Funcionarios de salud en todo el mundo expresan diferencias sobre el uso de ciertos fármacos para el COVID-19, lo que da lugar a distintos tratamientos de acuerdo con los lugares donde viven los pacientes.
Un panel de la Organización Mundial de la Salud aconsejó no tratar a los pacientes hospitalizados con la medicina antiviral remdesivir, alegando que no hay pruebas de que mejore las probabilidades de supervivencia ni evite la necesidad de usar un respirador artificial.
Pero en Estados Unidos y muchos otros países la sustancia ha sido el tratamiento estándar desde que un gran estudio ordenado por el gobierno halló que tiene otros beneficios: reduce el tiempo de recuperación de los pacientes en un promedio de cinco días: de 15 a 10.
En Estados Unidos, un panel federal que elabora las pautas y varias importantes asociaciones médicas no respaldan dos terapias autorizadas por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés) para su uso en caso de emergencia: una medicina experimental basada en anticuerpos de Eli Lilly y el plasma tomado de sobrevivientes de COVID-19. Las asociaciones dicen que no hay pruebas suficientes a favor o en contra de su uso.
Los médicos tampoco tienen certeza acerca de cuándo usar o no usar los únicos fármacos que se sabe que mejoran las probabilidades de supervivencia de los enfermos más graves: la dexametasona o esteroides similares.
Para mayor confusión, el jueves se informó que el antiinflamatorio tocilizumab podría ser útil. Al igual que el estudio de la OMS sobre remdesivir, los resultados preliminares sobre el tocilizumab aún no han sido publicados ni revisados plenamente por científicos independientes, por lo cual los médicos no saben qué hacer.
“Es un auténtico dilema”, dijo el doctor Derek Angus, de la Universidad de Pittsburgh, que participa de un estudio sobre muchos de esos tratamientos. “Necesitamos conocer los detalles”.
La doctora Rochelle Walensky, jefa de enfermedades infecciosas del Hospital General de Massachusetts, coincide. “Es muy difícil practicar la medicina en base a los comunicados de prensa”, dijo el jueves en un podcast. Hasta tanto los Institutos Nacionales de Salud respalden un tratamiento, “soy muy renuente a adoptar esa pauta”.
Angus dijo que hay dudas legítimas sobre todos los estudios. “No es inusual la falta de acuerdo entre las pautas profesionales, es sólo que con el COVID-19 todo está bajo el microscopio”, dijo.
La diferencia más grave es en torno al remdesivir, que Gilead Sciences Inc. vende bajo la marca Veklury. La guía de la OMS subraya que la droga no salva vidas, basándose en un estudio más amplio —aunque mucho menos riguroso— que el estadounidense que descubrió otros beneficios.
Se suele suministrar la sustancia en forma intravenosa durante unos cinco días y su costo elevado y falta de “efecto significativo” sobre la mortalidad significan que es una mala elección, de acuerdo con el panel de la OMS.
Gilead cobra 3.120 dólares por el tratamiento típico a enfermos con seguro privado y 2.340 dólares a los enfermos cubiertos por seguros de salud públicos en Estados Unidos y otros países desarrollados. En países de bajos o medianos ingresos se venden versiones genéricas mucho más baratas.
El precio también puede deprimir la demanda. En octubre, funcionarios de salud estadounidenses dijeron que los hospitales habían comprado apenas un tercio de las dosis de remdesivir que les ofrecieron en meses anteriores, cuando había escasez de la medicina.
Por otra parte, el jueves la FDA dio autorización de emergencia a otro medicamento antiinflamatorio, el baricitinib, a suministrar junto con remdesivir. Esto redujo en un día el tiempo promedio de recuperación de enfermos hospitalizados muy graves, según un estudio.
Lilly vende baricitinib bajo la marca Olumiant para tratar la artritis reumatoidea, una variante menos común de la artritis que se produce cuando el sistema inmunitario reacciona en forma exagerada, lo que afecta las articulaciones.