Son 12 las investigadoras de origen maya, tseltal, mazateca, mixteca, otomí y mam que forman parte del programa de Estancias Posdoctorales para Mujeres Mexicanas Indígenas en Ciencia, Tecnología, Ingenierías y Matemáticas, financiado por el International Development Research Centre (IDCR), de Canadá, y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), con el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) como responsable de su operación.
"Muchas de las investigaciones se quedan a nivel de laboratorio y de lo que se trata aquí es de la transferencia de esa tecnología, de ese conocimiento, a través de cursos y talleres a la comunidad, y también nosotros aprender de ellos y de la forma en que mantienen por ejemplo sus cultivos", explica la bióloga Felicia Amalia Moo Koh, originaria del pueblo maya de Kopomá, Yucatán. Maestra en Ciencias en Horticultura Tropical, con doctorado en Agricultura Tropical Sustentable, Moo Koh estudia plantas nativas de la entidad, pertenecientes a especies como la Acslypha gaumeti, para buscar fungicidas, nematicidas e insecticidas que controlen las enfermedades de cultivos como el tomate o el chile habanero. Las estancias constan de dos partes: una académica, que las becarias desarrollan en Centros Públicos de Investigación Conacyt y la otra comunitaria.
DEL LABORATORIO AL TRASPATIO Para la parte académica, Felicia Amalia Moo Koh trabaja en el Centro de Investigación Científica en Yucatán (CICY) con Marcela Gamboa -se requiere que las posdoctorantes se integren a un proyecto en curso y trabajen en colaboración con el investigador titular- para el desarrollo de productos biorracionales que sustituyan a pesticidas. "El auge de la agricultura orgánica tiene como principal objetivo disminuir el uso de productos comerciales residuales porque dañan el manto freático en la península.
Los productos biorracionales a base de plantas nativas pueden sustituir el uso y el abuso de productos residuales y tratar de aminorar este impacto de la contaminación ambiental", explica. La segunda parte de su proyecto, la comunitaria, consiste en transmitir sus hallazgos a los pobladores de Kopomá que desarrollan cultivos de traspatio, para que identifiquen patógenos y las especies vegetales que pueden combatirlos. Además de hortalizas menores, como el chile o el tomate, en Kopomá se cultivan plantas ornamentales, como las rosas, y en menor medida especies maderables. "Estos cultivos constituyen una fuente de ingresos extra, porque muchos trabajan fuera, en la Ciudad, y quienes se quedan en la comunidad son mujeres o personas mayores", expone. AL RESCATE DEL MAGUEY Con maestría y doctorado en Ciencias Agropecuarias y Recursos Naturales, Elia Ballesteros desarrolla en el CICY un proyecto académico para la selección de agaves elite mediante marcadores moleculares y cultivo in vitro.
"Este proyecto nace porque los métodos tradicionales de cultivo y la presión que ejerce la industria de los destilados están creando un serio problema de desabasto de plantas para la producción de mezcal", advierte. Como requieren aproximadamente de 6 a 10 años para su aprovechamiento y su reproducción sexual es ineficiente, los agaves nunca han sido mejorados genéticamente. "Esto ha provocado carencia de material vegetal, en particular de material sobresaliente que pueda utilizarse en la industria de los mezcales, lo cual puede resolverse mediante una selección asistida por los marcadores moleculares y por la rápida propagación de estos materiales seleccionados por medio del cultivo in vitro", indica Ballesteros.
