CEUTA, España — En Ceuta, el enclave español ubicado en la costa norte de África en el centro de la disputa, cientos de menores no acompañados pasaban hacinados una cuarentena obligatoria de 10 días por el coronavirus en almacenes reconvertidos en albergues, gestionados por ONGs, bajo vigilancia policial. Algunos treparon al tejado de los edificios para escapar.
En busca de ropa extra para enfrentar el frío por las noches, un adolescente de 14 años, que había abandonado la bodega debido a las condiciones en el lugar, explicó que sus padres habían accedido a su deseo de vivir en España en busca de un mejor futuro. El menor había viajado desde Tetuán, una ciudad a unos 40 kilómetros (25 millas) al sur de la frontera de España.
The Associated Press no revela el nombre del menor debido a que normalmente no identifica a los niños con permiso de sus padres, y la identidad de los padres no pudo ser obtenida.
Sin embargo, tal parece que otros menores de edad cruzaron sin conocimiento de sus padres.
Un adolescente de 18 años, que ha estado en Ceuta por un año, dijo haber recibido una llamada de sus padres para que ayudase a buscar a su hermano menor, que había viajado en la oleada reciente sin el permiso de ellos.
Las autoridades españolas anunciaron que 200 de los menores que estaban en la ciudad de 85.000 habitantes antes de la repentina ola de llegadas de esta semana serán trasladados al territorio continental en los próximos días para dejar espacio en las instalaciones gubernamentales en Ceuta. De acuerdo con la ley española, los menores están bajo tutela regional hasta que se pueda encontrar a sus familiares o cumplan la mayoría de edad.
Muchos también deambulaban por las calles en busca de refugio y comida al tiempo que tratan de cumplir su sueño de llegar a Europa. Al caer la noche, docenas de hombres muy jóvenes treparon la cerca perimetral del puerto de la ciudad con la esperanza de colarse en los barcos de mercancías y los transbordadores que cruzan el Estrecho de Gibraltar para llegar a España continental.
La situación era también caótica en Fnideq, la localidad marroquí al otro lado de la frontera con Ceuta, donde muchos recorrían las calles pidiendo comida o dinero para regresar a sus localidades natales tras ser expulsados del enclave español o detenidos en la frontera. Las autoridades marroquíes enviaron autobuses para recoger a algunas personas y trasladarlas a Casablanca.
Las fuerzas de seguridad de Marruecos se enfrentaron hasta bien entrada la noche con docenas de hombres, en su mayoría jóvenes, que se habían congregado en un bulevar que lleva a la frontera con España con la esperanza de seguir los pasos de los miles que llegaron a suelo europeo a nado o saltando vallas en los últimos días.
Los choques comenzaron cuando la policía trató de dispersar a los grupos que habían congregado y prendieron fuego a una barricada para bloquear la carretera. La policía retrocedió, pero más tarde dispersó a los migrantes.
Las autoridades de Ceuta dijeron el jueves que ningún migrante ingresó al territorio durante la noche.
En los últimos días, la frontera entre Marruecos y Ceuta se tornó porosa tras las advertencias del gobierno marroquí a España de que enfrentaría consecuencias por la decisión de Madrid de brindar atención médica por coronavirus al jefe de un grupo insurgente que lucha contra la anexión al país de la región del Sahara Occidental.
Brahim Ghali, jefe del Frente Polisario, viajó a España a mediados de abril con un pasaporte argelino con una identidad falsa.
La ministra española de Defensa, Margarita Robles, dijo el jueves que España no aceptará ser presionada con el “uso a menores”.
“No vamos a aceptar chantajes”, afirmó Robles en declaraciones a la radio pública española, RNE. “La integridad de España no es negociable ni está en juego y vamos a usar todos medios necesarios para garantizar la integridad territorial y vigilar las fronteras”.
“Con España no se juega”, agregó.
España informó que más de 8.000 personas ingresaron al país en las últimas 48 horas, aunque al menos 5.700 han sido expulsadas de inmediato, deportaciones que fueron criticadas por grupos de derechos humanos. Muchos de los que cruzaron la frontera regresaron voluntariamente al no encontrar albergue en Ceuta ni posibilidades de seguir hasta territorio continental europeo a través del Estrecho de Gibratar.