Cronista Municipal de Reynosa
-Segunda parte-
Como a las 10 de la noche del día 26 abril de 1927, el comandante de Policía Urbana, Tomás Peña se encontraba en una función de circo, cuando adentro de la carpa se le presentó el Sr. José Rodríguez. Éste se quejaba le habían robado su casa de comercio unos momentos atrás, la cual se encontraba ubicada en el lado poniente de la Plaza del Mercado de esta ciudad de Reynosa. En lo que es hoy el mercado Zaragoza.
El ofendido le mostró al comandante algunos casilleros en su tienda, de donde le habían extraído algunas mercancías. Le decía que le faltaban $300 pesos en plata que guardaba en el cajón del mostrador. Según por las señas que le dio la viuda Facunda Tárrega de González Calderón, José Rodríguez decía que el autor del robo era Candelario Moya.
Bajo la iniciativa del propio dueño del circo se hicieron un reconocimiento en todas las carpas donde se encontraba mobiliario y equipaje de los artistas que integraban el circo, pero no se encontró nada de lo robado. Esto era debido a que varias carpitas estaban contiguas a la casa de comercio.
Las diligencias
A las nueve de la mañana del día siguiente, el 27 de abril, el Síndico 1º de este municipio en funciones de Agente del Ministerio Público, Manuel J. de Luna, decretó se procediera con las diligencias para aclarecer el robo en la tienda de comercio del Sr. José A. Rodríguez.
Ese mismo día, el agente le tomó declaraciones al Sr. Rodríguez, quien era un comerciante de 21 años de edad, un hombre originario de Reynosa, quién tenía su domicilio en la casa número 34 de la calle J. González Ortega.
El comerciante explicó que la noche anterior, como a las nueve o diez más o menos, cerró su establecimiento que tiene en el mercado de esta ciudad, por el lado poniente. Inmediatamente se acostó a dormir en su interior, por el lado de atrás del mostrador. Por un descuido se le pasó cerrar el picaporte de una de las puertas que daba al lado sur del mercado. Una media hora más tarde se despertó al sentir que se abrió la dicha puerta.
Fue entonces que encendió la vela y vio que le faltaban varios géneros de los casilleros. Le entró sospechas y se fue al compartimiento del mostrador en donde guardaba el dinero de las ventas. Pero ya no encontró el cajón, el cuál contenía 300 y pico de pesos de plata mexicana. Esto era el producto de la venta de casi todo el mes.
Eso fue el motivo por lo que se presentó con el comandante de policía, Tomás Peña. El propio comandante con otros policías fue con José Rodríguez a la casa de comercio robada, donde les mostró los casilleros que quedaron vacíos y donde faltaba el cajón que servía para depositar la venta.
Después que se retiró la policía, el afectado se quedó con su hermano Ramón B. Rodríguez y su padre Ramón Rodríguez Vargas, quien llegó minutos después. Haciendo indagaciones respecto al hecho, advirtieron que inmediato a la caseta en que tenía su comercio y por el lado del mercado había varias carpas del personal de una compañía de circo, que había estado trabajando o dando función esa anoche.
Fue en la carpa grande donde el comerciante Rodríguez encontró al comandante de la policía, quién muy de mañana hizo una inspección del equipaje de toda la compañía que estaba por retirarse de la población. Esta inspección se hizo bajo la insistencia del jefe de la compañía del circo. Pero nada se encontró de lo robado. En ese entonces Reynosa se había elevado a ciudad unos meses antes.
Doña Facunda Tárrega viuda de González, le había indicado al comerciante que, ella había visto a un individuo, al parecer vestido de negro y con un sombrero texano, corriendo a los muchachos afuera de la carpa principal.
Rodríguez sospechaba que dicho individuo fuera Candelario Moya, pues éste había estado en su tendajo una media antes de cerrar, comprando cigarros. En ese momento estaba también en el local el Sr. Demetrio M. Velasco, Jr.
Maromeros de una compañía de circo a principios del siglo XX.
José Rodríguez se explayó contando que el tal Moya había sorprendido al cabo Isabel Ortega en la puerta del circo, quitándole una pistola escuadra que portaba. Ahí estuvo como testigo Nicolás Rodríguez. Esto lo hacía de conocimiento al Agente del Ministerio Público, pues presumía que alguna responsabilidad tenía dicho individuo.
Lo robado
Según el joven comerciante entre las cosas robadas estaban un par de calzado de trabajo color bayo con puntera de color café, telas, ropa, cigarros, etc. Entre las telas se encontraban dos piezas de felpa, una negra y una colorada, un retazo rojo de granadina, dos retazos de indiana negra, un retazo de satín verde, otro de satín color rojo y cuatro piezas de muselina floreada.