El proyecto planea vincularse con productores de mezcal en Guerrero y Oaxaca, además como beneficio social ha establecido un vivero de magueyes pulqueros en la región otomí de Huitzizilapan, Estado de México. En esta zona, explica, los magueyes se utilizan para delimitar parcelas, producir pulque y la penca sirve para la elaboración de barbacoa, pero estas actividades han propiciado la sobreexplotación de los magueyes, que han visto mermada su población en los últimos 30 años. Ballesteros propone, además de rescatar y conservar los magueyes pulqueros de la comunidad, mostrar otros potenciales de uso de la planta, como sus compuestos con efecto prebiótico y probiótico. YERBAS QUE SANAN Plantas con efectos benéficos se localizan en todo el País, como las usadas en la región mazateca para tratar el cáncer, las cuales busca documentar la ingeniera agrónoma Zoila Mora, originaria de Chiquihuitlán de Benito Juárez, Oaxaca. "La medicina alópata provino del conocimiento etnomedicinal", refiere, "se sabe que más del 80 por ciento de los fármacos aprobados para el tratamiento del cáncer fueron encontrados en la búsqueda de plantas usadas en la medicina tradicional para tratar enfermedades relacionadas".
Mientras su proyecto académico en el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE) estudió el efecto de una proteína llamada "Receptor III del factor de crecimiento Transformante Beta (TGFBR3)" en la prevención y tratamiento de la metástasis ósea debida al cáncer de mama, en el comunitario se enfoca en documentar la diversidad etnobotánica medicinal mazateca con actividad anticancerígena. "Hicimos entrevistas a algunos médicos tradicionales de la etnia mazateca, con la finalidad de saber qué planta utilizan para tratar el cáncer y posteriormente documentar dicha información en una monografía", detalla la maestra y doctora en Ciencias en Desarrollo Regional y Tecnológico, con especialidad en bioquímica. "En mi proyecto doctoral trabajé con la hierba del cáncer -que venden en las yerberías- para evaluar sus propiedades biológicas en células cancerosas.
El uso etnomedicinal de dicha planta no está aún documentado, como ocurre con muchas otras plantas, situación que complica su documentación científica" dice. Esta planta es la Tournefortia mutabilis, mientras en la maestría aisló hongos endófitos para la producción de paclitaxel, otro anticancerígeno. "De ahí la importancia de documentar las plantas que tengan un uso tradicional en la medicina", enfatiza Mora. Además, destaca, un registro de este tipo contribuye a preservar estos saberes, pues en muchas comunidades los conocimientos etnomedicinales se están perdiendo porque ya no se practican. LIBRAN CARRERA DE OBSTÁCULOS Para científicas indígenas como Felicia Amalia Moo Koh culminar sus estudios de posgrado ha requerido de un empeño semejante al que reclaman las hazañas. Por ejemplo realizar trayectos de cuatro horas diarias para trasladarse desde Kopomá hasta Mérida, la capital de Yucatán, y luego al Tecnológico Nacional de México campus Conkal.
Muestra de los desafíos que enfrentan es el número de inscritas en la convocatoria de estancias posdoctorales, que tenía 20 becas disponibles, pero solo 12 la obtuvieron. Las estancias comenzaron en 2018 y culminarán este 2022 tras haber recibido a las 12 becarias, quienes integran también la Red de Mujeres Indígenas en la Ciencia (Redmic), iniciativa no solo para que interactúen entre ellas y con otras científicas de México y del mundo durante y después de sus estudios, sino con la sociedad, pues el programa prevé que retornen a sus poblaciones y compartan sus conocimientos entre la comunidad. "Esto denota el (escaso) acceso a los estudios de posgrado por parte de mujeres indígenas. Todas las que integramos la red hemos pasado por (esa necesidad) de dejar la comunidad, viajar a otro estado e incluso a instituciones fuera del País para seguir estudiando.
"Se ha visto últimamente una demanda muy alta de mujeres en estudios de posgrado, pero en muchas ocasiones no los finalizan", contrasta Moo Koh. No se sabe, incluso, cuántas indígenas se dedican a la investigación científica, indica la ingeniera agrónoma Elia Ballesteros, quien subraya que las mujeres de los pueblos originarios constituyen uno de los sectores con mayor desventaja en México. "Somos un grupo estadísticamente pequeño, por ello esta red pretende ser la primera en tratar de incorporar a todas estas mujeres, para que podamos colaborar y establecer proyectos de investigación vinculándonos con nuestras comunidades de origen". Así, la red espera contribuir a que las carreras que emprendan las mujeres indígenas no sean de obstáculos, sino profesionales.