WASHINGTON.
El presidente electo Joe Biden quiere “restaurar el alma de Estados Unidos”. Pero primero necesitará arreglar un Congreso roto y dividido.
Biden se encamina precipitadamente hacia una rama legislativa castigada por el partidismo, los insultos y, ahora, la negativa de algunos a reconocer su victoria ante el presidente Donald Trump.
Los aliados demócratas, que luchan por reagruparse después de sus propias derrotas electorales, albergan profundas divisiones entre las voces progresistas y moderadas. Los republicanos, en lugar de felicitar amablemente al ganador de las elecciones, están, intencionalmente o no, deslegitimando la presidencia de Biden mientras atienden la negativa de Trump a aceptar los resultados de las elecciones.
En un momento en que el país necesita un gobierno que funcione quizás más que nunca para enfrentar la crisis de COVID-19, una economía tambaleante e injusticia racial, el presidente electo está retando a Washington a hacerlo mejor de lo que lo ha hecho.
Será un comienzo difícil.
“El país solía querer un estancamiento porque veía el estancamiento como una forma de protegerse. Ahora el país está realmente hambriento de acción y progreso”, dijo Jesse Ferguson, un estratega demócrata. “Eso es una orden para encender el interruptor”.
La idea de un mandato de Biden, sin embargo, es relativa, ciertamente adoptada por los demócratas que quieren poner en marcha la agenda del mandatario electo. Sin embargo, los republicanos envalentonados, que no perdieron un solo escaño en la Cámara de Representantes, y de hecho expandieron sus filas, ven su propio mandato como un obstáculo en la agenda de Biden.
El congresista de California, Kevin McCarthy, líder republicano en la Cámara de Representantes, dijo que la elección “fue un mandato contra el socialismo”, intensificando los implacables ataques republicanos, a pesar de que Biden es un demócrata centrista.
Biden llega a la presidencia como pocos en la historia reciente, con una inusual combinación de experiencia pero también con un Congreso potencialmente dividido.
Rara vez en los tiempos modernos un demócrata ha comenzado una administración sin un Congreso demócrata completo. Aunque la cámara baja está en manos demócratas, el Senado permanece indeciso, con una ventaja de 50-48 para los republicanos que se dirigen a una segunda vuelta el 5 de enero por dos bancas en Georgia que determinarán el control del partido.