El primer ministro británico Boris Johnson inició un viaje a Bélgica y Polonia con el fin de incrementar la presión sobre Rusia, que mantiene sus tropas cerca de la frontera con Ucrania, pero no pudo dejar sus pesares en casa.
Johnson intentaba demostrar la firmeza de la OTAN frente a la acumulación de tropas rusas cerca de su vecina, pero el jueves debió responder a preguntas sobre la investigación policial de una serie de fiestas en el gobierno que violaron las normas de cuarentena y le han restado control sobre el poder.
Además, un ex primer ministro conservador, John Major, fustigó a Johnson en un discurso sin contemplaciones al afirmar que el desdén del gobierno por las normas y la verdad corroía la democracia y hacía trizas la reputación de Reino Unido en el mundo.
“El primer ministro y los funcionarios violaron las leyes de cuarentena. Inventaron pretextos descarados. Día tras día se pidió a la gente que creyera en lo increíble”, declaró Major en Londres.
Agregó que Johnson y su gobierno trataron la verdad como si fuera algo optativo y suponían que “ellos y solamente ellos, no tienen la obligación de acatar las normas”.
La Policía Metropolitana de Londres investiga una decena de fiestas realizadas en la residencia oficial y oficinas del primer ministro en el número 10 de Downing Street y en otros edificios del gobierno cuando regían las restricciones por el coronavirus.
La policía envió mensajes a medio centenar de personas, entre ellas el primer ministro y su esposa Carrie, para que den testimonio de sus actividades en las fechas investigadas. Quien haya violado las normas puede ser sancionado con una multa.
Los opositores dicen que Johnson debe renunciar si la policía determina que violó las normas, pero el jueves se negó a decir si lo haría en ese caso.
“Ese proceso debe completarse. No veo la hora de que se complete y entonces llegará el momento de hablar sobre eso”, dijo en una conferencia de prensa en Bruselas junto con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.
Johnson trata de extinguir la controversia sobre una serie de fiestas en la oficina en las cuales se dijo a cada uno que trajera su propia bebida alcohólica, festejos de cumpleaños y “vinos de los viernes”, mientras millones de británicos no podían reunirse con sus familias y amigos debido a las normas sobre el COVID-19 del propio gobierno.