Del lugar se llevaron dos corsés de color rosado, de los tres que había, pues uno quedó tirado en el suelo inmediato a la puerta. También se robaron un pantalón chico de pechera.
Faltaban cinco cajas de cigarros marca Montecarlo, además entre dieciocho y veinte cupones de cigarros argentinos, los cuales estaban a dentro del cajón del dinero. También de allí se llevaron un billete de la Lotería de Tamaulipas con el número 0616. Además del dinero mencionado arriba se llevaron un portamonedas de color negro con 18 dólares y una cartera de bolsa con pasta de color rojo. José Rodríguez les había pedido a sus colegas comerciantes que le avisaran si les iban a vender los cupones, los cuales se cotizaban a diez centavos.
Un día después, el comerciante reportó que un comerciante con los apellidos de Rodríguez Monsiváis tenía en su poder varios cupones que le había comprado a los hijos de la Sra. Josefa M. viuda de Ponce.
Era en la casa de esta señora donde asistía el tal Calendario Moya, quien él lo consideraba como sospechoso del robo.
Otras declaraciones
Cuando se le preguntó a la Sra. Facunda Tárrega viuda de Calderón sobre el individuo que andaba corriendo chamacos cerca de la carpa, ella dijo que era un individuo alto y delgado, al parecer vestido de gris con saco del mismo color, con un sombrero negro.
Eran las ocho y media o nueve de la noche por lo que nunca le vio la cara. Por consiguiente, no podía precisarlo si lo viera otra vez, dado que lo vio nada más de bulto y en lo obscuro. Cuando se le preguntó sobre el inculpado, Candelario Moya, respondió que ni siquiera lo conocía de vista.
En el interrogatorio de la Sra. Josefa Reyes viuda de Ponce, respondió que en su casa todos fumaban los cigarros Argentinos y que hacía tiempo guardaban los cupones.
Cuando sus chamacos de 8 y 5 años de edad la mortificaban pidiéndole monedas, les daba un cupón de los que tenían alzados, para que fueran a la tienda a cambiarlo por centavos. Con respecto a Candelario Moya, la señora confirmó que efectivamente comía en su casa y que de vez en cuando iba a dormir.
En su declaración el cabo de policía, Isabel Ortega, narró que se encontraba de “punto” dentro del circo con otros empleados, la noche del 26 de abril de 1927. Ahí observó que Candelario Moya tenía dificultad con un individuo al parecer texano, de camisa blanca. Saliendo solo de la carpa el tal Moya, el cabo lo siguió junto con su compañero Alejandro Zamora y afuera en la puerta del circo lo detuvo para registrarlo, encontrándole una pequeña pistola escuadra.
Después que le dio parte del suceso al comandante Tomás Peña, éste último le ordenó entregara el arma a la guardia en la comandancia.
Aparentemente, el texano de camisa blanca se había regresado a quejarse con el comandante que se encontraba en el interior de la carpa. Cuando regresó Isabel al interior del circo, los otros empleados buscaban a Moya. Sería como a las diez de la noche más o menos, cuando enseguida se presentó a quejarse del robo el comerciante José A. Rodríguez.
Según las declaraciones del comandante de la policía, Tomás Peña, eran como las diez de la noche dentro de la carpa en la función del circo, cuando se le presentó el texano de la camisa blanca a quién lo amagaba el tal Moya. Después que lo desarmaron, el comandante le reconvino y le ordenó que se fuera a acostar a su casa, ya que andaba demasiado tomado.
Le advirtió que, si no lo hacía lo mandaría a la cárcel preventiva. El comandante recordaba que este personaje vestía un sombrero blanco, antes que se retirara del lugar.
Pocos momentos después se había presentado en la carpa el Sr. José A. Rodríguez quejándose del robo. El comandante y los otros policías pasaron con el ofendido a revisar la caseta robada en el parián, donde se observó lo narrado arriba.
El comandante explicó que no coincidían los hechos que relacionaban a Calendario Moya con el robo, ya que éste se encontraba dentro del circo antes de involucrarse en la reyerta con el texano. Suponía que la señora Tárrega había visto a la persona que cuidaba la carpa, cuando estaba en función.
Muy de mañana el comandante Peña hizo un reconocimiento del equipaje de la compañía del circo. El jefe de dicha compañía propuso esta revisión “para dejar satisfecha a la sociedad de Reynosa”, quién lo decía textualmente.
En el reconocimiento no encontraron nada de lo robado al Sr. Rodríguez. Inmediato a la caseta del comercio afectado había varias carpitas de los maromeros, pero también al momento del robo estaba mucha gente que había quedado sin entrar a la función, además de muchas personas que vendían dulces, refrescos y otras cosas. Pero en ese momento nadie notó la substracción.
Maromeros de una compañía de circo a principios del siglo XX.