A causa del cerco que le imponen los cárteles de la droga, el municipio michoacano de Aguililla ya empieza a padecer una grave crisis humanitaria, la cual se refleja en una fuerte hambruna y en falta de medicamentos, por lo que miles de sus pobladores abandonan sus comunidades y piden asilo en Estados Unidos.
Por lo pronto la diócesis de Apatzingán, a la que pertenece Aguililla, comienza a apoyar a la población mediante el envío de víveres y medicinas, utilizando incluso un “puente aéreo” con helicóptero para evitar a los grupos criminales que tienen tomado el principal acceso terrestre al municipio.
El sacerdote y luchador social Gregorio López Gerónimo, mejor conocido como el padre Goyo, quien coordina el envío de víveres desde el albergue El Buen Samaritano, de Apatzingán, comenta preocupado:
–¿Y qué pasa con los enfermos graves?
–Pues simplemente se están muriendo en sus casas, sin asistencia médica. En Aguililla hay hambre, muerte y desolación.
A principios de este mes, prosigue el padre Goyo, este albergue eclesiástico, apoyado por “una red de personas de buena voluntad”, comenzó a enviar víveres y medicinas a los desesperados pobladores de Aguililla abandonados a su suerte.
De nada sirvieron los encuentros del obispo de Apatzingán, Cristóbal Ascencio García, con distintos funcionarios federales a fin de que se resolviera el problema. Entre otros, se reunió con Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, y Félix Arturo Medina Padilla, titular de la Unidad de Políticas y Estrategias para la Construcción de la Paz con Entidades Federativas y Regiones.
Señala que la carretera que corre de Apatzingán a Aguililla, de unos 80 kilómetros, ha estado tomada por el Cártel Jalisco Nueva Generación y por los sicarios de Cárteles Unidos, los dos principales grupos criminales que se disputan la zona y no permiten el paso de mercancías por esa vía, hoy bloqueada con zanjas por los narcotraficantes.