Seguramente, por tratarse de un derbi, la amplitud del resultado obviará en el corazón del Atlético el hecho de que de los partidos de pretemporada se espera algo de complicación, por aquello de engrasar el funcionamiento del equipo antes de que arranque la temporada oficial. Se aprende más cuando las cosas salen mal dadas, por lo que el Madrid se graduó cum laude en todo lo que un equipo no debe hacer nunca si no quiere irse con la camiseta hecha trizas y la cara colorada.
En realidad, lo que los aficionados que se desplazaron al MetLife Stadium de Nueva York contemplaron no fue ni siquiera un partido, sino más bien a un entrenamiento con tintes de combate de boxeo, en el que el Madrid se comportó como un bloque juvenil, perdido, carente de pasión, apático y mediocre, que se llevó como recuerdo un carro de goles de un rival que le propinó un notable repaso en todas las facetas que componen un partido. Y lo peor, es que el resultado no reflejó con exactitud lo que fue el partido, sino que se quedó corto a la hora de ponderar el despropósito del equipo de Zinedine Zidane, que continúa presentando unas credenciales que no alejan los fantasmas de la temporada pasada, que lejos de quedarse en Estados Unidos viajarán con su maleta facturada a Madrid con mejor color que nunca.
De los siete tantos que le endosó el Atlético, cuatro llevaron la firma de Diego Costa, un jugador que no entiende de que va eso de amistoso, y que de haber tenido diez ocasiones más hubiera colado una tras otra porque no hay bolo que pueda aguar el placer de triturar a tu enemigo. Las ganas de burreo llegaron hasta tal punto, que el hispano-brasileño se agarró del cuello con Carvajal a falta de media hora para el final y ambos terminaron expulsados confirmando lo que todo el mundo sabía: que a los derbis se va siempre con pistola. El Atlético vivió instalado en la superioridad desde el primer minuto del encuentro porque no necesitó más tiempo para soltar su primer mandoble. Entre Joao Felix y Diego Costa generaron la primera ocasión de gol y el primer tanto del delantero del Atlético con un remate cruzado. Morata fue su compañero en la punta del ataque, aunque el excanterano del Madrid tuvo que retirarse a los doce minutos lesionado.
ZIDANE: “PARA NOSOTROS HA SIDO UN AMISTOSO Y PARA EL ATLÉTICO NO”
La cara de pocos amigos con la que se presentó Zinedine Zidane en la rueda de prensa tras el partido fue acorde a lo que ocurrió sobre el campo. Lógicamente, nada de lo que vio desde el banquillo le gustó, aunque, a su manera, trató de quitarle hierro. "Entramos muy mal en el partido, y es verdad que tras ocho minutos estábamos con 0-2. Nos ha faltado todo, pero intensidad sobretodo", analizó Zizou.
"Nos metieron siete goles y es algo que no puede pasar aunque sea un amistoso. Los jugadores lo saben, están decepcionados, pero no hay que darle más vueltas. Es un partido de pretemporada, ellos han sido mejores en todo, y ya está. No hay más que hablar", prosiguió.
"Tenemos que estar preparados para el día 17 de agosto, cuando jugamos el primer partido de Liga. Nosotros vamos a estar motivados. Nuestra temporada va a ser buena. Hoy no podemos estar contentos. Tengo un equipo que va a competir muy bien y ya está, ahora tenemos que volver y descansar un poco. Tenemos motivación y hambre para sacar esto adelante. Para nosotros ha sido un amistoso y para el Atlético no", zanjó el técnico del Madrid.
Antes de que eso sucediera le dio tiempo a celebrar el segundo gol de su equipo, obra de Joao Félix tras una recuperación de Saúl sobre Vinicius. El brasileño no tiene interiorizado todavía que tan productiva puede ser una bicicleta en ataque como una cobertura en defensa. Aun así, fue el único rebelde que trató de plantarle cara al Atlético, aunque resultase incapaz de generar ningún incendio por mucho que parezca que lleva cerillas en las botas. El chaval fue el único futbolista del Madrid al que pareció molestarle lo que estaba pasando. En la miscelánea de fijos, variables y nuevos que presentó Zidane como alineación titular, nadie agarró el timón de un barco que siguió hundiéndose sin remedio ni orgullo.
El Atlético trasladó el partido a ese patio del colegio donde los mayores marean a los pequeños hasta que estos se aburren y abandonan. De haber podido irse del campo lo hubiera hecho el Madrid. Lo hizo figuradamente, eso sí, acosado como estaba por un Atlético inmenso, que en ningún momento pareció un equipo en reconstrucción. Nada sucedió porque sí. Los goles del Atlético, todos, fueron consecuencia directa del acierto de uno de sus futbolistas. Saúl y Koke fueron una fuente permanente de recuperaciones por colocación, garra y entusiasmo. Que ninguno de sus rivales estuviera dispuesto a ponérselo difícil no desmerece su actuación, sino que minimiza todavía más a la de un Madrid que se arrastró como lo hacen los equipos cuando pierden el alma, huyendo de la pelota. Para colmo, a las lesiones de Marcos Asensio y de Mendy, se unió la de Jovic, que continúa gafado y sin minutos a lo largo de la pretemporada.
La secuencia de goles siguió cayendo, y al póker de Diego Costa se añadieron los tantos de Correa, Joao Felix y Vitolo ya en la segunda mitad, cuando incluso tras el carrusel de cambios (posterior a la tángana) y la entrada de canteranos y meritorios, el Atlético pudo alcanzar la decena de goles. Nacho, de rebote; Benzema, de penalti; y Javier Fernández tras un rechace recortaron la diferencia en el marcador para el Madrid, pero no el relato del partido. Un relato demoledor para el Madrid y estimulante para el Atlético que ninguno de los dos, por mucho que se haya producido en pretemporada, olvidará fácilmente.