La cruda verdad homeopática

La terapia alternativa más popular y comercial de la pseudociencia no ha podido demostrar que sea curativa en absoluto y empieza a ser desterrada de las aulas

Por Javier Salas El Mañana / Especial La homeopatía lleva un año tan malo que ya solo le falta que el Diccionario de la Real Academia deje de definirla, erróneamente, como un “sistema curativo”. Y no sería extraño, puesto que en los últimos meses muchas instituciones han optado por darle la espalda a este sistema pseudoterapéutico que no ha sido capaz de demostrar que sea curativo en absoluto. Incluso sus propios defensores reconocen que no saben cómo podría funcionar. Uno de los golpes más duros ha sido el reciente informe de la Real Academia Nacional de Farmacia en el que se advertía que los productos homeopáticos no solo son inútiles, sino que suponen “un riesgo para la salud de los ciudadanos” porque los pacientes pueden alejarse por su culpa de aquellos tratamientos farmacológicos apoyados en la evidencia científica.  Desgraciadamente, esa advertencia hipotética se convertía en tragedia real este mes, cuando un niño de siete años moría en Italia por culpa de una otitis que se complicó porque sus padres se limitaron a usar homeopatía, evitando los antibióticos. La Asamblea Nacional de Homeopatía, el lobby español, admitía entonces que “no sustituye a los tratamientos farmacológicos cuando estos son necesarios”. Antes, el director ejecutivo de la principal empresa del sector, Christian Boiron, reveló en una entrevista en el Corriere della Sera que él mismo usaba antibióticos con sus hijos.  Después de que la Universidad de Barcelona cancelara su máster en homeopatía por “falta de base científica”, tres de las principales sociedades científicas farmacéuticas lanzaron otros tantos misiles en pocas semanas de diferencia. La Sociedad Española de Farmacia Familiar y Comunitaria advertía: “Hasta hoy no existen evidencias científicas suficientes para demostrar la supuesta eficacia”.  La Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria alertó de que “los principios que sustentan la homeopatía no son científicos”. Por su parte, la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria insistió en que “debería retirarse la denominación medicamento de estos productos”. Además, las principales universidades que habían dejado entrar a la homeopatía en sus instalaciones han vuelto a cerrar la puerta, y colegios médicos, como el de Madrid, han roto con esta y todas las demás pseudociencias. NEGOCIO RESPETABLE Al repasar lo ocurrido en estos últimos meses, cabe preguntarse cómo es posible que la homeopatía haya vivido cómodamente en los años previos, sin apenas polémicas y con buenas cuentas de resultados para sus laboratorios.  Como resume un artículo el colectivo Ciencia para el pueblo, la homeopatía ha disfrutado del estatus de ser “un negocio avalado por el Estado y el sistema” que le proporcionan “una pátina de respetabilidad y hasta de eficacia terapéutica”. En España, la Agencia del Medicamento defiende que son “medicamentos como todos los demás”, precisamente gracias a la consideración que le otorga el legislador.  Sin embargo, no tienen que demostrar eficacia, en claro agravio comparativo con el resto de medicinas, que deben cumplir severos requisitos para demostrar sus indicaciones, y se dispensan en farmacias y con IVA superreducido. A cambio, los homeopáticos no pueden atribuirse capacidades específicas, aunque sortean su cumplimiento al incluir en los prospectos que el preparado es “utilizado tradicionalmente”para tal o cual enfermedad.  Desde 2013, Sanidad tiene pendiente regularizar definitivamente esta situación para cientos de productos homeopáticos, pero el plan permanece en un cajón desde entonces, tras la respuesta social que suscitó. Al cierre de este texto, Sanidad no ha respondido cuáles son los motivos por los que este plan lleva tres años congelado. Por su parte, los farmacéuticos, representados por su presidente Jesús Aguilar, defienden que la venta de homeopatía es un negocio legítimo y derivan las responsabilidades hacia el legislador y los médicos que la prescriben. LAS CIFRAS “Eso es falso. El 80% de la responsabilidad es de los farmacéuticos”, asegura el boticario Jesús Fernández, se hizo conocido al decidir no dispensar homeopatía en su establecimiento madrileño y posteriormente como impulsor del colectivo FarmaCiencia. Fernández hace cuentas: “Dicen que hay 10,000 médicos recetando homeopatía; si esa cifra inventada fuera cierta, serían el 4% de los 250,000 médicos colegiados que hay en España. En cambio, de las 22,000 farmacias que tenemos en el territorio nacional solo somos un puñado los que nos negamos a dispensar homeopatía”.  Fernández también critica que el Estado permita que los precios de la homeopatía sean libres frente al de los demás medicamentos, que está fijado. No obstante, asegura que la importancia de la homeopatía es residual: de los miles de millones que se gastan en oficinas de farmacia anualmente, apenas unos pocos millones se dedican a estos preparados homeopáticos que suelen presentarse en bolitas de azúcar (sacarosa y lactosa) con precios que van desde los cuatro hasta los 40 euros por caja. Según fuentes del sector, más de la mitad del mercado homeopático español, formado por una decena de empresas, lo tiene la francesa Boiron en sus manos. Pero es un mercado menguante: en 2016, Boiron solo sumó 20,5 millones en ventas, tras caer un 14,3% desde 2015, año en que también había reducido sus ventas un 4,9% frente a los más de 25 millones de 2014.  LA DIFERENCIA Mientras la medicina científica debe someterse a rigurosos sistemas de revisión para conseguir tratamientos que mejoren la salud controlando los efectos secundarios, Boiron solo gasta el 0.6% de su facturación en investigar sobre esta pseudociencia inventada hace 200 años por Samuel Hahnemann que se basa en la supuesta memoria del agua.  Pero es una distinción que no parecen tener clara los usuarios de estos productos. El sociólogo Josep Lobera está preparando un estudio específico a partir de una encuesta entre 6,300 españoles. “No distinguen lo que es ciencia y lo que no. No tienen claros los límites entre ambas cosas y les llega información con apariencia de científica que los confunde. Por eso creen que sí hay estudios que la respaldan”, resume Lobera. “Para ellos es como si estuvieran probando una medicina experimental que dentro de unos años se va a demostrar que funciona”, asegura, “se están saliendo del camino de la medicina sin ver el letrero que indica que se alejan”.  Tras estudiar en detalle el perfil sociológico de este grupo, Lobera observa que el nivel educativo no influye, ni tampoco la percepción de la ciencia: “No rechazan el método científico, ni siquiera recelan de los científicos y sus posibles intereses comerciales”. Y se adivinan dos detonantes que favorecen su uso: la confusión que genera su venta en farmacias, y otro aspecto importante, porque “sienten que la sanidad les ha fallado, que no les dedica suficiente tiempo y atención, y buscan otras vías para canalizar estos síntomas de frustración”. En un solo número de 2016 de esa revista, del grupo Elsevier, se pueden encontrar artículos que defienden que “la homeopatía ha contribuido a controlar la enfermedad tumoral en 10 casos de cáncer”; otros que comparan la “ofensiva” que sufren los homeópatas con las que lanzaron los nazis contra judíos y comunistas; e incluso un estudio que avisa de “resultados favorables” en el uso de homeopatía para combatir la otitis en niños pequeños “evitando la administración innecesaria de antibióticos”. Se suma así el sistema de publicación en revistas científicas a la legislación y a los intereses del negocio, contribuyendo en conjunto a la confusión de los consumidores, que pueden terminar creyendo que la homeopatía sirve para curar.