A los pobladores de Tula les cuesta trabajo recuperarse de la tragedia que los devastó. En medio del desolado entorno exigen apoyo a las autoridades de los tres niveles que, aseguran, los han abandonado. Hasta ahora sólo han recibido el apoyo de la sociedad civil, dicen a Proceso varios de los damnificados. Y claman justicia.
CIUDAD DE MÉXICO.– A 10 días del colapso en Tula, Hidalgo, por el desbordamiento de los ríos, cuyo saldo fue 17 muertos, 75 mil damnificados y daños estimados en 6 mil 500 millones de pesos en nueve municipios de la entidad, las aguas comenzaron a descender, pero los apoyos no han llegado.
Los lugareños temen una contingencia sanitaria a causa de fiebres, conjuntivitis, dolores estomacales y diarreas agudas presentados después de la inundación; la Secretaría de Salud estatal no descarta tampoco algún probable caso de cólera ni la propagación del covid-19. Así, sin digerir aún la tragedia, la sociedad traza los primeros esbozos de reconstrucción.
A la incierta espera de que las investigaciones deslinden responsabilidades en los tres órdenes de gobierno por su actuación antes, durante y después de las inundaciones, se suma el temor por la delincuencia en ese municipio controlado desde hace más de una década por grupos de huachicoleros que merman los ductos de la refinería Miguel Hidalgo.
El domingo 12, en la localidad de San Francisco Bojay, un grupo armado tiroteó a cuatro personas que pepenaban los escombros de la zona afectada por la inundación; la madrugada del viernes 15, en Tezontepec –a 21 kilómetros de ahí e incluido en la declaratoria de emergencia por las lluvias–, dos hombres atacados a balazos en San Gabriel, otro pueblo establecido sobre ductos; hubo un muerto y un lesionado.
Ese mismo día, en Alfajayucan, también en el Valle del Mezquital, se localizaron cuerpos humanos en dos cajas, junto a una cartulina con una advertencia.
Apoyos que no llegan
Cuando Michelle Velázquez y su familia abrieron las puertas y vieron su patrimonio sepultado en lodo, tres días después de la inundación, experimentaron una segunda tragedia: todos sus muebles y electrodomésticos quedaron inservibles: lo demás se lo llevó la corriente de agua negra durante la tormenta.
Relata Michelle: “Estamos realmente conmocionados. Al principio creo que era como estar en shock, o tal vez ni siquiera alcanzábamos a dimensionarlo. El día que pudimos entrar y ver en verdad los daños… Sientes que se te va la vida, porque en realidad todo es parte de personas que dieron su vida para construir, para hacerse de su casa, de sus pertenencias.
“No sabes cómo nos pega eso que dicen que lo material no importa. Porque todo eso que dicen que se puede recuperar nos ha llevado años tenerlo, nos ha costado carencias. Te endeudas… y que desaparezca todo de la noche a la mañana es devastador.”
Las puertas de sus habitaciones y los closets se quebraron; la madera cedió ante la fuerza del agua; tuvieron que quitar todo. Ahora, dice, sólo queda el esqueleto de lo que antes fue su casa: “sólo es una construcción, sólo cuartos. Así, sin siquiera un marco en la puerta; nada”.