa de Tirso Ochoa. Sería como a las 10 de la mañana, cuando Espiridión de Luna llegó con una pistola en mano gritando desde la calle que lo iba a matar. 

José María al darse cuenta que venía ebrio no puso ninguna atención, siendo que le repitió que lo iba a matar en voz alta al entrar por la puerta del solar. Al acercarse Luna le habló señalándole, por usted lo digo, porque es un ladrón. En eso el agresor montó la pistola de seis tiros, pero José María observó que no tenía “cápsul(a)”. Pero de nuevo vio que le dirigía otro que sí tenía y entonces se le abalanzó de frente para no dejarlo disparar el tiro.

Esto lo logró por casualidad al entrar en un forcejeo entre los dos, que dio tiempo que llegase Tirso Ochoa, el dueño del lugar. Este último tomó el arma, resultando José María con un golpe en el lado izquierdo de la cara y la nariz, inducido con la misma arma. Momentos después llegaron varios vecinos a la novedad y también el portero de esta municipalidad. Este hizo la aprehensión de Espiridión y lo condujo a la cárcel, la cuál se encontraba en la misma presidencia municipal. 


Rúbrica del alcalde 1º Constitucional, Florentino Zamora, quién tenía la función de Juez en este caso.

 

El inculpado

Después de escuchar a José María García, el alcalde 1º de Reynosa, Florentino Zamora, le ordenó enseguida al portero extrajese de la cárcel al preso Espiridión Luna. Esto era para darle el conocimiento de lo que se había practicado en este juicio.

Espiridión se dio por enterado y explicó que por lo demasiado briago que andaba no recordaba nada de los hechos de que se le acusaban. Sí confesó haber sacado su pistola de seis tiros, pero con el propósito de empeñarla o venderla. Tal era su objetivo que se dirigió a la casa de don Simón Garza con esa intención.

Expuso que cuando salió de dicha casa no supo el rumbo que tomó ni lo que hizo después. Vino a “recordar” (sic. despertar) después de haber dormido y disipado su embriaguez, notando que se encontraba en la cárcel de esta villa de Reynosa. Razón por lo que se sujetaba a las aserciones de los testigos que presenciaron los hechos de que se quejaba José María García.

En cuanto a lo que había sucedido, Espiridión creía que era su deber explicarle al juez ciertas circunstancias que habían acaecido entre él y José María García en los meses de febrero y mayo de 1868. Por ese tiempo andando briago, José María lo había desafiado a pelear en diferentes ocasiones. A estos retos poco caso les hacía por saber el estado de borrachera en que andaba su adversario. 

Espiridión manifestó que quizá, esta clase de insultos lo habían obligado a cometer el hecho del cuál es acusado y del cuál no recuerda nada. Al estar su memoria vacía, el Juez decidió citar a José María para que presentase los testigos que hubiesen presenciado el suceso del cual se quejaba. Para esto presentó a los ciudadanos Tirso de Ochoa, Pedro Martínez, Juan de Ochoa y David de Ochoa, que son los que habían presenciado el hecho cometido contra su persona por el citado Luna. 

 

Los testigos

“Incontinenti” se presentó a Tirso de Ochoa ante el juzgado. Este era un hombre soltero de 30 años de edad de oficio carpintero. Explicó que en cuanto a las voces que gritaba Espiridión Luna lo ignoraba, debido a que no las escuchó. En el momento de los hechos, Tirso se encontraba recostado dentro de su casa. Pero con el ruido dentro del solar, fue que entonces salió de su hogar y encontró abrazados forcejeando a Espiridión y a José María, con la pistola agarrada entre uno y otro. 

En eso, Ochoa se dirigió a ellos y les quitó la pistola, dando como resultado que se separaran. Espiridión así partió para su casa, mientras que José María permaneció en la casa donde se encontraba. A los pocos momentos regresó Espiridión sin decir palabra, pero en eso llegó el policía que lo condujo para la cárcel. Ochoa mencionó que, durante la ausencia del inculpado, José María García le pidió la pistola, la cual se la negó. 

En otra declaración, Pedro Martínez, un labrador de 30 años de edad, dijo que lo expuesto por José María García era verdad, con excepción sobre el tiro que le había dirigido de Luna a García. Esto no lo había visto así, pues su llegada a la casa de Ochoa había sido en el momento que los dos contrincantes se encontraban abrazados y fueron separados por él y el propietario del lugar. Pedro acordó que era cierto que Espiridión andaba ebrio en exceso. 

El tercer testigo era el hermano de Tirso Ochoa, llamado Juan, un joven soltero de 24 años de edad. Expresó que nada sabía sobre lo sucedido, ya que cuando llegó encontró a Espiridión de Luna en la calle y a José María García en el patio de la casa de su hermano Tirso. Allí estaba García trabajando y vio que tenía en la mano una cama de carretón, pero no sabía la razón por la que la portaba. Juan Ochoa notó que, tanto García como de Luna se estaban injuriando de palabras. Pasando unos momentos, de Luna se fue para su casa y García se salió a la calle diciéndole, no había de pasar el día sin vengarse quitándole la existencia.

El cuarto testigo fue el otro hermano de Tirso, David Ochoa, un carpintero de 22 años de edad. Este dijo que cuando llegó a la casa de su hermano Tirso encontró agarrados a García y Luna. Pero no vio que tuviesen pistola alguna en las manos. Llegó a entender se las habían quitado, más no supo quién. Tampoco sabía si de Luna había vociferado voces de querer matar a José María García.

El juez veía que la parte acusadora no probaba nada sobre su denuncia. Los testigos de José María solo aclaraban el hecho de que el presunto reo estaba embriagado, lidiaba de brazos con él y lo injuriaba mientras se hallaba trabajando. Nadie vio que le tratara de disparar con la pistola.

Por lo que el Juez, Florentino Zamora, basado en el artículo 8º de la Ley del 16 de mayo de 1861, solo aplicó a Espiridión de Luna su reclusión de dos meses, con la opción a que pagara una multa de veinte pesos. Así definitivamente Zamora lo determinó, mandó y firmó, haciéndolo saber a la parte demandada para su ejecución.